19750303

 

La Jolla, 3 de marzo de 1975

 

Queridos:

O sea, Mr. and Mrs. Gilman, con Anita ausente y no muy lejana en ese París, al alcance de un avión. Ante todo, celebro que el gran libro de Steve sea leído, releído, comentado como él se merece. Siempre, por otra parte, es grato darse una vuelta por Princeton.

¿Qué fue de los señores Gómez Orbaneja? Bienaventurados sean —como se dijo en el Sermón de la Montaña— los que escuchan voz de banquero. ¿Dejó Emilio o envió un libro de Pérez Delgado para mí?

(Entre paréntesis: desearía saber si ha llegado un paquete de North Carolina University Press. No dejes, Teresa, de contestarme a este punto —mínimo, y por eso fácil de olvidar).

Claudie leyó un “paper” sobre Antonio Machado en el Simposio que se reunió en Florida, Tallahassee, el jueves y viernes pasados. Dice Claudie que estuvo todo aquello bien, de buena calidad. Todos, o casi todos, amigos.

Vino de Los Ángeles a verme Rubia Barcia —con su mujer. No los veía desde el año 51. Los encontré muy bien, muy simpáticos. Ayer, conversación con Irene, la hija mayor de los Catalán. Muy inteligente, muy fina. (Otro paréntesis: agitación porque Iris habla de divorciarse de Carlos —con disgusto de todos). Vinieron los Pierce, los tres. Roy, magnífico: un hombre superior. (Ya sé que no descubro nada).

Y Anita, lejos… Pensamos mucho en ella. Os abrazamos.

Jorge e Irene

 

(Mañana vienen Antó y Benedicte dejando los preciosos niños a los abuelos. Iremos a pasar un par de días a Northridge, antes de volver a Cambridge, el 1º o 2 de abril).