19540526
Wellesley, 26 de mayo de 1954
Teresa, hija, queridos nietos:
Me acuerdo de vosotros más que nunca. ¡Escribidme! Necesito escucharos. ¿Qué hacéis por esas Castillas? Aquí la primavera está todavía llegando. Hoy hace bueno, pero ¿mañana? Termina el curso. Claudie no ha venido aún. Escribo cartas, escribo coplas, hago proyectos. Hago ya los preparativos del viaje (espero la contestación de la señora Giovanelli). No sé aún el número de habitaciones con que contamos. Pero, no hay duda alguna, cabremos todos; y Esperanza, aunque ya no sea Rochina, tendrá todo el sitio que le corresponde. ¡Cuánto me alegra pensar que vendrá a Italia! Me gustaría saber cómo piensan ahí sobre lo de Washington. El Inquisidor va perdiendo mucho ante la opinión general, incluso ante los tontos que lo aplaudían. Su vulgaridad es evidente, resplandeciente, deprimente. Están reuniéndose ahora —lo leía ayer en el periódico— los Adventistas del Séptimo Día y anuncian el fin del mundo y, por lo tanto, la vuelta de Cristo. En el Parlamento Inglés se ha dicho que seis bombas de hidrógeno bastarían para destruir a Inglaterra. ¡Seis bombas nada más! Son los terrores del año 1000. ¡No, no! Vosotros entraréis con pie firme en el siglo XXI. ¡Sursum!
Los árboles entorno a esta casa están ya llenos de hojas; el viento los mueve. Me acuerdo de otros meses de mayo de Grand’Maman y Germaine. Abrazos a todos los Lozanos y Guillenes. Recuerdos a todos los amigos. De Steve no sé nada. Le supongo ya desgraciadísimo en su soledad. ¡Escribidme! Avisad con tiempo vuestro traslado a París.
Vuestro,
Jorge