19550418
Madrid, Lunes Santo de 1955
Querido Antó, querida Isabel:
Ayer en cuanto vi a los señores de Gilman, me preguntaron y me requetepreguntaron por vosotros. ¿Qué hacen, qué dicen, qué comen? Son buenísimos. ¿Tienes una carta de Antó? Y tanto el papi como la mami se quedaron muy tristes, muy disappointed Antó: escribe una carta al papi y a la mami. Que Isabel dicte a Esperanza algunas líneas. Por eso os escribo en secreto.
Trazo estas letras en la terraza del café Gijón, la una, hace calor. Tengo que cubrir mi calva para que el sol no me la caliente demasiado. Espero a los señores de Gilman. ¡Viva España! Nos acordamos mucho, mucho de vosotros. Y de Esperanza, de Mais y de sus padres. Adiós. Muchos besos de vuestro Abué
Jorge.
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Torremolinos, lunes 18 de abril de 1955
Mi querido Steve: Ahí tienes las cuartillas que propongo a la iniciativa de tu pluma… y a tu inmensa amabilidad. No te esfuerces en traducir de un modo estricto. ¡Que tu Musa te sople! Te agradeceré mucho que me envíes la traducción —si es posible a máquina en dos o tres copias, y si no, manuscrita a Valladolid. De allí la reexpediré yo a nuestro Mac Leish ¡gracias, gracias, gracias!
El tiempo, ventoso, fresco, un poquito nublado por la mañana temprano y por la noche, no acaba de ser todo lo primaveral que uno espera. Saldré de aquí el viernes. Descanso, trabajo un poco. Os echo de menos. Recuerdos a Mrs Gilman Jr. Y a mis nietos y a toda esa casa.
(American Academy of Arts and Letters, 25 de mayo de 1955)
El premio con el que tanto me honra la Academia Americana me hace pensar ante todo en la generosidad americana. El mejor hombre será siempre el más generoso, y sin duda, Norteamérica posee esa virtud eminentísima en grado incomparable.
He aquí a un escritor español cuya obra se desenvuelve dentro de los propios límites lingüísticos. Obra en verso, apenas traducida y apenas traducible; y muy poco puede representar la traducción de la poesía. Todos los impulsos conscientes e inconscientes del poeta se dirigen hacia el vocablo sin posible sinónimo: su sentido no habrá de ser desintegrado de su sonido. Todo se conjura para que el poeta quede encadenado a su idioma. (Y las excepciones —un Petrarca, un Rilke— son rarísimas). Sin embargo, la Academia Americana, superando la tradición de hospitalidad que es la historia de este Continente, se permite el lujo de conceder algunas de sus recompensas a escritores extranjeros: modo muy amable de reconocer y saludar a esos residentes casi perdidos en la inmensidad de este país. Cierto que la vida actual, si es de veras actual, va dejando de ser provinciana. Y como la existencia interior de un pueblo depende más que nunca de las relaciones internacionales, todos o casi todos somos ya —y más cada día— compatriotas alrededor de un planeta común, bajo un común destino. Con ese destino colaboran también, desde sus modestos rincones, los poetas.
Entre los intereses y los dogmas del mundo contemporáneo, tan feroces los unos como los otros, la gran poesía —en cuya “inutilidad” yo no he creído nunca— mantiene su papel creador: creador de vida en la plenitud de su forma, es decir, de plenaria vida valiente. No hay poema sin ritmo, y no hay ritmo que no conspire a favor de nuestro pulso animal y espiritual. Hasta el poeta más naufragado en el nihilismo de hoy, por contradicción inevitable, se pondrá del lado de la vida, aunque la niegue —si la niega según su estilo poético, creador. No, no se trata de vaguedades idealistas, de evasiones más o menos oscuras. El poeta lo es gracias a una actividad fecundante. Ya sabemos cuál es su partido: el de la creación. De ahí que trabaje siempre en pro de la comunidad humana, por mucho que se aleje y se esconda alguna vez, interpretando mal su misión. Evitemos los fáciles Apocalipsis. En el futuro creador del hombre tiene fe, entre congojas y dudas, la comunidad humana toda hostil al culto del Satanás atómico.
El poeta hoy festejado agradece profundamente a la Academia Americana un galardón tan honroso. Pero lo que más importa es que honre con ella la función vital de todo poeta.
J.G.