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Roma, miércoles 20 de noviembre de 1968

Albergo Santa Chiara

 

Queridos:

Mañana volveremos a Florencia. Os contaré ahora nuestros días romanos. Ante todo, hemos visto a las antiguas amistades. Los Cardona y con ellos, entre otros, a Paolo Milano. Por cierto, estos amigos de Irene, los Cardona y también Milano, son entusiastas de los Holton. Se entienden muy bien con ellos. Los Cacciatore, etc., etc., los Murillo Mendes. Angela Bianchini, a quien volveré a ver esta noche, quiere escribir un “Retrato” de este servidor. Mención especial merecen María Teresa y Rafael. Poseen en el Trastevere un piso precioso, con tres habitaciones muy amplias. (Piso muy caro, nos cuentan los amigos: 30 millones de liras ¿Premio Lenin?) Almorzamos con ellos ayer. El sábado nos ofrecieron una party en nuestro “honor”. Hubo mucha gente, sobre todo joven, sobre todo femenina, sobre todo vimos a muchachas guapas. Los Alberti se han organizado muy bien su vida y su casa y reciben con gran cordialidad. Rafael ha escrito un librito que me dio ayer: Roma, peligro para caminantes. En efecto, por las calles, aquí, se transita de milagro. Esta mañana le he enviado un poema sobre el mismo asunto: el poemilla de hoy.

Estuvimos en un concierto de un nuevo, para nosotros, director de orquesta francés: Prêtre. Hemos visto alguna película. Hemos callejeado. Roma está atestado de gente y sobre todo de automóviles. El tráfico se opone al avance. Es lo único que defiende al transeúnte. Cuando llegamos la temperatura era aún suave. Ya ha empezado un frío casi de invierno. Ha llovido. Pero este hotel Santa Chiara, muy conocido en Roma, de tipo medio muy honorable, tiene buena calefacción. ¡Veremos en Florencia!

Todo esto y otras cosas, no enumero a todos los amigos vistos, se ha desarrollado con toda felicidad. Único incidente: en el coche de Giancarlo, el hermano de Irene. Fuimos el domingo a su casa. Al volver, hacia el mediodía, un coche se nos echó encima. Giancarlo tuvo que frenar, y de tal modo, que Irene junto a su hermano se dio en la frente un gran golpe, no en el cristal, sino en el borde de la visera contra la luz. La frente empezó a sangrar, fuimos al Policlínico, le dieron tres puntos. Irene, muy serena. Los Mochi somos así —decía Giancarlo, desesperado. El incidente pudo ser mucho más grave. La vida, decididamente, es frágil.

Un nombre más: Sylvia Poggioli. La encontramos por casualidad en la calle. Acaba de pasar casi una hora con nosotros en el hotel. Está molto in gamba. Ha votado por Cliver. (¿Se escribe así?) Irene la presentará a Inma Cardona. Necesita conocer a gente.

¡Adiós! Irene no está. Espero a A. Bianchini. Mañana encontraré carta tuya, Teresa.

Abrazos,

Jorge