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La Jolla, domingo 30 de enero de 1972
Queridos:
Vemos por la carta de Teresa que todo marcha bien en los Jardines Grises y que el clima tiene veleidades primaverales. Aquí, no. Este tiempo suave —pero a veces frío— se encamina ordenadamente hacia los días mejores. Claudie y Elfie se irán a Stanford el miércoles, y volverán el sábado. Esta vez no rechaza ocuparse del ofrecimiento y quieren los dos darse cuenta de lo que es Stanford. Ayer visitamos la nueva Biblioteca, muy moderna, bonita. (Una señora mexicana la calificó de “fascista”…). Por cierto, de Jameson sale ahora un libro de la Princeton Press: Marxism and Form. Debe de ser bueno.
Hemos estado en la casa —original — de los Catalán. La señora, increíblemente fina y guapa después de los siete hijos. Él, barbudo, llano. Simpáticos, los dos. Tienen una hija, Irene, aficionada a la poesía. Vino a casa Durling, que estudió en Harvard. Petrarquista. Agudo. Él quiere que salgamos juntos de paseo. ¡Muy bien! Esta tarde marchará la familia china. Vino don Antonio Blanco. Vino de Los Ángeles Mc Curdy, que sigue “trabajando” sobre Cántico. Llamaremos a Roy.
Por las noches combinamos televisión, música y lectura. Duermo bien. Paseo por este hermoso patio y por los alrededores. Los gatos espantan, alejan a los pájaros. Apenas he visto gorrioncillos. El zumo de naranja matutino proviene de los naranjos del jardín. ¡No hay flores! Pronto las habrá.
Escribí a Panikkar a Santa Bárbara. Ayer me llamó por teléfono. (Se oyó primero la voz de la secretaria).
Otro dato: dice Claudie que Irene y yo tenemos mejor color. Es verdad.
¿Qué dice mi preciosa nieta de Cambridge? Llamamos a Isabel: el suceso puede ocurrir de un momento a otro. ¡Que ocurra!
Abrazos. Besos. Anita: ya lo sabes…
Vuestro,
Jorge
¿Por qué tener a E. hasta nuestra vuelta si no te va bien? ¿En qué consiste la diferencia si estamos o no estamos? ¿Los cuatro platos de la noche, la pequeña ayuda que puedo darte de vez en cuando los días de una cena o de un almuerzo que casi nunca dependen de nosotros?
Piénsalo bien. Yo creía que una persona en casa te podría ser útil para no dejar a Anita sola la noche, para no ocuparte nunca de arreglar la cocina, para las muchas cosas que hay siempre que planchar, etc.
Te dejo. Hoy es día de sol: me voy al patio. Esperamos siempre una carta de Anita. Abrazos para todos
Irene