19761005
Cambridge, Massachusetts, 5 de octubre de 1976
Queridos:
No sé si mis últimas cartas a España habrán llegado a sus destinatarios. Sí me llegó, enviada desde Suiza, la carta de Emilio. Me conmovió. Era del “Joven Emilio”. Mi carta le había hecho reflexionar. En suma, como siempre, tan inteligente y tan cariñoso.
Cambridge. O sea, ante todo, Anita. ¡Cuánto nos gustaría verla con más frecuencia y sin tanta prisa! Está muy atareada organizando sus cursos con gran ambición. Y eso es difícil de realizar. Toma parte en la comedia de Wilde The Importance of being Ernest. ¡Qué criatura!
Hablamos con Antó. Antó ha dado una conferencia, invitado por Joaquín Gimeno, sobre métodos para estudiar la prehistoria de España. Parecía contento. Y yo, también.
Hablamos con Isabel. Todo va encajando en su sitio. (Patrick muy contento de su escuelita).
Vinieron los Lida. Ya están en Buenos Aires. Vinieron los Anderson. Don Enrique habló poco de la situación argentina. Silencio patriótico. Vinieron los Marichal —encantadores— con Bleiberg y su amiga. Casada, con cuatro hijos, ahora con el padre. Y todo como si… como si fuera normal y correcto. Vino a almorzar Alberto de Lacerda, nuestro gran ingenio lusitano. Divertida conversación.
Lo mejor de todo —en este instante— es esta placita de Gray Gardens, con el suelo casi cubierto de hojas amarillas, bajo una luz preciosa.
Estamos bien. Irene, atareada (no tanto). Se llevó vuestra televisión a su casa el Dr. Onesti para las necesidades múltiples de estos días.
Llegó Octavio —con Marie-Jo, enferma (algo de un disco). Fue a ver al médico —acompañada por Solita.
Telegrafiaremos a Renée a Provins. Abrazos a mi señor hijo, Elfie, Teresa y Steve. Vuestro,
Jorge
Os abrazo a todos juntos
Irene