19511118
Sevilla, 18 de noviembre de 1951
Queridos hijos y nietos:
No me dejan respirar un momento —un momento libre— los amigos, muchos, fieles, cariñosos, generosos de esta Sevilla que tanto queremos. Llegué el lunes. Con Margot, “charmante”, pasé día y medio. Mañana saldré para Granada, camino de Murcia. (Y la invitación —es decir, el billete Madrid-Lima del Perú no llega… no llega… Je commence à m’enervér).
¡Cuántos recuerdos de todas partes, y cómo se aviva aquí nuestro recuerdo, el de los niños que fuisteis y el de vuestra madre, a quien me encuentro en todos sitios! Sevilla, preciosa, íntima, delicada, pequeñita —al lado del magnífico énfasis de Roma. Acabo de ir yo solo a nuestra casa del Nervión. He contemplado —sin atreverme a entrar, los dueños no están ahí— la casa, la terraza, los balcones, los limoneros que están al pie, la tierra labrada de enfrente, el panorama que fue nuestro. ¡Ay, rica, qué felices fuimos allí, verdad, los cuatro! Aquí están los mejores años de mi vida —sin duda alguna… En cuanto a los amigos, Joaquín Romero encantador, más Rey Moro que nunca; Carande, muy afectuoso (¡con un hijo poeta!); Peña, los Castros, las hijas de don José de Castro, Carriazo etc., etc., todos, amabilísimos. El ABC local dio la noticia en gacetilla aparte y “de JG en Sevilla”. Y salen jóvenes lectores de Cántico y alguno me lo comenta y me lo explica. En fin, ¡qué pena —por tantas cosas—! Pero hay estos consuelos de amistad. De Claudie tuve carta. Se empeña en que viaje a Colonia. ¡Pero si no tengo tiempo!
¿Y mis nietos preciosísimos, cuyo retrato enseño a todo el mundo? Escribidme a Valladolid. ¡Eh! Se trasladarán los muebles (a Valladolid).
Adiós. Besos. Abrazos. Vuestro
Jorge
Todo el mundo me habla del España en su Historia con gran admiración. (Nota para Steve).