19500429
Wellesley, 29 de abril de 1950
Hija, Teresa:
Nunca te diré bastante con que interés espero tus cartas que siempre tardan en llegar demasiado para mi impaciencia. Las noticias que me das son tristes y comprendo tu minuciosidad. ¡Qué mala suerte, verdad, durante esta tu primera juventud, siempre ensombrecida por enfermedades y desgracias! Os acompaño con el pensamiento, veo a esa preciosidad de Isabel decir “Dónde, abué”, sigo las conversaciones de Antó —sobre el cual he tenido una carta de Carmen Figueroa, dedicada exclusivamente a hablarme de Antó… Me da muchísima pena —y me cuesta mucho trabajo— imaginarme a mi gente en tal estado de frustración. ¿Se acabará el diagnóstico del trauma?, ¿habéis apelado al Dr. Renans? Haz el favor, rica, de escribirme, aunque sea brevemente, pero con frecuencia. ¡Si la carta deseada no llena más de media hoja! ¡Cuéntamelo todo!
¿Qué podría contarte yo? Ya tengo el conforme de la Guggenheim (me siento casi “osado”). Hoy me ha telefoneado Amado para hablarme y ¡consultarme! Sobre si Steve debe escribir el libro sobre Galdós. ¡Pues claro que sí! Mañana comeré en Arlington. Esta noche, Ben Helman me invita a cenar y a ver el último concierto de la Sinfónica de Boston. (Edith ya está en París). Juan Marichal dio su conferencia en Wellesley. (¡No vimos a Solita!). Yo le presenté, y mis palabras encajaron exactamente con la conferencia, que yo no conocía. Nos une “la esperanza española”. (¡Ya sé las restricciones y objeciones que pueden hacer oliendo ese aceite!). Juan estuvo muy bien, es muy fino y muy noble. —Ayer han llegado las pruebas de la traducción del poema “San Juan Persa”. Suena muy bien en francés. No sé quién lo habrá traducido. Grand’Maman nos ha mandado —otro envío de París— el re-enter permit para que se lo prorroguen. ¿Con qué objeto? Lo que me cuentas de Renée. Bueno, mejor es ni hablar. Claudie no ha vuelto aún de Cambridge. Está nervioso. Le ha dolido lo de la beca, está muy lanzado a su tesis. La primavera va llegando muy lentamente.
Adiós. Muchos recuerdos a todos los familiares y todos los Gilman: me inclino respetuosamente ante el afortunado becario. Para Antó e Isabel muchos besos. Y un gran abrazo al abuelito, de quien me acuerdo continuamente.
Besos de tu padre,
Jorge