19531211
Wellesley, 11 de diciembre de 1953
viernes noche
Queridos todos:
Hace un tiempo maravilloso, no me encuentro mal, y me siento —sabe Dios por qué reunión de pequeñas causas— “contentísimo”. (Empleo el superlativo con moderación y reservas…).
Pronto iré a veros: primera causa. Cada día me acuerdo más de esos niños. ¿Se acuerdan ellos de este señor de Wellesley, con lentes, un poquito calvo y —otro detalle— que les quiere mucho, mucho, mucho? Otra causa —y nada pequeña— de satisfacción es la carta que he recibido hoy de don Américo. Me escribió de México, y le respondí en catorce páginas —¡así como suena!— muy cariñosas, muy admirativas, pero sin dejarme en el tintero ciertas reflexiones. No sabía cómo tomaría mi contestación. Pues bien, Don Américo me escribe muy cariñosamente, y de acuerdo con mi “admirable carta,” “sólo escribible por usted”. (Por mí). Se me ha quitado un peso de encima, y me he puesto contentísimo. ¡Gran don Américo!
Correo agradable, ayer: una revista inglesa Atlante, con un artículo de Madariaga “Virgil in Spain,” que termina inopinadamente llamándome —¡qué exageración!— “the greatest living poet in Castillian language”, —lo cual no es verdad —el primero es don Juan Ramón Jiménez—, pero me ha sido grato. ¡Gran Madariaga!
Plan de viaje. Tengo, por fin, que pasar algún día en Nueva York. Me detendré también en Bryn Mawr. (Ya he escrito a Solita y Juan.) Total: que quisiera salir el martes 22 para llegar a Columbus en ese tren que me indicaba Teresa, por la mañana, hacia las ocho.
Claudie debía venir ahora. Pero irá a Nueva York. (Esta vez se llama Evelyn…). Mañana almorzaré en casa de Isabel Pope. Celebro que la estancia de los Castros —según me cuenta Teresa— haya sido un éxito. Tengo ganas de veros.
¡Ah! Importantísimo: (Sólo para la Mami: compra varios regalos sustanciales para esas criaturas. Procura arruinarme aunque no definitivamente…).
Besos, abrazos.
Jorge