19521231
Wellesley, 31 de diciembre de 1952
3 menos 10
Queridos hijos, queridos nietos:
Están sonando las Noches de Falla, —magnífico regalo, ¡gracias!— y os quiero enviar estas líneas antes de tomar el autobús. A las cinco veré a Steiner, luego a Claudie. Cenaré con los Lapesa y pasaré luego por casa de Solita. La enfermedad del pobre Juan ha desbaratado nuestros planes. Dormiré en Dunster House, y mañana comeré con los Marichal y María de Oñate. Anoche fue la lectura de la semblanza de Federico en Dunster. Claudie y Jaime prepararon un ponche servido en el intermedio —porque resulta una conferencia-Parsifal. ¿Y qué deciros? Había unas veintitantas personas; algunas apenas conocidas mías, y los amigos de siempre. ¡Qué fieles estos ya viejos amigos! El final —un “Lamento”— fue seguido de un silencio de verdadero duelo, como si se nos volviese a reunir Federico. Y así era. Claudie os lo contará todo —me ha dicho esta mañana por teléfono. ¡Ese niño! —Ya sabes que yo soy el primer admirador tuyo. —¡Qué cosas tiene que oír este pobre Monsieur Guillén, viejo bardo!
Y ahora me pondré a revisar mi ensayo sobre Herrera para el Homenaje a Amado. Me resigno a publicar esas cosas —ya antiguas en mi trabajo, y quizá las reúna en volumen— ¿una Antología de prosa?— ¡Van pasando los años, y tengo tantos proyectos y deseos de poemas! En fin, todo el mundo está muy cariñoso conmigo. Pero me faltáis vosotros. Y mamá. Me preguntan por mis nietos, y enseño sus retratos: ¡Abué, sí, entusiasta! Un abrazo a Julián. Abrazos a todos. Esta es la última carta del año. Y ahora, 1953 ¡Y adelante!
¡Cuántos recuerdos! ¡Cuántas ganas de veros! Vuestro
Jorge
¿No os he dicho que acaban de decir a Juan que no seguirá en Harvard? Estamos todos indignados, ¡qué estúpida injusticia! Juan, deprimido.