19680503
Cambridge, viernes 3 de mayo de 1968
Queridos:
Sin esperar más la carta de Teresa, os haré la crónica —breve— de nuestros últimos días. Celebramos —¿os lo dije ya?— el cumpleaños de Antó en su casa. Benedicte nos hizo una comida muy buena, muy refinada. Alan, muy grato a todos. (Más elegante, pelo más corto). El lunes hubo una cena en casa de los señores Bénichou. Cena en honor del profesor (de Basilea) Pichois, baudelairien distinguido. Asistieron los Martin. Nosotros nos retiramos a las once. Ellos continuaron hasta las dos —como en Madrid… El martes, cenamos en el Faculty Club. Juan (M.) lo organizó todo muy bien. Hasta la comida fue excelente. Pichois dio después una conferencia sobre L’Espoir de Malraux, muy terminada, muy bien movida. (Guerra civil española, etc., etc. ¡Qué vivo está aún todo aquello, es decir, todo esto!). Vino a casa Joan. Vinieron, tan cordiales, los Della Terza. Vinieron todos sucesivamente. Isabel —¡ya hizo su paper sobre Cézanne!— y Antó que venía de votar a McCarthy. (Todo Cambridge está a su favor). Estuvimos en casa de Edith. Desolada —y lo confiesa— en su actual situación. (No es “americana media”). Desolada —seré muy sobrio en estas frases— por el abandono en que, desde la muerte de Ben, la ha dejado Solita. (Interesada, dice ella, Edith, por el nuevo chairman inminente, un profesor de francés). Todos los amigos —añadió Edith— me atienden, me acompañan, menos Solita. “Y ya me lo decía Ben: No te fíes…”.
Me encontré ayer en Boylston a Anderson. Muy simpático, don Enrique. ¿Y Borges? No le echamos de menos. ¿Y las conferencias? Sólo he oído las dos primeras. Yo le conté lo que me contaron en Yale. (Información directa procedente de la source). Los Borges fueron a Wesleyan University. Un momento antes de comenzar la conferencia, Weber (el que fue alumno de Princeton) entregó el cheque ($ 250) a la señora. Entonces, ella pronunció estas palabras: “No. El precio ha subido”. El desconcierto de Weber fue tal que no acertó a presentar al conferenciante. La señora Astete de Borges añadió: “Son quinientos dólares”. Anderson me contó entonces, tras haber escuchado esta anécdota, otra, divertida. Pero esta carta se alargaría demasiado…
Volvamos a los nietos, siempre tan cariñosos. Isabel se refirió, dolida, a la carta que le había escrito Anita cuando ella, Isabel, pensó no ir a Europa. “Me hizo llorar una hora”. Etc., etc. Escribiré yo, respondiendo a su última carta, a mi nieta de Madrid.
(Por cierto, me entero ahora de que murió Jesús Gabriel. Lo siento de veras. Uno de los pocos lectores —entre los parientes de Valladolid— de mi poesía).
En Ínsula de febrero —la leí ayer en Boston— había alguna nota sobre este servidor. Y si en Ínsula de marzo o abril saliera algo sobre Homenaje, enviádmelo aquí o guardádmelo para París.
¿Tenéis todavía el informe de Claudie sobre Literatura Comparada? Si lo tenéis, ¿queréis hacer el favor de enviármelo por vía aérea? Gracias, gracias.
Abrazos, besos. Vuestro,
Jorge
Tony cuida el jardín y la casa es una perfección de silencio, orden y clausura (me refiero a los pisos de los Bénichou).
Besos y abrazos,
Irene