19560817

 

Wellesley, martes 17 de agosto de 1956

 

Queridos hijos, queridos nietos:

Los días de Middlebury siguieron siendo muy agradables. Nos divirtió mucho a todos la representación de la obra, que resultó muy bien (Claudie apareció entre los abuelitos, en el foro popular). Hubo cena en casa de Guarnaccia; se prolongó —me contó Espe— hasta las cuatro de la madrugada; y el más desatado y divertido de todos fue… don Juan Marichal. Yo di una segunda lectura (de Cántico). Y me alegré. (Recibí un digno cheque…). Regresamos el domingo con Juan. Y Claudie continuó hasta Princeton. (Claudie, por cierto, muy seriote y preocupado. ¡Difícil juventud! Todo son rosas cuando se llega a la vejez). Miguel Prados, amabilísimo, me encontró con muy buen aspecto. Y me dijo para explicarlo: ¡La vejez! Y ya he reanudado la dulce vida de costumbre. He comenzado a trabajar hoy. (Y también, en el libro de Pizarro. Me encargaron que escriba un breve prólogo. Y he de cotejar copias y manuscritos). Hoy he visitado a mis vecinas Justina, Sofía, Manola. Anoche vi a los Huden. De Buenos Aires, nada… Voy a echar esta carta en el buzón. Y me iré a Stevens… Os supongo felices.

Escribidme. Pienso en vosotros cuatro, uno a uno. Os abraza

Jorge