Selección de cartas de Jorge Guillen a su hija Teresa (1948-1983)

París, viernes 16 de enero de 1948
París, lunes 26 de enero de 1948
Irún, 28 de junio de 1949
Valladolid, jueves 30 de junio de 1949
París, 2 de septiembre de 1949
Wellesley, 29 de abril de 1950
Wellesley, miércoles, 3 de mayo de 1950
Berkeley, 26 de mayo de 1951
París, 10 de septiembre de 1951
Sevilla, 18 de noviembre de 1951
Columbus, lunes, 9 de junio de 1952
Wellesley, 31 de diciembre de 1952
Wellesley, viernes 27 de noviembre de 1953
Wellesley, 11 de diciembre de 1953
Wellesley, 26 de mayo de 1954
Wellesley, sábado, 4 de diciembre de 1954
Wellesley, 16 de diciembre de 1954
Wellesley, 30 de enero de 1955
Wellesley, jueves 10 de febrero de 1955
Madrid, Lunes Santo de 1955
Wellesley, 2 de julio de 1956
Wellesley, martes 17 de agosto de 1956
Firenze, 17 de abril de 1958
Venecia, 22 de septiembre de 1958
Roma, 3 de enero de 1959
Catania, lunes 16 de febrero de 1959
Domingo, 22 de mayo de 1960
Roma, sábado 4 de junio de 1960
Roma, 17 de febrero de 1961
Venecia, domingo, 7 de mayo de 1961
Roma, 22 de noviembre de 1962
Florencia, domingo 9 de diciembre de 1962
Florencia, 18 de enero de 1963
Florencia, domingo 7 de abril de 1963
Río Piedras, 18 de enero de 1964
Santiago, 2 de setiembre de 1964
Roma, 17 de octubre de 1964
Florencia, 1 de enero de 1965
Florencia, 9 de febrero de 1965
Florencia, 29 de marzo de 1965
Pittsburgh, 13 de enero de 1966
Nerja, 1 de julio de 1966
Valladolid, jueves 6 de octubre de 1966
Málaga, 31 de marzo de 1967
Cambridge, 11 de setiembre de 1967
La Jolla, 7 de febrero de 1968
Cambridge, viernes 3 de mayo de 1968
Roma, miércoles 20 de noviembre de 1968
Málaga, 20 de enero de 1969
Málaga, 26 de febrero de 1969
La Jolla, lunes 20 de abril de 1970
Málaga, lunes 14 de noviembre de 1970
Cambridge, miércoles 31 de marzo de 1971
Florencia, martes 28 de setiembre de 1971
La Jolla, domingo 30 de enero de 1972
La Jolla, lunes 7 de febrero de 1972
Niza, 16 de febrero de 1973
Florencia, 24 de mayo de 1973
Cambridge, 2 de septiembre de 1974
La Jolla, 3 de marzo de 1975
Florencia, lunes 13 de octubre de 1975
París, martes 22 de julio de 1975
La Jolla, 18 de marzo de 1976
Cambridge, Massachusetts, 5 de octubre de 1976
Málaga, sábado tarde, 8 de enero de 1977
Málaga, 3 de setiembre de 1977
Málaga, 2 de noviembre de 1977
Málaga, 19 de enero de 1978
Málaga, martes, 20 de junio de 1978
Málaga, martes 23 de enero de 1979
Málaga, 21 de marzo de 1979
Málaga, martes, 7 de noviembre de 1979
Málaga, 29 de febrero (¡bisiesto!) de 1980
Málaga, 22 de abril de 1980
Málaga, fin de noviembre [de 1980]
Málaga, último día de julio de 1981
Málaga, 22 de septiembre de 1981
Málaga, 8 de diciembre de 1981
Málaga, domingo 28 de febrero de 1982
Málaga, domingo 17 de octubre de 1982
Málaga, 10 de febrero de 1983
Málaga, 18 de febrero de 1983

 

© 2022 los derechos de las cartas de Jorge Guillén a su hija Teresa son propiedad de los herederos de Jorge Guillén.

Cómo citar este texto: Arbona Abascal, G. y Fernández Urtasun, R., (2022). Antología digital Cartas de Jorge Guillén a su hija Teresa (1948-4984). Disponible en: https://guillen.linhd.uned.es/antologia/

 

Cartas de Jorge Guillén a Teresa

19480116

 

París, viernes 16 de enero de 1948

Queridos hijos:

Sí, a todos vosotros me dirijo, aunque sólo me conteste Teresa: En su carta recibida anoche me dice: ¡Qué èlan, Dios mío!, a propósito del silencio de la familia española, y especialmente del abuelito: —“¿Quieres que le escriba catastróficamente?”— Magnífico adverbio hiperbólico, que expresa las intenciones que animan a su poeta creador! Confieso que ya principio a impacientarme. Ya les he advertido que los esperaré hasta marzo. (Esta tarde iré a U.S. Line) pero ¿y si no viniesen antes? A ese tipo de inercia un año no es mucho más que un mes. Escribe, Teresa, pero tiernamente.

Hacedme todos los recados que os plazca. Retengo, pues, los ya hechos en la carta de anoche para Margot. Otro encargo de Teresa no lo he echado en saco roto —se refiere a la situación de María de Oñate. Voy a redactar enseguida la carta al presidente —y con el mayor interés. La conducta del que podría llamar, en elegante paráfrasis, “colaborador de Augusto” no me ha sorprendido, pero me ha indignado. Por cierto, esto me ha llevado a pensar en mis vacaciones. Vacaciones no respecto al trabajo sino a la maldad. ¡Qué descanso el de estos meses! No veo a nadie de quien deba o pueda desconfiar. Sólo trato a amigos en cuanto amigos (fuera de toda acción común), y a esta familia verdaderamente ejemplar. Lo repito una vez más y lo repetiré más veces: no podéis imaginaros como me cuidan Grand’ Maman y Renée. ¡Las dos por supuesto! Las dos se desviven por darme gusto, tenerme contento y ponerme la mejor alimentación y la mayor comodidad. ¡Y qué madre es Renée con sus hijos! Hace unos días cenaron en casa unos compañeros de trabajo de François con sus mujeres. ¡Qué esfuerzos hizo, durante toda la soirée, Reneé para que todo marchase bien!, ¡Y no pensando más que en dar gusto a François! Yo creo, Teresa, que debieras escribir por fin una carta a tante Renée, dirigiéndote a ella directamente y a Margot. (No hay que prolongar demasiado las escenas con lo que llegan a ser fantasmas de nuestra imaginación). Esto es lo que te diría tu madre —en forma más sencilla y enérgica. Por cierto, se me ocurren ahora ciertas consideraciones sobre nuestra común vida pasada en que antes no había pensado. Claro: es la perspectiva final, la definitiva y también es el método comparativo. M. Berl me ha hablado de cómo os habíamos educado. Pues no ha sido según una particular pedagogía; no hicimos más que vivir juntos, muy juntos, y así expresar nuestro ser, lo que de veras somos. ¿Y cómo hemos vivido? Muy sencillo: en amor y en verdad. Me importa subrayar el segundo término. Con vuestra madre hemos vivido siempre, siempre, día por día. (¿Y cómo no llorar al recordarlo?) al nivel supremo que es el nivel de la verdad. Eso es lo que significaba aquella crítica, dura a veces (la verdad es en definitiva un régimen riguroso), pero que expresaba la integridad de aquel espíritu —y su fuerza. ¿Habilidades? Nunca. La habilidad es la fuerza de los débiles: de ahí las tentativas laterales e indirectas y las acciones por carambola: para tocar una bola hay que poner en movimiento otras dos interpuestas. Sí, ese es uno de los aspectos de mi balance: la verdad. Mi madre vivió así. No hay duda alguna: es el vivir supremo (¡Qué suerte la mía!).

He comenzado a escribiros con la intención de contaros mis últimas andanzas. Pero se me ha ido la pluma a otros asuntos más nuestros para contestar a la carta de Teresa. También surge en ella, en la carta, la cuestión Harvard. Siento yo también infinitamente que ese asunto no se resuelva en estos meses. Pero la batalla (si bataille il y a) no está perdida. ¡Terminaremos viviendo en Cambridge! De modo que Antó hace progresos en inglés: ocurrirá pronto lo que siempre me imaginé: que Antó enseñará inglés al abuelo en sus próximos paseos por… América. Contadme, contadme muchas cosas de Antó. Teresa no me dice cómo marchan los trabajos de Steve (“trabajos” en su doble sentido: como estudios escritos y como trabajos de Persiles). Ayer compré el número de Realidad dedicado a Cervantes. Devoré el gran artículo de nuestro maestro don Américo. (Anoche estuve con Bataillon y me habló con gran admiración de Américo y de ese artículo). También compré el nuevo libro de Juan Ramón: La Estación Total. Hay media docena de poemas buenos, entre los mejores de JRJ. Pero el conjunto es flojo ¡y qué narcisismo —hasta un grado satánico!

Una última recomendación: necesito que Claudie me diga, si ya no lo ha hecho (como supongo) si envió o no envió aquellos cien dólares. Necesito saberlo inmediatamente para proceder en consecuencia. Teresa: echa una mano…

Una última pregunta de Teresa sobre Grand’Maman. Grand’Maman piensa ir a Princeton primero (para evitar los demasiados recuerdos de Welleslley) en esta primavera. Yo, en mayo. Grand’Maman poco después.

Adiós termino deprisa —por falta de este maldito tiempo— que es quien nos va matando gota a gota.

Besos. Abrazos. Vuestro

Jorge.

19480126

 

París, lunes 26 de enero de 1948

Queridos hijos:

Me separan de vosotros, si Dios y/o Valladolid no se oponen, ocho semanas. Siete aquí, una semana de viaje, en suma, un soplo, un relámpago. Comienzo a sentirme en la zona intermedia del viajero. Pronto os acompañaré en Libby House, me pasearé con Antó, charlaré con Claudie de biblioteca en cafetería: el mejor programa para mí —en este epílogo de vida que es la vida mía. Llegó la carta de Claudie con las informaciones sobre Harvard. Lo importante es haber trabajado y aprendido. Me sorprende mucho que Levin incurra en ese disparate de la adivinanza: lo peor del American way of life universitario. Todo se nos vuelve periodismo y radio: information, please. Cuéntame querido Claudie, el fin de la película y háblame de los conocidos nuestros de Harvard. ¿Y “don Amado”? ¿Y Poggioli? (Pregúntale cuando aparecerán nuestros poemas en la edición de Parma). Y no te apures contemplando la mezquindad de esas vidas de profesores tan escasos de todo ¡cada uno es y será cada uno! —todo se andará— sí, aunque sin la compañía indispensable. He leído no sé cuántas veces lo que Claudie me dice de vuestra madre. ¡Totalmente de acuerdo! Nosotros cuatro (es decir, cinco, seis, sabe Dios cuántos) siempre. Me conmueven, me hacen llorar, claro, esas palabras —tan enteramente verdaderas. Claudie termina “se lo debo todo: no sólo la vida, la salud, sino también lo poco que tengo, por dentro, de decente, de bueno y de fecundo”. De acuerdo, salvo en lo de “poco” —aunque esa frase no sea del todo exacta en su forma literal. Yo sólo sé lo que Claudie, que nunca se ha sentido huérfano de padre, quiere decir y significar. Seguiremos, seguiremos hablando de nuestro tema capital (todos los días que nos quedan por vivir juntos).

Visitas, conferencias, viajes en el metro, ojeadas a París, lecturas, escrituras: así van desarrollándose las semanas. Cogniat me invitó a ver La Dame de L’aube. No está mal, pero me dejó, nos dejó fríos. (Y yo no sé apenas nada de este simpático y discreto Casona… otra laguna). Para un hombre en mi situación resulta particularmente artificiosa esa manera de simbolizar la Muerte, dama torva de negras vestiduras. ¡Señor, lo terrible no es eso, la Muerte que no existe, sino el muerto, los muertos sin abstracción que valga! Voy dos tardes cada semana al Colegio de Francia (dentro de un rato, a las cuatro y media, me toca el curso de Baruzi sobre la contemplación platónica) pero ¡cuántas horas me llevan las gentes! Ayer tarde fui de nuevo a ver a Berl. Y anoche estuve, como todos los domingos, en mi “célula” como dicen en esta casa. ¿Demasiada insistencia? ¡Ca! Voy así, domingo a domingo, adquiriendo un conocimiento directo de ese círculo, o mejor, de ese ambiente, de ese estado de espíritu con tanta variedad y profusión de pormenores y aspectos que constituye una verdadera “experiencia”. Cada noche desfilan nuevos correligionarios. ¡Cuánto aprendí anoche sobre ese último grado del dogmatismo fanático! Sobre este punto os contaré muchas cosas (¡Y qué cura de toda posible tentación dogmática!). Se acaba el papel, son las cuatro (esto parece de pronto el cuento de don Lope de Sosa).

Besos a Antó. ¡Escribid, escribid! Teresa, no se te olvide el envío a los Berl. Abrazo de

Jorge

19490628

 

Irún, 28 de junio de 1949

Queridos hijos:

Ya estoy del lado de acá. A mi llegada, ayer, me recibió la señorita que conocéis. Saldré esta tarde a las seis y media para llegar a Valladolid a una hora intempestiva: las tres. Me he alojado en un hotel de medio pelo, y enseguida he encontrado la España castiza. Entre las mesas, en alta voz, conversación sobre toros. “Que si Paquito Muñoz…”. —“No, no es un torero de escándalo” (es decir, muy bueno)—. “¡Cómo! ¡De escándalo y medio!”. —Etc., etc.

La misma labia, los mismos temas de siempre. Y todo sumergido en el olor a aceite. ¡Este será mi problema: el culinario! Paseé un rato por la noche. “Churrería madrileña”. Lotería nacional (¡Jugaré!) “Gloria Colina Robledo, Profesora en partos” como decía aquel rótulo que fue el enigma de mi infancia en mi calle natal. Y, al volver a la “fonda”, ¡oh dulzura!, puse una silla en el balcón y gocé de la noche y de la calle. En el espejo, queda reflejada la calle. (Perspectivas dulcísimas que no permite América). No he dormido mal. He invitado a comer a la señorita de la estación; pero no puede aceptar porque acaba de reñir con su novio y la situación sería violenta.

¿Y la actualidad? Aún no la he visto. Solo, hasta ahora, la Eternidad. ¡Eternidad de toros y de aceites!

O mejor:

¡Eternidad de toro oliendo a aceite!

Estoy tranquilo, contento. Y solo. Pero solo.

Abrazos. (No hay tinta)

Jorge

19490630

 

Valladolid, jueves 30 de junio de 1949

Queridos hijos:

Os escribí desde París y desde Irún. Continúo mi relato. Llegué a Valladolid el martes, o mejor, ya el miércoles, a las tres de la madrugada, y en la estación me esperaban el abuelito, Leónidas y Claudie. (Aquí todos le llaman Claudio). ¡No, señor! Nosotros seguimos llamándole como le llamaba su madre. “¡Pues claro!”, acaba de decir Claudie. ¡Qué cariñosos, todos! Esta es mi primera impresión: la del bloque familiar. ¡Bloque, tribu, y qué junta! El abuelito está bien —de un humor delicioso. ¡Pensar que la vida no le ha dejado amargura ni rencor! De tres a cuatro de la mañana hubo conversación general. ¡Qué rica, Mais! Ayer se me pasó el día en conversaciones (también descansé). Vinieron a comer Nines, José y su mujer. Vino el tío Enrique. Los cambios físicos son “impresionantes” en los primeros momentos. Luego se van reabsorbiendo en la figura antigua y recordada. Esperanza Pachina, ya no, siempre me equivoco —se encuentra bien, casi bien, y hace vida normal. María, hasta ahora, perfectamente. ¡Y tan cariñosa! Todos se deshacen en elogios de mis hijos. ¡Pues sí señor, todo eso es verdad! Cuando el abuelito presenta a Claudie a la gente dice: “Esto es un nieto” ¡Cuánto hemos hablado de Antó y de Isabelita! Hoy, jueves, me levanté con sueño y cansado, y no fui a Valladolid. Y volví a descansar en la cama. Ahora mi única preocupación es la cocina: el aceite, that is the question! Ya empiezan a hacerme platos con mantequilla. Este problema ha anulado todos los demás. Y esta tarde, iremos al teatro: mi interés es volver al Calderón, el teatro de mi infancia. Mientras tanto, el calor, y sobre todo, la luz me tienen recluido en casa. Y las moscas. ¡Qué de moscas! Estoy esperando carta tuya, Teresa. ¡Cuánto me acuerdo de ti, de vosotros, de mamá! (Voy a escribir a Grand’Maman). Besos, abrazos, a los cuatro.

Vuestro

Jorge

19490902

 

París, 2 de septiembre de 1949

Querido Antó:

He tenido la alegría, al llegar a París, de encontrar tu carta y la de tu mamá. Siento muchísimo que tu papá haya estado en el hospital, y que le hayan tenido que quitar los pantalones. Pero me da mucha alegría pensar que mañana estaréis en Wellesley; ¡lástima que tu papá no pueda quedarse más tiempo con nosotros! Tengo muchas cosas que contarle. Y a ti también. Tenemos que hablar español más que nunca para que no lo olvides. Con ese propósito recibirás en dos paquetes —un regalo del abuelito y del abuelo— algunos libros de cuentos en español. Voy a decirte los títulos para que te diviertas: Cuentos chinos, El gigante egoísta, Felipillo, Los elefantes mellizos, Nidos de pájaros, El reino de la mariposas, Hansel y Gretel, El sastrecillo valiente, Los tres pelos del diablo, Los siete cuervos, El lobo y los siete cabritos, La bella durmiente. ¡Cuánto vamos a leer y a divertirnos! También te llevo algún juguete (de la familia). 9 trajecitos para Isabelita. No olvidé que el 29 cumplió un año. Y no le telegrafié porque no sabía dónde estaríais aquel día. ¡Qué ganas tengo de veros a todos! Felicidades, Isabelita. (Incluyo dos recortes para tu mamá. Que me los guarde, no tengo otros)

Muchos besos de

Jorge

19490902

París, viernes, 2 de septiembre de 1949
(¡25 años de Claudie!)

Teresa, hija:

Tengo muchas cosas que contarte. La explicación completa vendrá de la palabra y muy pronto. (Esto es lo mejor de todo: la esperanza de estar con vosotros en nuestra casa de Wellesley). Me limitaré a esbozar algunos temas.

Los últimos días castellanos los dediqué a la triste, melancólica tarea de despedirme y de preparar el viaje. Me llevo casi todo un baúl de papeles; veréis muchos retratos —lo más “precioso” para mí. El sábado estuvimos, gracias al coche de Leónidas, en San Rafael. (Don Ramón me había escrito dos cartas —¡no salgo de mi asombro!— invitándome a pasar dos días en su casa). Comí con la familia, toda ella empapada de romances y de épica. Don Ramón está magnífico de salud y en pleno trabajo (81 años). Una sola diferencia observé. Ahora es mucho más afectuoso. Por quien más y más cariñosamente se interesó fue por Pedro. Tras la comida vino Claudie, que ya le había visitado otro día. Todos me dieron la inevitable carga: por qué no volvemos a España Pedro y yo. Este tema ha reaparecido varias veces en varias conversaciones. Ninguna más intolerable que la de Viñas, que vino a la finca y habló otra vez con José y otra vez con Leónidas y el abuelito sobre mi “regreso”. La familia sólo ha aludido a la cuestión muy lateralmente, aunque ese es —naturalmente… su deseo. Pero en las horas finales nadie me dijo nada sobre ello. Horas sencillas y dolorosas, a causa de la edad del abuelito. Aunque la despedida fue lo menos patética posible, porque reunió delante de casa, ante el coche de José Antonio Rubio, todos lloramos. Y claro que cuando dije —inevitablemente— que volvería el año próximo, no tuve más remedio que pensarlo. Volver el verano que viene me costará mucho; pero no me siento capaz de la crueldad de dejar al padre sin mi visita. Y os veré, además, a vosotros. El padre ha perdido un poco durante estos dos meses: ahora está más indiferente a la conversación, más retraído y sombrío y soñoliento.

¡Qué familia, qué bloque de unidad y confianza es la familia española! (Como esta nuestra de París) Salí, pues, con José Antonio, encantados, en su maravilloso “haiga”. Nos detuvimos en Palencia; charlé un buen rato con Fernando de Unamuno; y no solo de don Miguel sino todo aquel hogar de Salamanca surgió evocado en la conversación (¡Es grato conocer a los hijos de estos hombres de calidad!). Comimos en casa de Antonio Guillén, ¡ay!, muy simpático y muy amable. Y a las siete estábamos en Vitoria. Iba a ver a Melchor (Fernández Almagro). ¡Gran Melchor! Muy superior a sus escritos y, ¡ay!, muy diferente. Él es, con Emilio, y después, José Antonio —quien mejor me ha hablado de la situación española con un implacable enjuiciamiento histórico. Defiende a Melchor ante Pedro, que solo le juzga por algunos artículos, pecados de insinceridad impuestos por el Régimen, pero exteriores a la inteligencia y al alma incontaminada de Melchor. (Diré, imitando a Rubén Darío: “Pido exégetas españoles”).

Y aquí viene el desagradable incidente. Viñas, el siniestro Viñas, coincidió con nosotros en Vitoria. (Había venido el mismo día con unos universitarios de Valladolid). Y nos encontró —a Melchor y a mí, poco antes de la salida de mi tren para la frontera. Me dijo una impertinencia sobre lo de siempre (que la actitud de Ortega, residente en Madrid, tenía mucho más valor, desde el punto de vista liberal, que el estar en Boston), y salté. Me puse “fuera de mí”, grité: la mayor cólera de mi vida. Aquello ha equivalido —casi— a un rompimiento con el que ya será mi enemigo público número uno. Enseguida no pensé más que en mi retina.

Renuncié a ver a Inés Salvador en Biarritz para evitar el cansancio. Pasé la frontera con toda facilidad. Descansé —¡con los ojos cerrados!— en Hendaya y en el tren. Tren que tomé el miércoles por la noche. A las nueve de la mañana estaba en Austerlitz con Claudie y Maurice. He descansado intensamente. Me encuentro bien. Y dejo todo el capítulo francés para la próxima carta inminente.

Abrazos a los cuatro. Voy a escribir a Antó. Vuestro,

Jorge

19500429

 

Wellesley, 29 de abril de 1950

Hija, Teresa:

Nunca te diré bastante con que interés espero tus cartas que siempre tardan en llegar demasiado para mi impaciencia. Las noticias que me das son tristes y comprendo tu minuciosidad. ¡Qué mala suerte, verdad, durante esta tu primera juventud, siempre ensombrecida por enfermedades y desgracias! Os acompaño con el pensamiento, veo a esa preciosidad de Isabel decir “Dónde, abué”, sigo las conversaciones de Antó —sobre el cual he tenido una carta de Carmen Figueroa, dedicada exclusivamente a hablarme de Antó… Me da muchísima pena —y me cuesta mucho trabajo— imaginarme a mi gente en tal estado de frustración. ¿Se acabará el diagnóstico del trauma?, ¿habéis apelado al Dr. Renans? Haz el favor, rica, de escribirme, aunque sea brevemente, pero con frecuencia. ¡Si la carta deseada no llena más de media hoja! ¡Cuéntamelo todo!

¿Qué podría contarte yo? Ya tengo el conforme de la Guggenheim (me siento casi “osado”). Hoy me ha telefoneado Amado para hablarme y ¡consultarme! Sobre si Steve debe escribir el libro sobre Galdós. ¡Pues claro que sí! Mañana comeré en Arlington. Esta noche, Ben Helman me invita a cenar y a ver el último concierto de la Sinfónica de Boston. (Edith ya está en París). Juan Marichal dio su conferencia en Wellesley. (¡No vimos a Solita!). Yo le presenté, y mis palabras encajaron exactamente con la conferencia, que yo no conocía. Nos une “la esperanza española”. (¡Ya sé las restricciones y objeciones que pueden hacer oliendo ese aceite!). Juan estuvo muy bien, es muy fino y muy noble. —Ayer han llegado las pruebas de la traducción del poema “San Juan Persa”. Suena muy bien en francés. No sé quién lo habrá traducido. Grand’Maman nos ha mandado —otro envío de París— el re-enter permit para que se lo prorroguen. ¿Con qué objeto? Lo que me cuentas de Renée. Bueno, mejor es ni hablar. Claudie no ha vuelto aún de Cambridge. Está nervioso. Le ha dolido lo de la beca, está muy lanzado a su tesis. La primavera va llegando muy lentamente.

Adiós. Muchos recuerdos a todos los familiares y todos los Gilman: me inclino respetuosamente ante el afortunado becario. Para Antó e Isabel muchos besos. Y un gran abrazo al abuelito, de quien me acuerdo continuamente.

Besos de tu padre,

Jorge

19500503

 

Wellesley, miércoles, 3 de mayo de 1950

Teresa, hija:

Esta mañana he recibido las siguientes líneas de Pedro (como siempre, nadie más atento, más delicado que él entre mis amigos. Ya lo sabía el padre: que “Perico Salinas” —como él decía— era un amigo incomparable).

“…Siempre recuerdo a tu padre franco, asimismo, jovial. Todo, su casa, sus adentros, era de una persona entregada a la vida sin reservas. A veces he pensado si no leí en CÁNTICO una forma muy distinta, de otro nivel de ese amor a la vida de tu padre, de su capacidad de vivir, transmutada en tu persona en esencia positiva y no en actos. Le recuerdo en la calle Almagro, en Valladolid, mejor que en parte alguna, en el centro de la casa, con lo que a mi me parece que tenía para todos vosotros, de padre protector, de asegurador de sus hijos, en algún apuro viviendo muy en lo de hoy le notaba yo esas cualidades que ya a los padres de ahora nos es difícil ejercer: autoridad, energía y bondad. Todo ello recuerdo, con posibilidad de uso.

Sabía yo, además, que en su caso, como en el de mi madre, era para ti un gran alivio saber que contabas con su ayuda para vivir menos preocupado del agobio material todo lo que se siente en los padres… de superioridad, de mejoría, de defensa, de amparo, de seguro te lo hizo sentir él en muchas ocasiones”. Etc., etc. (Pedro me habla luego de su niñez sin su padre, a quien apenas conoció y establece las diferencias entre nuestras situaciones).

Esas palabras no pueden ser más justas. Yo he dicho mil veces que la sustancia de Cántico se debe a mi padre y que yo no he vivido y no vivo más que de una chispa de su vitalidad. Y en cuanto a su fuerza de amparo… No quiero mezclar demasiado literatura con nuestra humilde vida verdadera. Pero si ya está dicho hasta en el poema “Ley natal” que os leí aquí. Por eso escribía ayer a los de casa sobre “el último desamparo” que me sumía, aunque sea ya abuelo, la desaparición de mi padre. Ya no podré contar con él, mi supremo punto de apoyo. ¡Me acuerdo del 36 y de Pamplona! Pero así fue toda mi vida. Hasta en los días del Hospital en Nueva York. Jamás me negó nada que le pidiese. ¡Y qué fortaleza moral! Por eso he podido creer en lo que creo y afrontar los días con cierta firmeza…

Claudie me repite que él se siente muy nieto de su abuelo —y tanto como el que más— ¡Naturalmente!

Escribidme. ¿Qué dicen las criaturas? (Tuve un telegrama de París).

Besos, abrazos. Vuestro,

Jorge

19510526

 

Berkeley, 26 de mayo de 1951

Queridos hijos, preciosos nietos:

Sí, estas semanas finales de curso se van pasando deprisa, entre pequeños quehaceres y comidas e invitaciones varias. Ya empiezo a sentir la hora de la despedida. Las gentes me agasajan, y mi “papel” de… poeta —¡sí, señor, ¿por qué no decirlo?— de poeta bien madurito se me impone en todas partes —como ocurría en México.

El curso de lírica ha salido bien. Ya terminé. Hasta el último día han asistido los Malkiel: mi mayor éxito de profesor. ¿Por qué María Rosa, tan crítica, suspende su severidad conmigo? La hipótesis más modesta es… que debo de serle simpático personalmente. ¡Qué elogios me arrojó la otra noche por teléfono! Con estas pruebas de simpatía coinciden con las cartas que voy escribiendo sobre Cántico, y no oigo más que parole flatteuse, ¿correré el peligro de ponerme tonto? Y me digo: ¡cuidado! Pero ya vendrá algún Tío Paco con la rebaja… El primer artículo ha sido el de Melchor, siempre tan activamente amigo mío. ¿Cómo no voy a entenderme mejor con él que, por ejemplo, con Dámaso? A Dámaso le he enviado todas las últimas publicaciones, hasta los versos mexicanos de Novedades, y le he escrito. Mañana —me dice hoy Pedro— se embarcará, feliz con sus dólares —y sin haberme dirigido ni dos palabras. Ya sé la excusa: que estaba preparando su libro sobre la novela y leyendo en Yale los libros que no encuentra en España. ¡Sí, sí! De Pedro, en cambio, —naturalmente— tengo noticias con frecuencia. Pedro está enfermo, con reuma; no puede apenas andar. Ha renunciado a su viaje a Cuba —donde van a representar Judit y el tirano— y no sabe si podrá venir a Los Ángeles. En ese caso, yo iría directamente a México. Por todo lo cual os pregunto: ¿qué proyectos tenéis? Quisiera saber: fecha aproximada de llegada a México; ciudad o pueblo en que viviréis, alojamiento previsto. Yo no sé qué hacer en cuanto a medio de locomoción. Tengo que intentar un esbozo de presupuesto, voy a moverme mucho entre mis últimos dólares de Berkeley y mis primeras pesetas de Valladolid. ¡Cuánto siento no contar aquí con la ayuda de Teresa, para poner en orden mis cosas y equipaje! Pero hablemos de otros temas pendientes. Ante todo, la carta de Renée. ¡Qué desastre, Dios mío! Yo espero que Grand’Maman resistirá aún muchos meses, y sin duda, años. ¡Qué final tan triste y doloroso, y qué injusto! Por cierto, la historia del secreto de Monique me parece totalmente estúpida, y muy significativa. Se trata, para Renée, de sustituir a la madre, de ser siempre la primera: antes que el marido, en mi caso; ahora, antes que la madre de Monique, etc. Decididamente, no puedo entenderme con Renée —por otra parte, tan desgraciada, tan abnegada— y tan cariñosa. Ya les he mandado los 520 dólares que restaban en la cuenta de Wellesley. Grand’Maman creyó que no había más que 512, y se limitó a no pedir más que 500 —dejándote a ti el piquillo. Pero no: había 520 dólares y algunos centavos. ¿No te parece, rica, que, en vista de esa situación tan apurada, era preferible enviar la cantidad redonda de dólares? Pienso en cómo todas estas cosas habrían atormentado a mamá. Comentemos las otras cartas. Las de Claudie son estupendas. Sí, es curioso: cada día se siente más español, y menos francés. Lo primero tiene, por fuerza, que encantarme; pero no necesito que me sacrifique a Francia. (Yo, por mi parte, no siento disminuir en nada mis aficiones francesas).

Ahora Claudie me habla de su reclusión en su casa para comenzar a componer la tesis. ¡Por fin! Y claro, no vendrá a Harvard, y seguirá un año más en Colonia. Bueno; el plan no es disparatado. Además, el niño ya es mayor y realiza su propia voluntad. ¡Perfectamente! (En sus últimas cartas, me dice Pedro que en estos momentos de dificultades materiales, Jaime los ayuda muy poco. Esa cuestión no se arregla, por lo visto).

La carta de Curtius me ha “impresionado” no sólo por la importancia del opinante y el amable emballement en la opinión —sino porque anuncia un artículo. También Bowra, otro crítico —scholar— de autoridad europea, afirma lo que no se podrá decir en España, porque el extranjero simplifica ya, como si fuese un juicio póstumo. Blecua y Gullón preparan sendos artículos; otro, Guillermo de Torre, otro habrá en Sur. En fin, ¡soy un venerable vate! A este propósito, una historieta. María Rosa me pone en relación epistolar con sus amigas. Una de ellas me escribió colocándome al lado de… Sófocles, etc., etc. Total: que le dirigí este poemilla:

Ana María

Ya que usted, ay, me lee, remota Ana María,

Como si fuese un vate muy barbudo

que nunca abrazaría,

mi antigüedad eludo

para dar fin a fábula demasiado gloriosa.

Y levantando, no se asuste, mi propia losa,

me atreveré a pedir la imagen más concreta

de una Amarilis que es de verdad Ana María,

porque precisamente es el poeta

quien tanto ha menester de su fotografía.

Los amigos hicieron creer a esta muchacha que los versos eran una mistificación de María Rosa. Por fin, resplandeció la verdad; y me envió un retrato —bonito, como el original, con esta dedicatoria: “Para Jorge Guillén —ahora mi buen amigo y siempre mi poeta”. ¡Cómo todas estas cosillas harían sonreír a mamá! Os lo cuento porque completa el cuadro de esta primavera… con Cántico sobre mis espaldas. —Y a todo esto, no he escrito nada sobre mi preciosísima nieta Isabel. ¡Me remuerde la conciencia! De modo que Antó va a volar solito como un hombre… Querido Antó: ¡me asombras!

Adiós. Abrazos a los cuatro.

Vuestro,

Jorge

Steve: me escribe Santayana preguntándome si recibiste su artículo. Yo creo que está esperando unas líneas tuyas de agradecimiento. (¡Escríbeme a mí también!).

19510910

 

París, 10 de septiembre de 1951

Lunes, 11 y cuarto de la mañana

Teresa, hija, queridos todos:

Pienso en tu madre y en ti constantemente. No quisieron que pasara la noche en casa; al llegar, un poco antes de las nueve, Grand’Maman estaba respirando, se encontraban ante ella Renée, Marie Thèrése (la sirvienta), la enfermera y Claudie. Y, luego, yo. Nueve menos cinco, dulcemente. Pero ¡qué serenidad en el rostro, de anciana, por fin vencida después de una lucha tremenda! Anteayer aún hablé con Grand’Mamán: quería presenciar mis impresiones primeras ante Dominique, niña hermosa. Ayer, domingo, se precipitó el curso fatal. ¡Hace ocho días que llegué! Es verdad: mi llegada, el deseo de volverme a ver —y en mí, lo más cercano a su hija— ha sido la última meta en la vida de Grand’Maman, su última alegría profunda. Hasta concibió la esperanza de volver a veros a vosotros. Ayer, la inconsciencia delirante se mezclaba con momentos de lucidez; se dio así, cuenta, por iluminaciones rápidas, de su estado. Ahora, envuelta la cabeza —a medias velada— por un velo, ya de cera inmóvil, descansa. En tu madre, joven aún, hubo unas horas de serenidad, hermosa, majestuosa. Esta vez, en el rostro anciano el reposo es ya más cruelmente definitivo. En fin, ¡qué pena! Claudie se ha portado muy bien. ¡Tan sensible, tan bueno! Y con mucho tacto. El entierro será el miércoles, a las nueve de la mañana. La noticia de la muerte y el entierro se dará después. Ayer vi a Olga Levaillant, y me habló con gran admiración de Grand’Maman. En efecto, yo no he conocido un alma más pura, sin un mal pensamiento, sin una mala pasión, tan dulce y tan fuerte. ¡Qué voluntad, qué carácter de gran señora! Te escribo llorando. Pero yo sé que nadie llorará más la desaparición de Grand’Maman que tú.

Pasaré ahora a mis planes de viaje. La estancia en París se me acorta —naturalmente. Pensé primero marcharme dentro de quince días —sobre todo para estar con Claudie. Pero Claudie me dice que quiere continuar conmigo más tiempo, y que mejor sería que nos fuésemos los dos a Valladolid. Económicamente nos conviene más esto —aun contando con el viaje de Claudie— que seguir en París, tan caro. Nos iremos, pues —supongo— hacia el 20 o 21.

Una pregunta: ¿para quién son la camisa y las medias? Perdona, rica, no recuerdo bien tu encargo. Dímelo enseguida. ¿Hasta cuándo habrá que escribiros a Gull Lake? Escribid lo antes posible.

Otra noticia triste. El sábado ha fallecido el tío Enrique. Telegrafié y escribí ayer a Valladolid —y con verdadera pena. Otra figura de mi infancia y mi adolescencia —de toda mi vida— que desaparece. Le debo al tío Enrique mil momentos alegres, tiernos, felices. ¡Que en paz descanse!

Muchos besos a Isabel y Antó. (Todos me dicen que en las fotos que enseño a mucha gente, Isabel se parece a su abuela. ¿Verdad que sí? Isabel está exactamente en la línea de la pobre Grand’Maman). Un abrazo a Steve. Muchos besos a ti, hija.

Jorge

Ma petite Chéri, j’ai pensé à toi tout le temps et tu ne peux t’imaginer les jolies que tu as données à Maman avec les photos de ces petits enfants qu’elle ne se lassait pas de regarder. Elle est calme maintenant, la pauvre Chérie.

Je vous embrasse tous

Renée

19511118

 

Sevilla, 18 de noviembre de 1951

Queridos hijos y nietos:

No me dejan respirar un momento —un momento libre— los amigos, muchos, fieles, cariñosos, generosos de esta Sevilla que tanto queremos. Llegué el lunes. Con Margot, “charmante”, pasé día y medio. Mañana saldré para Granada, camino de Murcia. (Y la invitación —es decir, el billete Madrid-Lima del Perú no llega… no llega… Je commence à m’enervér).

¡Cuántos recuerdos de todas partes, y cómo se aviva aquí nuestro recuerdo, el de los niños que fuisteis y el de vuestra madre, a quien me encuentro en todos sitios! Sevilla, preciosa, íntima, delicada, pequeñita —al lado del magnífico énfasis de Roma. Acabo de ir yo solo a nuestra casa del Nervión. He contemplado —sin atreverme a entrar, los dueños no están ahí— la casa, la terraza, los balcones, los limoneros que están al pie, la tierra labrada de enfrente, el panorama que fue nuestro. ¡Ay, rica, qué felices fuimos allí, verdad, los cuatro! Aquí están los mejores años de mi vida —sin duda alguna… En cuanto a los amigos, Joaquín Romero encantador, más Rey Moro que nunca; Carande, muy afectuoso (¡con un hijo poeta!); Peña, los Castros, las hijas de don José de Castro, Carriazo etc., etc., todos, amabilísimos. El ABC local dio la noticia en gacetilla aparte y “de JG en Sevilla”. Y salen jóvenes lectores de Cántico y alguno me lo comenta y me lo explica. En fin, ¡qué pena —por tantas cosas—! Pero hay estos consuelos de amistad. De Claudie tuve carta. Se empeña en que viaje a Colonia. ¡Pero si no tengo tiempo!

¿Y mis nietos preciosísimos, cuyo retrato enseño a todo el mundo? Escribidme a Valladolid. ¡Eh! Se trasladarán los muebles (a Valladolid).

Adiós. Besos. Abrazos. Vuestro

Jorge

Todo el mundo me habla del España en su Historia con gran admiración. (Nota para Steve).

19520609

 

Columbus, lunes, 9 de junio de 1952

Queridos hijos y nietos:

No os sorprenderá que, ante todo y sobre todo, me acuerde de vosotros, pequeños y grandes. (Entre los grandes está Isabel, “aunque tan chiquitina…”). Os contaré mi argumento. He escrito tres poemillas en aleluyas; estoy con otro, cortito. Opero diariamente en la cocina con toda corrección —si no con habilidad. He cenado en casa de los Halty, de los Pradal y de los Calderón. Esta mañana almorcé con Lida, que se va mañana. (Lida me contó su visita a don Américo, ¡ah, cuánto quiere a Steve! “Después de Tichnor y de Longfellow… surgió Gilman, que nos compensa de los centenares de papanatas que hay por ahí…”). Mañana cenaré con Adolfo. Primero, le llevaré una copia de “El encanto de las sirenas”. Correo no ha faltado. Telegrama de Miss Melcher pidiéndome mi opinión sobre Pierre Schneider.“Levin not enthusiastic”. Yo le he recomendado ya very strongly. —Me han llegado revistas y libros de Estonia —publicados fuera de Estonia— con traducciones del señor Abué, y un artículo sobre la poesía española y J. G. El traductor, que cita a Curtius —¡bella cadena!— que dice que “your poems have been my most intense experience in modern European poetry” (with Valéry, Pasternak, Perse). Pero ¡qué bien marcha el negocio! Gillet me pide un artículo sobre Pedro para la Hispanic Review ¡Demasiado tarde! Ha llegado para Steve la edición que ha hecho Blecua del Libro Infinido de Don Juan Manuel. ¿Qué más? Guardo todos los números del periódico con los twins. Gabriel Pradal me hizo ayer unas treinta fotos. Esta tarde las he llevado a revelar. (Los Pradal se van mañana). ¿Quién ha dicho que los hombres son malos? Todos los amigos me tratan como si fuera un objeto con la etiqueta: “frágil”. Buenísimos, amabilísimos. Las rosas pequeñas, encarnadas se han multiplicado. Las ardillas y los pájaros juegan en el jardín. Los amigos de Antó preguntan por él. Y yo… En este momento me llama Mrs. Anibal para invitarme a cenar con ellos y con Lida en el Faculty Club; estarán aquí dentro de veinte minutos. ¿Lo veis? El hombre nace bueno, y América lo hace mejor. Good bye!

Abrazos. Besos para Antó, Isabel, Teresa y… Mr. Gilman. Junior.

Vuestro

Jorge

19521231

 

Wellesley, 31 de diciembre de 1952

3 menos 10

Queridos hijos, queridos nietos:

Están sonando las Noches de Falla, —magnífico regalo, ¡gracias!— y os quiero enviar estas líneas antes de tomar el autobús. A las cinco veré a Steiner, luego a Claudie. Cenaré con los Lapesa y pasaré luego por casa de Solita. La enfermedad del pobre Juan ha desbaratado nuestros planes. Dormiré en Dunster House, y mañana comeré con los Marichal y María de Oñate. Anoche fue la lectura de la semblanza de Federico en Dunster. Claudie y Jaime prepararon un ponche servido en el intermedio —porque resulta una conferencia-Parsifal. ¿Y qué deciros? Había unas veintitantas personas; algunas apenas conocidas mías, y los amigos de siempre. ¡Qué fieles estos ya viejos amigos! El final —un “Lamento”— fue seguido de un silencio de verdadero duelo, como si se nos volviese a reunir Federico. Y así era. Claudie os lo contará todo —me ha dicho esta mañana por teléfono. ¡Ese niño! —Ya sabes que yo soy el primer admirador tuyo. —¡Qué cosas tiene que oír este pobre Monsieur Guillén, viejo bardo!

Y ahora me pondré a revisar mi ensayo sobre Herrera para el Homenaje a Amado. Me resigno a publicar esas cosas —ya antiguas en mi trabajo, y quizá las reúna en volumen— ¿una Antología de prosa?— ¡Van pasando los años, y tengo tantos proyectos y deseos de poemas! En fin, todo el mundo está muy cariñoso conmigo. Pero me faltáis vosotros. Y mamá. Me preguntan por mis nietos, y enseño sus retratos: ¡Abué, sí, entusiasta! Un abrazo a Julián. Abrazos a todos. Esta es la última carta del año. Y ahora, 1953 ¡Y adelante!

¡Cuántos recuerdos! ¡Cuántas ganas de veros! Vuestro

Jorge

¿No os he dicho que acaban de decir a Juan que no seguirá en Harvard? Estamos todos indignados, ¡qué estúpida injusticia! Juan, deprimido.

19531127

 

Wellesley, viernes 27 de noviembre de 1953

(Pedro habría cumplido hoy 62 años)

Queridos hijos y nietos:

Pasó Thanksgiving agradablemente. Comimos Lapesa, la sobrina suya de Smith, y yo en Horton, invitados por los señores de Conde. La conversación, tras el intermedio de la siesta, duró toda la tarde. Escribí a Laurita agradeciéndole su invitación. Claudie me había representado anoche en aquella casa. (Claudie me dice que está exhausto de tantas y tan varias ocupaciones).

De modo que cuando llegue esta carta a Columbus, estaréis gozando de la compañía de don Américo y su esposa. Saludadlos de mi parte. Acabo de recibir una carta —muy interesante— de don Américo; y le contestaré dentro de unos días, cuando se encuentre él en Princeton. —Contadme todo, quiero decir, cuéntame, Teresa.

Me alegro infinito de que Gabriel Pradal cuente con tan gallardo ofrecimiento de Cornell. Decidme en qué para ese asunto. Y mientras tanto enhorabuena a Don Gabriel.

Esta tarde veré a Lida en casa de Edith. Estuve en Boston con un joven poeta que se llama Cid, pero no de Vivar sino de Boston. Cid Corman, amigo de Claudie; en su revista Origin quiere publicar algunas traducciones de Cántico. Por cierto, la revista se imprime en Palma de Mallorca; la impresión allí es mucho más barata que en Londres donde se imprimía antes Origin. Ahí es más barata que en los Estados Unidos. ¡Palma, Palma!

Ay, qué agradable se pone la vida pública en esta época Eisenhower. Tono muy bajo, macarhthysmo creciente, entontecimiento creciente. Todo ello me aflige y me da miedo. ¿Quedará todo nivelado por una bomba de hidrógeno mccarthysta? Supongo que Isabel se encuentra ya bien. Me acuerdo mucho de esos dos niños. Voy a escribir a Jacotte. He sabido lo de Marie Thérése.

Adiós, Abrazos.

Jorge

19531211

 

Wellesley, 11 de diciembre de 1953

viernes noche

Queridos todos:

Hace un tiempo maravilloso, no me encuentro mal, y me siento —sabe Dios por qué reunión de pequeñas causas— “contentísimo”. (Empleo el superlativo con moderación y reservas…).

Pronto iré a veros: primera causa. Cada día me acuerdo más de esos niños. ¿Se acuerdan ellos de este señor de Wellesley, con lentes, un poquito calvo y —otro detalle— que les quiere mucho, mucho, mucho? Otra causa —y nada pequeña— de satisfacción es la carta que he recibido hoy de don Américo. Me escribió de México, y le respondí en catorce páginas —¡así como suena!— muy cariñosas, muy admirativas, pero sin dejarme en el tintero ciertas reflexiones. No sabía cómo tomaría mi contestación. Pues bien, Don Américo me escribe muy cariñosamente, y de acuerdo con mi “admirable carta,” “sólo escribible por usted”. (Por mí). Se me ha quitado un peso de encima, y me he puesto contentísimo. ¡Gran don Américo!

Correo agradable, ayer: una revista inglesa Atlante, con un artículo de Madariaga “Virgil in Spain,” que termina inopinadamente llamándome —¡qué exageración!— “the greatest living poet in Castillian language”, —lo cual no es verdad —el primero es don Juan Ramón Jiménez—, pero me ha sido grato. ¡Gran Madariaga!

Plan de viaje. Tengo, por fin, que pasar algún día en Nueva York. Me detendré también en Bryn Mawr. (Ya he escrito a Solita y Juan.) Total: que quisiera salir el martes 22 para llegar a Columbus en ese tren que me indicaba Teresa, por la mañana, hacia las ocho.

Claudie debía venir ahora. Pero irá a Nueva York. (Esta vez se llama Evelyn…). Mañana almorzaré en casa de Isabel Pope. Celebro que la estancia de los Castros —según me cuenta Teresa— haya sido un éxito. Tengo ganas de veros.

¡Ah! Importantísimo: (Sólo para la Mami: compra varios regalos sustanciales para esas criaturas. Procura arruinarme aunque no definitivamente…).

Besos, abrazos.

Jorge

19540526

 

Wellesley, 26 de mayo de 1954

Teresa, hija, queridos nietos:

Me acuerdo de vosotros más que nunca. ¡Escribidme! Necesito escucharos. ¿Qué hacéis por esas Castillas? Aquí la primavera está todavía llegando. Hoy hace bueno, pero ¿mañana? Termina el curso. Claudie no ha venido aún. Escribo cartas, escribo coplas, hago proyectos. Hago ya los preparativos del viaje (espero la contestación de la señora Giovanelli). No sé aún el número de habitaciones con que contamos. Pero, no hay duda alguna, cabremos todos; y Esperanza, aunque ya no sea Rochina, tendrá todo el sitio que le corresponde. ¡Cuánto me alegra pensar que vendrá a Italia! Me gustaría saber cómo piensan ahí sobre lo de Washington. El Inquisidor va perdiendo mucho ante la opinión general, incluso ante los tontos que lo aplaudían. Su vulgaridad es evidente, resplandeciente, deprimente. Están reuniéndose ahora —lo leía ayer en el periódico— los Adventistas del Séptimo Día y anuncian el fin del mundo y, por lo tanto, la vuelta de Cristo. En el Parlamento Inglés se ha dicho que seis bombas de hidrógeno bastarían para destruir a Inglaterra. ¡Seis bombas nada más! Son los terrores del año 1000. ¡No, no! Vosotros entraréis con pie firme en el siglo XXI. ¡Sursum!

Los árboles entorno a esta casa están ya llenos de hojas; el viento los mueve. Me acuerdo de otros meses de mayo de Grand’Maman y Germaine. Abrazos a todos los Lozanos y Guillenes. Recuerdos a todos los amigos. De Steve no sé nada. Le supongo ya desgraciadísimo en su soledad. ¡Escribidme! Avisad con tiempo vuestro traslado a París.

Vuestro,

Jorge

19541204

 

Wellesley, sábado, 4 de diciembre de 1954

Queridos hijos:

4 de diciembre. O sea, tercer aniversario de la muerte de Pedro. Escribí anteayer a Solita y a Juan, y les dije cuánto me habían emocionado Los Santos, (“Cuadernos americanos”), la obra maestra de Pedro en el teatro —como La voz a ti debida y el Jorge Manrique en los otros géneros. Voy a decirle a Juan —suavísimo conmigo— que os mande Los Santos.

Ayer recibí una carta de Claudie, escrita después de la excursión a Bonn. Parece muy inquieto, desasosegado, vacilante. Llegó a comunicarme su malestar. Pero yo no puedo permitirme el lujo de creer que podría él no regresar a este país. No, ese disparate no se consumará. Voy a escribir de nuevo a Llorens. Ayer fui a un cocktail “en lo de” Poggioli —archiamable con nosotros, hijo y padre (ya, ya veréis). Levin habló de Claudie, “very brilliant”, como representante de la Escuela de Harvard frente a la Escuela de París en crítica y literatura comparada. Poggioli, aparte, me dio una carta de MacLeish, a quien tuvo que hablar del asunto —a causa de la “historia” del padre—. MacLeish: “Dear Renato: This is a sad and shocking story. That a young man should be refused a visa because, being of French nationality, he served in the French Army rather than in our own, undergoing basic training in this country, is simply incomprehensible to me. It may involve a literal application of the law but I can’t believe that even this law requires a bureaucratic literalness of the kind here involved. I think I understood you say that the matter has been brought to the attention of Senator Smith of New Jersey. That’s certainly to go at things. If further appeals to Senators or Congressmen are thought desirable, I should [be] very glad to write. Faithfully yours, MacLeish”. (Poggioli entendió como en vías de hecho lo que es una mera posibilidad: el llamamiento al senador).

Y ahora… ¡agarraos! Ahora viene lo del padre: ¡servidor! Envié a Poggioli una separata de The Hudson Review y me pidió cuatro más, y otra dedicada a MacLeish. No quiso decirme para qué. Ayer me lo explicó. El Comité de las Norton Lectures de Harvard ha escogido tres nombres como candidatos para las seis conferencias del curso próximo (ya sabéis: Eliot, Bowra, Cummings, Wilder, etc.). El primero —no sé quién— y el segundo —Wallace Stevens— no han aceptado. Queda el tercer candidato a quien van a dirigirse: ¡yo! Proyecto, por desgracia, absurdo, disparate sin posible realización digna. Hay que dar esas conferencias —seis— en inglés, y publicarlas en libro. Honorarios: una atrocidad. No sé, 17.000 dólares… Todo ello no encaja, sobre todo ahora, en 1955-1956, en mis circunstancias. Pero ¿cómo es posible que se les haya ocurrido que yo pudiera ser la vedette requerida en esas solemnísimas ocasiones? Más: MacLeish quiere que se me conceda el Premio… —no recuerdo el nombre: el que fue concedido a St. John Perse. Eso sí, ¡ahí no veo inconveniente! Entre las personas a quienes hablé en el cocktail estaba un profesor Miller que me saludó amabilísimo. ¡Está en ese comité! (Todo obra, creo, de Poggioli). ¡Dios mío, qué aventuras! Claro: secreto absoluto. Esperemos ¿Qué os parece? (Cené en casa de Ginou. ¡Qué cena! Y comensales —judíos— divertidos). El jueves iré a New Haven a almorzar con Peyre. Recibí las cartas adorables de los nietos. Les contestaré pronto. En este momento llega la carta de Teresa: volveré a escribiros muy pronto. Ahora voy a seguir con Claudie. Vuestro

Jorge

19541216

 

Wellesley, 16 de diciembre de 1954

Queridos hijos:

Os he enviado —¿los habéis recibido ya?— setenta dólares, que serán distribuidos entre los cuatro Gilman del modo que Mr. and Mrs. Gilman juzguen oportuno. (Me imagino que el regalo o los regalos de cada nieto costará o costarán de 10 a 12 dólares por lo menos).

Tengo muchas cosas de qué hablaros. Estos días han venido tan llenos que hasta hoy no he encontrado el momento de contaros el fin de mi aventura. Estuve el jueves en New Haven; Peyre, tan verdaderamente bueno y generoso, me animó a no renunciar a ese premio gordo de la Lotería Universitaria. El viernes vi a la Presidenta, Miss Clapp. Muy fina, me escuchó y me entendió muy bien. El efecto de la carta de… [sic] Pero se me ha olvidado empezar por el principio. El miércoles anterior recibí la invitación del Comité. ¡Carta épica! Escrita por MacLeish en los términos más afirmativos y elogiosos. El Comité de las Norton Lectures me proponía unánime y entusiastamente. Seis conferencias. 17.000 dólares. La obligación de publicar el libro. La posibilidad de dar un curso o un seminario en Harvard: Wilder lo dio, Stravinsky no lo dio. Hindemith lo dio… El efecto de la carta fue extraordinario. Miss Coe me escribió: “I am proud to know you”. (¡Gracias a MacLeish!). Sigo adelante. Tras la visita de la Presidenta, fui a ver a MacLeish el sábado. Muy “sweet”, muy caballero —y a la vez, político. Me pidió Cántico. Me regaló Songs for Eve, su último libro con una dedicatoria: “… with profound respect and admiration…”. Pues bien, mi razonamiento se resumió así. Me cuesta mucho trabajo renunciar a esta única “opportunity”, y no solo para mí, sino para la poesía española, para España. Pero esta invitación no me conviene en mis actuales circunstancias. Habría dado las conferencias en inglés —traducidas por mi yerno y mi hijo de mi texto español. Pero lo importante no es el acto de la conferencia sino el libro. Libro que me habría exigido dar “my best” no solo por la solemnidad de la ocasión sino porque nada hay para mí más grave que escribir un libro. Este me habría interesado mucho. Y me habría pedido dos o tres años, por lo menos, de trabajo, antes y después de las conferencias. Yo no sé hacer las cosas a medias. Habría tenido, pues, que interrumpir más o menos completamente el otro libro, Clamor, el que está ahora en plena marcha. Dato importante: voy a tener 62 años. Como dijo la Presidenta: “For my soul” es más esencial mi libro de poesía. Pero… “¿podría volver a ser invitado otra vez? No quisiera renunciar definitivamente…” .Y MacLeish me dijo —él es el presidente del Comité— que sí había esta posibilidad, sin que ello implicase materialmente promesa. Yo expuse mi criterio con el temor de que pareciera ridículo. El efecto fue contrario. MacLeish me repitió: “Wonderful! Wonderful!” Y también: “We are proud of you” o cosa así. Final de la entrevista: MacLeish es presidente de la American Academy. Cada cinco años se concede un premio a un poeta extranjero. El premio anterior fue para St. John Perse. El próximo, —en el próximo mayo— me serán otorgados a mí. 1.000 dólares. MacLeish añadió riendo —y por excepción, en francés: C’est déjà quelque chose! Por supuesto, es un secreto, estilo americano. Yo no se lo he comunicado —secretamente— más que a la Presidenta. Y ahora a vosotros. Porque volví a ver a Miss Clapp ayer. Le dije: ¡Soy… como Wilkie, candidato a la Presidencia! La carta ya ha producido sus consecuencias morales… Y nada más. Os lo aseguro: si hubiera tenido que dar las conferencias en español, habría tomado la misma decisión. No, no puedo dar todo mi esfuerzo a otro libro. Teresa me dice en su carta: “Tú te escribes unas conferencias maravillosas…”. ¡Qué rica! Eso demuestra la confianza que en mí tienen mis hijos. Sí, pero yo sé lo que me habrían exigido unas conferencias, si no maravillosas, dignas. Por otra parte, no he vacilado un solo instante, y lo he pensado largamente. Así de acuerdo conmigo mismo, estoy seguro de que tu madre, Teresa, habría aprobado mi conducta. Y ¡quién sabe! Espero que esta invitación me vuelva, tras la primera edición de Clamor. Clamor, que ya cuenta con más de cinco mil versos. La primera edición contendrá dos tercios de la obra. Este año que ahora termina es, me parece, el año que más he escrito. Contaré los versos, deben de ser más de dos mil. Hay que aprovechar esta buena racha…

Escribiré muy pronto. Y a los niños. Claudie. Me parece buena idea que viniese él. Se lo he consultado a Llorens. ¿Y por qué no a Princeton? No os digo: M… Ch…[sic] todavía os escribiré muy pronto.

Abrazos, besos.

Vuestro,

Jorge

19550130

 

Wellesley, 30 de enero de 1955

Hija, Teresa:

Llegó Claudie, con buena cara, contento, dispuesto a hacerse americano enseguida. ¡Qué criatura! Yo, feliz entre las prisas y las ocupaciones importunas. El barco, a consecuencia del mal tiempo, no llegó hasta el viernes 29 por la mañana. Iba yo a salir el miércoles, y retrasé mi viaje hasta el jueves a la vista de tres telegramas: uno de Claudie y dos de Willis. (Llorens me llamó por teléfono. Insistió. “Willis se ha portado muy bien”). Pero todo ello se complicó con el deber inútil de tener que ver a una señorita Martin, candidata al Departamento, que debía pasar aquí el sábado. Pero antes acudiría a un meeting de Arte en Nueva York. Yo intenté verla el jueves y el viernes. No la encontré a pesar de mis reiterados esfuerzos. No pude, pues, acompañar a Claudie (se hospeda en casa de Edmund King) a quien esperaban los amigos para cenar en casa de Llorens. (Cena preparada por la señora Crocco). Y furioso me volví a Wellesley la noche del viernes. (La señorita, simpática y flojita quedó eliminada después de nuestras conversaciones y comidas del sábado). Te cuento todas estas cosas para que entiendas por qué no fui con Claudie a Princeton —como era mi deseo. Anoche fui a Arlington, ¡qué viajecito! Y hoy he seguido metiendo libros en cajas. Ayer escribí muchas cartas. Y como dejé lo más importante (para mí) hasta el final, no tuve tiempo —porque comí de improviso con Manolo; y por eso te escribo hoy lunes. Espero que Claudie venga esta semana a Wellesley ¡qué poco tiempo le voy a ver este año! Y esto me desgarra ya el alma. (No pudo, por cierto, cobrar el papel que traía. Había que ir muy lejos. Yo le di el dinero que necesitaba).

Me ha hablado de vosotros; pero me ha sabido a muy poco lo que me cuenta ¡qué ganas de veros! Claudie me ha explicado tu plan de veraneo —que yo ignoraba. Así me he enterado de cuál será mi plan: el vuestro. ¡Province! Perfectamente.

Yo he hecho la reclamación en el Post-office ¿No habrá habido malentendu con la concierge en casa de Renée? De acuerdo: Iré por de pronto a un hotel que me ha indicado Claudie. (H. Cayre Boul, Raspail). Tengo tantas cosas —pequeñas, es decir, mías, de mi modesta vida que contarte. Pero ya me parece que estoy llegando. Aunque mediará todavía todo un mes antes de veros. ¿Y esos niños? Me acuerdo cada día más de los dos.

Mr. Procter me dijo por teléfono: que pida (Claudie) el lunes sus first papers. Y los demás piensan y sienten lo mismo. ¿No hay presión? Hay cierta “presión”. Yo ya he cumplido: doy a este país mis hijos y mis nietos… Como Santallana. Como Madariaga. (Ayer cené en Arlington con los Lida y me despedí de María Rosa. ¿Enfadados? No, por Dios). Voy a cenar a Stevens.

Besos

Jorge.

19550210

 

Wellesley, jueves 10 de febrero de 1955

Queridos hijos, queridos nietos:

Estoy cansado ya y con sueño, pero, antes de salir a las once y media para Nueva York, os diré que ayer mismo recibí carta de MacLeish en que me dice que, The American Academy of Arts and Letters, me concede el “Award of Merit Medal, together with a cash award of $1.000 for distinguished Achievement in the Arts of Poetry”. (Los anteriores poetas premiados fueron Auden y St. John Perse). ¡Perfectamente! Y yo concluyo ¡qué generosos son los americanos! (Este año me dan la Guggenheim y este premio académico).

Y me digo, por otra parte: el mejor premio será, va a ser… reunirme con mis hijos y mis nietos. Lo mejor de toda esta galaxia, querido Antó, para mí son… mis hijos y mis nietos. (¿Y si hiciésemos un viajecito por Francia este verano tú y yo?). Esta tarde a las 5 me esperará Claudie. Hasta pronto, besos, abrazos.

Vuestro

Jorge

19550418

 

Madrid, Lunes Santo de 1955

Querido Antó, querida Isabel:

Ayer en cuanto vi a los señores de Gilman, me preguntaron y me requetepreguntaron por vosotros. ¿Qué hacen, qué dicen, qué comen? Son buenísimos. ¿Tienes una carta de Antó? Y tanto el papi como la mami se quedaron muy tristes, muy disappointed Antó: escribe una carta al papi y a la mami. Que Isabel dicte a Esperanza algunas líneas. Por eso os escribo en secreto.

Trazo estas letras en la terraza del café Gijón, la una, hace calor. Tengo que cubrir mi calva para que el sol no me la caliente demasiado. Espero a los señores de Gilman. ¡Viva España! Nos acordamos mucho, mucho de vosotros. Y de Esperanza, de Mais y de sus padres. Adiós. Muchos besos de vuestro Abué

Jorge.

* * * *

Torremolinos, lunes 18 de abril de 1955

Mi querido Steve: Ahí tienes las cuartillas que propongo a la iniciativa de tu pluma… y a tu inmensa amabilidad. No te esfuerces en traducir de un modo estricto. ¡Que tu Musa te sople! Te agradeceré mucho que me envíes la traducción —si es posible a máquina en dos o tres copias, y si no, manuscrita a Valladolid. De allí la reexpediré yo a nuestro Mac Leish ¡gracias, gracias, gracias!

El tiempo, ventoso, fresco, un poquito nublado por la mañana temprano y por la noche, no acaba de ser todo lo primaveral que uno espera. Saldré de aquí el viernes. Descanso, trabajo un poco. Os echo de menos. Recuerdos a Mrs Gilman Jr. Y a mis nietos y a toda esa casa.

(American Academy of Arts and Letters, 25 de mayo de 1955)

El premio con el que tanto me honra la Academia Americana me hace pensar ante todo en la generosidad americana. El mejor hombre será siempre el más generoso, y sin duda, Norteamérica posee esa virtud eminentísima en grado incomparable.

He aquí a un escritor español cuya obra se desenvuelve dentro de los propios límites lingüísticos. Obra en verso, apenas traducida y apenas traducible; y muy poco puede representar la traducción de la poesía. Todos los impulsos conscientes e inconscientes del poeta se dirigen hacia el vocablo sin posible sinónimo: su sentido no habrá de ser desintegrado de su sonido. Todo se conjura para que el poeta quede encadenado a su idioma. (Y las excepciones —un Petrarca, un Rilke— son rarísimas). Sin embargo, la Academia Americana, superando la tradición de hospitalidad que es la historia de este Continente, se permite el lujo de conceder algunas de sus recompensas a escritores extranjeros: modo muy amable de reconocer y saludar a esos residentes casi perdidos en la inmensidad de este país. Cierto que la vida actual, si es de veras actual, va dejando de ser provinciana. Y como la existencia interior de un pueblo depende más que nunca de las relaciones internacionales, todos o casi todos somos ya —y más cada día— compatriotas alrededor de un planeta común, bajo un común destino. Con ese destino colaboran también, desde sus modestos rincones, los poetas.

Entre los intereses y los dogmas del mundo contemporáneo, tan feroces los unos como los otros, la gran poesía —en cuya “inutilidad” yo no he creído nunca— mantiene su papel creador: creador de vida en la plenitud de su forma, es decir, de plenaria vida valiente. No hay poema sin ritmo, y no hay ritmo que no conspire a favor de nuestro pulso animal y espiritual. Hasta el poeta más naufragado en el nihilismo de hoy, por contradicción inevitable, se pondrá del lado de la vida, aunque la niegue —si la niega según su estilo poético, creador. No, no se trata de vaguedades idealistas, de evasiones más o menos oscuras. El poeta lo es gracias a una actividad fecundante. Ya sabemos cuál es su partido: el de la creación. De ahí que trabaje siempre en pro de la comunidad humana, por mucho que se aleje y se esconda alguna vez, interpretando mal su misión. Evitemos los fáciles Apocalipsis. En el futuro creador del hombre tiene fe, entre congojas y dudas, la comunidad humana toda hostil al culto del Satanás atómico.

El poeta hoy festejado agradece profundamente a la Academia Americana un galardón tan honroso. Pero lo que más importa es que honre con ella la función vital de todo poeta.

J. G.

19560702

 

Wellesley, 2 de julio de 1956

Queridos hijos:

Recibí ayer tu carta, Mrs. Gilman, que se cruzó con otra carta del que abajo suscribe. (Vivimos ahora entre el sainete de Arniches y el esperpento de Valle-Inclán).

Transcurren los días en una paz perfecta; en mi Wellesley más perfectamente Wellesley. Apenas veo a los vecinos. Y trabajo. Estoy en la parte central de Clamor. O sea a la dedicada a mamá, ya van dos sonetos —“Rosa estrellada” y “Entonces”— y un poema de cuatro páginas: “Una iluminación”. Por las noches leo las cartas de aquellos años, para evocar nuestro ambiente.

Curiosa coincidencia, puedo hacer mía la frase de Lenin. —No hago más que leer, escribir y esperar… esperar vuestro regreso. Para los dos, para los cuatro, abrazos, besos convenientemente repartidos.

Jorge

Claudie, trabajando sobre su artículo de A.M. Me lo traerá a Wellesley

19560817

 

Wellesley, martes 17 de agosto de 1956

Queridos hijos, queridos nietos:

Los días de Middlebury siguieron siendo muy agradables. Nos divirtió mucho a todos la representación de la obra, que resultó muy bien (Claudie apareció entre los abuelitos, en el foro popular). Hubo cena en casa de Guarnaccia; se prolongó —me contó Espe— hasta las cuatro de la madrugada; y el más desatado y divertido de todos fue… don Juan Marichal. Yo di una segunda lectura (de Cántico). Y me alegré. (Recibí un digno cheque…). Regresamos el domingo con Juan. Y Claudie continuó hasta Princeton. (Claudie, por cierto, muy seriote y preocupado. ¡Difícil juventud! Todo son rosas cuando se llega a la vejez). Miguel Prados, amabilísimo, me encontró con muy buen aspecto. Y me dijo para explicarlo: ¡La vejez! Y ya he reanudado la dulce vida de costumbre. He comenzado a trabajar hoy. (Y también, en el libro de Pizarro. Me encargaron que escriba un breve prólogo. Y he de cotejar copias y manuscritos). Hoy he visitado a mis vecinas Justina, Sofía, Manola. Anoche vi a los Huden. De Buenos Aires, nada… Voy a echar esta carta en el buzón. Y me iré a Stevens… Os supongo felices.

Escribidme. Pienso en vosotros cuatro, uno a uno. Os abraza

Jorge

19580417

 

Firenze, 17 de abril de 1958

Queridos todos:

¡Cuánto os envidio! Habéis asistido a la boda de Claudie y Elfie, habéis volado, estáis en el Paraíso… (¡Ojo! Ya sabéis que ahí se contagia el “complejo hedónico”). ¿Cómo se ha portado Anita en todos esos trances y aventuras? Por otra parte, lamento la situación del padre de Steve, y todas las aflicciones que la acompañan. Pero el viaje a Puerto Rico me hace pensar que la situación no se ha agravado.

Estaba esperando conocer mi dirección en Roma para escribiros. Te debo varias cartas, Teresa. Pasado mañana me trasladaré a la Ciudad Eterna donde no sé si veré —como me desea Ninis— al Santo Padre. Sí, a no sé cuántos amigos “que me esperan” —me escribe Angela Bianchini. Escribidme, mejor dicho, escribe, Teresa, hasta el 31 de Diciembre a Pensione Rubens-Via Borgognona 46-Roma.

Yo volveré a esta ciudad hacia el 5 de enero y me instalaré en la Pensione Ragnini Via Montebello 40 – Firenze. Razón del cambio de alojamiento: el conflicto entre las horas de comer en Corso Italia 28 y la reunión con los amigos del Paskowski. Amigos afectuosos que reclaman este cambio de horario.

Temo repetirme. No sé si os he contado ya, o sólo a Claudie, mis últimas jornadas. La conferencia —sobre Berceo— agradó al auditorio, especialmente a Contini y a Macrì. Me dieron tales aplausos, una medalla de Oro —a título de homenaje. Y la señora Longhi me pidió textos para su revista Paragone. La señora Longhi de gran estatura, como una corpulenta abstracción estatuaria, La Justicia, La libertad, es la novelista excelente Anna Banti. Su marido, el profesor Roberto Longhi, es uno de los mejores historiadores del arte italiano, rival de Berenson. Ayer comí, acompañado por Contini y Macrì, en la suntuosa villa de los Longhi. Y todo, en italiano, y todo como si fuese… un poeta europeo. ¡No estaré soñando! Yo creo que no. Y la prueba… Pero es todavía demasiado pronto. Ayer se publicó en el periódico de Florencia, La Nazione, un artículo sobre ese poeta, acompañado de fotografía y de algunos events biográficos. Os lo enviaré. Y alguna fotografía también.

Respecto a Maremágnum, las noticias son contradictorias. En Barcelona, en Madrid, no se ha prohibido. A Valladolid enviaron unos policías que retiraron ejemplares que por casualidad tenía algún librero. La familia ha debido asustarse. También León Sánchez Cuesta, que me escribió. También Emilio, preocupado. Total: esperemos. Esperemos en Italia. No hay mal que por bien no venga.

Saludadme a los amigos de esa isla: a Nilita, a Ricardo Gullón, a los Onís, al amigo lector… Teresa: me conmueve que en cada carta te refieras cariñosamente a mi retorno. Si Claudie va a tener hijos, que el primero sea hija. Una hija es lo más smart que existe en este mundo. Abrazos y besos a todos los Gilman.

Vuestro

Jorge

19580922

 

Venecia, 22 de septiembre de 1958

(Tu madre habría cumplido 61 años…)

Teresa, hija:

A la hora de comer llegó tu carta. Te contesto después de la siesta. Día nublado por primera vez. ¿Será el comienzo del otoño? En ese caso, al sauce le agita mucho el viento, tal vez me fuese antes a Florencia. Ya me han buscado —Elisa Aragone— una pensión: Pensione Croccini, Corso, Italia 28. Allí pienso trasladarme el viernes 3 de Octubre, y así habré pasado las tres semanas proyectadas.

Anoche fui a ver los Gurvich; se ha celebrado en la isla San Giorgio un Congreso de Filosofía. Los encontré por casualidad. Él goza de una Fulbright (no sé cómo se escribe ese nombre). Muy simpáticos. Pasé una hora y cuarto con Eugenio Montale como es su costumbre: en el Danieli: (Sale el sol y llueve. El sauce se reposa). Estuvo él, tan adusto en general —amabilísimo. Muy dentro de sí, poco propenso a la comunicación, pero quiere hasta recomendarme para un premio. ¡Chitón! Por otra parte, nada, ganas de hablar.

He visitado a la viuda de Fortuny hijo; un palacio con pintura mala y telas interesantes. (Señora francesa de ochenta años. Llena de vida). La madre de la señora Mariutti, viuda, la hija de Sánchez Rivero tiene 94 años. Pequeñita, pizpireta. Dio a luz a 12 hijos. ¿Qué más? Escuché el concierto dirigido por Stravinsky, pequeño, muy cargado de espaldas, muy calvo. ¡Hermoso concierto! He estado solo dos veces en el cine: películas sin importancia. Me paseo por Venecia, ¡no me pierdo! Díselo a Antó. ¿Qué más? Trabajo todos los días. Me encanta que me cuentes cosas precisas. “Al baile” dice Ana. ¡Cuéntamelo todo! ¿Y Bénichou? De Claudio no sé nada. No me reexpidas los impresos. José me ha reexpedido aquí bastantes. Pienso en vosotros, os quiero. Di a Anita que la voglio bene. Besos, abrazos.

Jorge.

19590103

 

Roma, 3 de enero de 1959

Teresa, hija:

Tus dos cartas —del 18 y del 27— llegadas hace media hora, me han alegrado y desolado. Ante todo, os encontráis bien; y, además, me dices cosas tan sweet que me conmueven —come di solito (solito: costumbre). Pero ¿es posible que no pudieras dormir a causa de ese retraso del correo? Porque yo te escribo as usual, y ha tenido que haber algunas cartas perdidas —si no están esperándote en Arlington. ¡Es tal el jaleo de estas semanas —con esa inmensa bobada en el vacío de las felicitaciones de Navidad! Y luego, vuestro viaje, el cambio de dirección… Siento infinito que hayáis tenido esa impresión de silencio.

No, no me pasa nada que no sea agradable —y toquemos madera. No os podéis figurar con qué reverencias y consideraciones me tratan estos amigos italianos. ¿La visita de ayer? Fui a ver al profesor, gran profesor Schaffini —por encargo de Montale. ¿Objeto de la visita? Es más prudente no hablar del asunto: otro premio (muy importante). ¡Los amigos italianos se empeñan en premiarme! Comí con María Zambrano —mucho más interesante hablando que escribiendo–– y algunos literatos de Roma. He conocido no sé a cuántas gentes más. Y todos me hablan del premio Taormina —hasta un extremo que ya empieza a serme desagradable. Porque me obligan a salir de mi sendero habitual, a ver, por ejemplo, esta tarde al profesor Debenedetti, del jurado, a telefonear a Belonci, del jurado, etc., etc. Et tout ça m’embète. Yo no pido ni he pedido jamás nada. ¿Los honores? Llovidos del cielo —como un bombón en la boca. Volveré a Roma en febrero —que es cuando se habrá decidido lo del premio. Hay mucho gossip en torno a este asunto. Ya os lo contaré más tarde. Hoy voy a comer con Ramón Gaya, en su trattoria, y veré sus cuadros; honor concedido a muy pocos. Le encuentro más formal, más varonil, simpático.

Seguiré aquí hasta el jueves 8, en que volveré a Florencia —donde quiero terminar lo de San Juan de la Cruz.

Se me olvidan detalles. Comí en casa de la novelista (siciliana) Livia de Stefani, bellísima señora. Angela Bianchini da una party en su casa el domingo: reunión con profesores to meet Prof. G.; entre ellos estará Samonà, el de la Celestina ¡Hablaremos de Steve! ¿En qué trabaja Steve ahora?, ¿sigue con lo de Rojas? (No se te olvide contestar a estas preguntas).

La foto de la niña es preciosa. Tengo ganas locas de verla, de veros, sobre todo a mi hija, que es lo más sweet de este mundo para su padre. En el correo han llegado también unas palabras —ardientes de Simone Crocco ¡Carina!—, y anoche unas líneas de Claudio, felicísimo al parecer. ¡Así sea! Escribe a la Pensione Pagnini de Florencia Via Montebello 40.

¡Feliz Año Nuevo! Abrazos. Besos. Vuestro

Jorge.

Dadme noticias de Gullón y de sus ediciones juanramonianas.

19590216

 

Catania, lunes 16 de febrero de 1959

Queridos todos:

Por fin he venido a Catania, en avión —dos horas— ayer domingo. A mi lado, el asiento estaba vacío y pensaba ¡el asiento de Antó! Fui al Etna en excursión, ayer mañana, hablé con unos y con otros, y por la noche, en el Hotel Excelsior —donde nos hospedamos— se celebró la fiesta del Premio. Aplausos, fotos, dedicatorias… Hablé en italiano (texto que preparé con un “colega”) y en español. Se leyeron tres de los poemas traducidos por Montale. (Por la tarde hice, “representé”, una entrevista para la Televisión: ejercicio largo y minucioso —que luego se condensa en un minuto y medio—). Y recibí el sobre con “Vale por un millón”. Esta mañana he hecho que se modifique el cheque para que lo pueda cobrar en Florencia. Aquí, en el Hotel, termina todo, es decir, la estancia pagada, ahora al mediodía. Hay tantas cosas que ver en Sicilia que no se pueden precipitar las excursiones en pocas jornadas. Además, tengo que volver a Roma para celebrar la otra fiesta en la librería; lo de Catania sólo había obligado a aplazarlo. Me voy, pues, a Taormina, que visitaré, y de allí a Roma.

Todo el mundo está amabilísimo. El director del Banco del Lavoro, a donde fui con mi cheque, me llevó al café, me hizo probar los dulces especialidades del país, me regaló un paquete de esos dulces.

Y todo eso, por los versitos… Abrazos, besos.

Jorge.

19600522

Piazza S. Ignazio 170

Pensione Monini

 

Domingo, 22 de mayo de 1960

Queridos todos:

Mal informado por Renée, envié un telegrama a Irene, y en su consecuencia, no la encontré en la estación. ¡Roma! Suena la campana de la Iglesia de San Ignacio en este momento. La plaza es preciosa, y más, una tarde muy soleada y silenciosa —de domingo, con poca gente y pocos automóviles.

Esta mañana visitamos el interesantísimo Museo Etrusco. Procuraré ejercer con frecuencia mi deber de turista. Pero ya la vida ha vuelto a ser cotidiana. Y estoy repasando poemas antes de seguir adelante con más Clamor. (Por cierto, en la librería española de la rue de Seine se han vendido 2000 ejemplares de Maremágnum. ¡Estupendo!).

Otro dato literario. Ayer oímos por radio la lectura de tres poesías de Cántico, traducidas por Bigongiari. ¡No puedo quejarme de estos amigos italianos!

Irene me encarga que en su nombre os salude. Ha recibido tu carta, Teresa, y está conmovida, commossa. Y yo también. ¡Estos hijos! Irene me dice que de nadie le he hablado tanto, durante estos últimos meses, como de Anita, a quien se figura conocer. ¡Cuánto hablo de esa criatura! ¿Recibió mi cable?

A todos os recuerdo constantemente. Abrazos. Besos. Vuestro,

Jorge.

19600604

 

Roma, sábado 4 de junio de 1960

Queridos todos:

Os echo mucho de menos y no tengo noticias de ese Continente. ¿Qué hacéis?, ¿y Renée?, ¿y los exámenes de los niños? ¿Y Anita, sin exámenes y ya tan sabidora?

Voy viendo amigos poco a poco. Ayer comenzó un Convegno o Congreso, “La cultura en la sociedad italiana”, organizado por algunas revistas literarias de izquierdas. Irene conoce y me presenta a mucha gente en el teatro Valle —donde se celebra el Congreso. Ungaretti me besa, —como de costumbre… Habló bien Piovene. También el joven y escéptico Zolla. ¡Qué elegantes y distinguidos son los socialistas y comunistas italianos! (Habló Bandinelli, “el conde rojo”…). Esta tarde perorará Longhi, el gran profesor de arte de Florencia.

A Florencia iré a pasar dos o tres días. Los amigos de allá me reclaman. Tengo que tratar con Macrì de la traducción de Lenguaje y Poesía. Libro que en España tropezaría —estoy seguro— con la censura. Y a propósito: Jaime Gil de Biedma me ha escrito una carta —cariñosa— explicándome por qué no ha salido todavía su libro —ya anunciado por Ínsula y los Papeles de Cela. El comentario de Cara a cara no ha sido aprobado por el Censor; y el dicho Jaime ha vuelto a redactar esas páginas, lo que le ha obligado a presentar de nuevo el libro a la Censura. Se hila delgado, en lo que a este servidor se refiere.

La otra noche, después de cenar, fuimos a casa del Profesor Micheli, y allí saludamos a otros tres matrimonios. Todos eran juristas —¡juristas!— amigos de Irene. Hemos visto El acorazado Potemkin, y alguna otra película. He visto a Biagia Marniti, he recibido carta de Cacciatore. Sólo Anita conoce a estos amigos…

Besos a las damas, abrazos a los varones.

Jorge

19610217

 

Roma, 17 de febrero de 1961

Queridos:

Me angustia hoy particularmente la falta de tiempo. No puedo escribiros la carta gustosa que me habría complacido redactar ahora. Las cartas, la gente, estos trabajos secundarios de corrección y copias… Esta mañana me han telefoneado de Milán. Mondadori deseaba Lenguaje y Poesía. ¡Demasiado tarde! Lo tiene ya Lerici. Pero Mondadori publicará en una preciosa colección la “Le Silerchie” —un tomito con dos ensayos: Alonso Quijano… y “Ticknor”! Es una amabilidad de Debenedetti. Le escribí una carta agradeciéndole la invitación a Crotone. Anteayer me pidió permiso para publicar en Paese Sera esa carta, modestísima, pero la mejor que se ha escrito sobre el Premio Crotone. Non esagieramo! He firmado el contrato con Limes, esta mañana también —para Federico en Persona. ¡Esta comedia literaria! Me divierte, me sonrío, me anima.

Estos días han sido de intensa mondanité ¡como si estuviéramos en Cambridge! Anoche, cena fría —a la americana— en casa de una pintora. Hablamos con Moravia, Elsa Morante, Guttuso, etc., etc. Guttuso, buen pintor, comunista, siciliano, discutió violentamente con la Morante (la mujer de Moravia) llamando a la UN y a los Estados Unidos “asesinos”, por lo de Lumumba. ¡Sin explicación excesiva! Claro que lo del Congo es algo muy feo. Goytisolo se ha movido mucho estos días en Roma. ¡Somos amigos! No vi a Castellet, también por aquí. En otra casa estuvimos con Chiaramonte, con Garosci —liberales y antifranquistas—. Vino a visitarme la otra noche mi amigo jesuita el padre Alonso Schökel. Y mientras tanto, Irene copia y yo corrijo. Y escribo cartas, cartas. ¡Siempre atrasado! Sin tiempo, sin tiempo suficiente. ¿Qué hacer? Irene ha recibido una carta de Ronchi. Dificultad: el cuarto para una persona. “Antó”: ya os escribirá. Y está aquí Ivar Ivask. Encantador. Y… vegetariano. En casa de Arciniegas cenamos el jueves. Qué ganas de veros a vosotros. Besos y abrazos.

Jorge.

19610507

 

Venecia, domingo, 7 de mayo de 1961

Queridos todos:

Vine a Venecia el jueves pasado. Me alojo en la Pensión Seguso —donde estuve el año 55. Cada vez que se vuelve a esta ciudad, Venecia vuelve a ser extraordinaria. Di una conferencia —“Bécquer”— en español ante un público de estudiantes y algunas personas más: Diego Valeri, Campagnolo, etc. Meregalli —correcto y tal vez tímido— me presentó como “buena persona”. Bueno. Comí en casa de Meregalli con el grupo español. Hablé mucho, me cansé, dormí, tomé mi “capuchino” y continuó la sesión con Campagnolo —el de la Société Européenne de Culture. Cenamos en la Trattoria Madonna invitados por Meregalli, unos cuantos profesores, entre ellos Valeri con Nini Oreffice —que vino de Padua para verme. Sábado: presencié la llegada de la reina de Inglaterra y de su esposo desde los balcones de la Biblioteca Marciana (estupenda biblioteca) Piazza San Marcos. Guapa, y elegante, la reina. A todo esto, me acompaña y me guía por este laberinto la fidelísima Bruna. Comí con Aldo Camerino y su mujer. Es el crítico del Gazzettino de Venecia. A las seis leí la conferencia, la de Alonso Quijano, en la preciosa Fondazione Cini, de San Giorgio. Gente distinguida; elogiaron mi “italiano”, pobre de mí… El Conde Cini, gran señor, riquísimo, gran hombre de negocios, me ha invitado a comer hoy. Después, invitados por el profesor Branca, de la Fondazione Cini, cenamos en la Columba: luego regresamos a San Giorgio, y presenciamos una estupenda sesión de fuegos artificiales en honor de la reina. Mañana y noche —reina y fuegos— sentí no tener conmigo a mis nietas. Me trajeron a la Pensión —¡y no en taxi! — dormí, hice un poemita sobre los fuegos, he desayunado, voy a escribir a Claudie; vendrá Bruna, iremos a la academia. Luego, Cini: el tren, a las cinco. Os lo he contado todo. Besos, abrazos.

Jorge.

19621122

 

Roma, 22 de noviembre de 1962

Thanksgiving!)

Queridos todos:

Comeréis pavo con el Uncle Harry y los suyos en este día, mientras que nosotros continuaremos con los diarios spaghetti. Hace frío o llueve bastante en Roma, y esto se ha unido a un doble catarro, ––de Irene y de servidor para disminuir un poco la frecuencia de nuestras visitas. Vimos a Angela Bianchini, modestamente muy contenta con el éxito —franco— de su libro. Hoy cenamos con Clotilde Marghieri; ayer comimos con Elena Croce, vivacísima, muy amable con nosotros. (Acababa de regalarle Lenguaje y Poesía y de escribirle una carta sobre sus Ricordi familiari, librito en que traza muy bien el retrato de su padre). Dos hijos se le casan ahora a Elena. (“Il nonno” repetía la muchacha, encantadora). Pues al nono se le festeja ahora, décimo aniversario de su muerte. El domingo por la mañana asistiremos al teatro Eliseo, donde se pronunciaron discursos en honor de Croce —entre ellos, uno de Montale. Ayer visité a Mozza —conte Umberto Mozza— también gran “liberale di sinistra”, a quien llevé un libro del amigo portugués Lacerda. Hemos visto también a la familia, Ottavia, Giancarlo, a otras personas más, los Cacciatore, Biagio Marniti. De espectáculos, sólo una magnífica exposición mexicana. Cordiales recuerdos a Alastair Reed. Por cierto, no sé nada de Di Giovanni, ni de la Antología que debía aparecer ahora. Aunque me fue muy difícil leer la carta de Anita, la comprendí toda. Pienso en Isabel y en Antó “que son muy ricos”, claro. Steve: mañana veré a Samoná. Hablaremos de ti.

Besos, abrazos, Vuestro

Jorge

Seguiremos en Roma hasta el 29 o 30.

19621209

 

Florencia, domingo 9 de diciembre de 1962

Queridos todos:

Hemos hecho una excursión a Artimino —hoy al mediodía con los Bettochi, invitados por ellos. A 24 kilómetros de aquí; “Villa Medicea”, colina, restorán excelente. Bettochi es una de las mejores personas que se encuentran por esas latitudes, además de un excelente poeta. Ayer tuvimos cena con motivo del Premio Citta de Firenze y me tocó estar sentado entre las dos poetisas premiadas. Para seguir con la literatura añadiré que el jueves voy a Roma para volver al día siguiente. Asistiré a la “presentatione” del Machado de Macrì, segunda edición aumentada, tomo imponente; y lo embarazoso es que hablaré en italiano. Por cierto, me he soltado de pronto en italiano con una desenvoltura que a mí mismo me sorprende. Y no tuve más remedio que aceptar la invitación de Nini Oreffice para hablar en Padova el 19 de este mes sobre Valery, al alimón, con Diego Valeri. Pero no todo es literatura. Me hicieron, Teresa, el análisis de sangre, con resultado satisfactorio. ¡Nada! Sigo con vitaminas y fricciones, bajo el cuidado atentísimo de Irene y me encuentro mucho mejor —hasta el punto de que Macrì y los amigos del café creían que me teñía el pelo… Pasó por aquí Scheiwiller y me ha pedido que reúna, para festejar mis 70 años, la “Suite italienne” que deseaba hace tiempo. Ya la he formado: 24 poesías. ¡Ah! Y acabo de recibir Las tentaciones de san Antonio, en bonita edición hecha en Santander. (Es una colección de libritos de Navidad). Una pregunta: ¿Llegó a casa para mí el segundo volumen del Homenaje a Dámaso Alonso? Lo reclamé. Me contestan que me lo mandaron. Aclárame este punto. Recibí una carta de Steve, lo que me encantó. Me acaban de llegar las separatas. Le escribiré. Y en cuanto a la carta de Anita, un delirio de felicidad. Leónides no me ha escrito. (Qué tontería).

Besos y abrazos, vuestro

Jorge.

19630118

 

Florencia, 18 de enero de 1963

Queridos todos:

Pues señor… El lunes pasado fuimos al Palazzo Strozzi, y allí debí coger frío. Se preparaba aquí, entre tanto, la pequeña fiesta —un cocktail con que en la casa del editor Vallechi se festejarían mis setenta años. (Adjunto una invitación). Pero ya en el miércoles, noche o madrugada, tuve una fiebre muy fuerte —sería de 40 grados, con temblores y escalofríos. Irene se asustó bastante. ¡Cómo me ha cuidado! He tomado no sé cuántos antibióticos, que bajan la fiebre por la mañana; por la noche vuelve a subir. Influenza en forma de “bronquitis local”. El médico ha venido a casa no sé cuántas veces. (¡Un lujo europeo!). Hoy tenía 37 por la mañana. El día empezó bien. Primero, el artículo de Macrì en La Nazione. Artículo muy feliz, escrito con fervor sincerísimo. Registra los dos lutos; el de Grand’Maman Germaine y el de Pedro; registra cariñosamente los nombres de mis hijos). También un artículo de Paoli, el que fue “novio” de Mais. Excelente. Elisa me ha regalado un coupe-papier muy bonito. Han llegado flores, bombones, varios telegramas. (Menos mal: uno de Claudie y de Elfie. Se me quitó un peso de encima. Hace mucho tiempo que no me escriben. Telegrama ¡en inglés! de Plaza: “most charming all Gilmans…”. ¡Esa es mi opinión!) Anoche telefonearon —una excepción rarísima— Contini, Anna Banti. Aquí todo el mundo lee La Nazione. Y el artículo de Macrì ha impresionado mucho a los de casa.

Más me ha impresionado a mí vuestra carta, quiero decir, la de Teresa. Tiernísima, generosísima. Vuestra “idea del libro” me conmueve, me llega al corazón, me hace llorar. ¡No llores! —me ha dicho Irene hace un momento. Tiene razón. No lloraré. Pero… “No me podrán quitar ni conmovido sentir…”. Acepto, gustosísimo, vuestro ofrecimiento. Vayamos por partes. 1º No me ata ningún copyright. Estoy libre legalmente. 2º Por ahora no sería justo publicar un Clamor reunido a Cántico mientras queden todavía tantos ejemplares de Maremágnum, Que van a dar en la mar; y A la altura de las circunstancias estará llegando ahora, manuscrito, a Buenos Aires. 3º Sobre todo, queda la tercera hoja del trébol: Homenaje. Lo tengo bastante adelantado. En él trabajo ahora, incluso ayer y hoy. 4º Con lo que yo sueño es con la publicación conjunta de Cántico, Clamor y Homenaje. (Podría hasta no publicarse Homenaje en volumen separado). Entonces, dentro de dos o tres años, vendría como de perlas vuestra ayuda. Que hayáis pensado en ello me conmueve de veras.

¿Vanni? Vino de Milán a celebrar el “magno acontecimiento”. (Ahora mismísimo: un telegrama —agarraos— de “Ezra Pound”. Dice Irene: ¡Parece que nos hemos casado hoy!) Estuvo Vanni en casa esta mañana y me trajo en pruebas el librito que él me ofrece para regalar a los amigos: Suite italienne. (Reduje a 24 las poesías sobre Italia). Y lo mejor de todo: he oído vuestras voces, vuestros timbres de voz. ¡Qué alegría! Yo os diré lo que me dijo Anita: “Os quiero demasiado”. ¡Ah, las fotos de los niños, preciosas! Ya adornan una pared.

Abrazos. Besos,

Jorge

19630407

 

Florencia, domingo 7 de abril de 1963

Queridos todos:

Este encabezamiento es ahora adecuado porque ya estaréis todos reunidos cuando llegue esta carta. ¡Faltamos nosotros! Ya salieron para Génova dos baúles, cuatro cajas de libros y seis alfombras. Esta habitación ha ganado en decencia… Hoy, 7, los viajeros estarán volando. Hoy hemos comido con Armand Hog, invitados por él. Encantador, amabilísimo. Hablamos de América, de vosotros, de Claudie. Esta noche iremos a una party en casa de la señora Martinelli, hermana de Moravia. Toda la semana ha sido fecunda en invitaciones —lo que cansa a Irene. Yo escribo cartas, acabo o semi acabo de leer libros.

¡A Cambridge! Pero antes a Princeton. Por fin escribió una carta —larga— mi señor hijo. Vendrán a Nueva York el 25. Os llamaremos por teléfono en cuanto lleguemos a Princeton. ¡Qué ganas de reinstalarnos de nuevo! Escribe don Claudio refiriéndose a Steve: “Espléndido lo que viene escribiendo. Me entusiasma todo lo que hace. ¡Qué cuñado tengo! Soy su mayor admirador”. Yo, por mi parte, reclamo un puesto a su lado. Admiro sus obras propias, y las otras de la colaboración con mi señora hija. Ardo en deseos de ver bailar el twist a Anita. De modo que esa Isla Virgen os decepcionó un poquito. Mi ideal es… Massachusetts —con vosotros.

Hasta muy pronto. Besos, abrazos. Vuestro,

Jorge

A prestissimo!

Irene

¿Qué fue de mi Income Tax Return?

19640118

P.O. Box 22391. University Stations
Río Piedras – P.R.

 

Río Piedras, 18 de enero de 1964

Queridos todos, todos los de San Martín:

Me desperté hoy temprano como se acostumbra en esta isla y ni me acordé de que esta jornada soleada era la de mi septuagésimo primo cumpleaños. La vida sigue, por fortuna. Hice mi poemilla, lo apunté y heme aquí después de la lectura del breve correo. Breve pero sustancioso. Postal de los Dinale; carta de Isabel —que nos hace sentir el terrible silencio que reina ahora en aquella casa— y sabrosa carta de Claudie. El estudiante de Eliot House, Stephen Dell le ha escrito: “Something intrigues me, Sir, and I was wondering if you might explain it. I am doing my Honors Thesis in Santayana, and in the course of research I spent a wonderful afternoon with Jorge Guillén, the poet. And I know Tonio Gilman well, from the house… Would you happen to be related to these Gilman Guillén’s?”. Y comenta Claudie: “El tono de Eliot House es estupendo y ese Tonio Gilman, exótico y superferolítico, es digno de un cuento del primer Thomas Mann. Ya lo creo que pertenezco a esa tribu, como que soy uno de sus sacerdotes (en hebreo “Cahen”). Y Elfie y yo hemos vuelto de Cambridge tan compenetrados con la tribu, tan influidos y tonificados por vosotros y además tan agradecidísimos y colmados de vuestra liberalidad, que no hay palabras para dar las debidas “gracias”. Est-il gentil!

Ha comenzado el curso. Tres horas a la semana, tres días, a las diez. Conflicto porque resulta lo que yo no sabía; se esperaba que yo también diese un curso para el “Programa de estudios de Honor”. No lo daré, claro. Pero habrá que trabajar algo más con esos estudiantes. Hay más alumnos de los que se esperaban: veintitantos. Todo irá arreglándose…

Esta tarde iremos a casa de los Onís. Además, nos los encontramos a la hora de comer en el Centre de la facultad y hemos comido juntos.

Tenemos tiempo para todo: lectura, escritura, sueño. El tiempo sería demasiado “puro” si nos descuidásemos. Pero no nos descuidamos. La temperatura, agradable. Pero Irene ya tiene nostalgia de Cambridge, de Gray Gardens West, de sus habitantes. ¡Yo también!

Me imagino que estáis de veras descansando. ¿Y Anita? ¿Conocen a niñas o niños con quienes jugar?

Contadnos cosas. Se os recuerda constantemente.

Abrazos. Besos,

Jorge

Os echo mucho de menos.

Abrazos,

Irene

19640902

 

Santiago, 2 de setiembre de 1964

Queridos todos:

Hoy es el cumpleaños de Claudie. Ayer habrá recibido un poema “El cuento de nunca acabar” —casi un “testamento”— que le dedico a él. (¿Se marchará Elfie ahora a Alemania?). Y vosotros, ¿qué día volaréis hacia América? ¿El día 9? De modo que ya estáis reunidos en casa. (Por cierto, número 13 —como 13 era el de la casa de la rue d’Alexandrie). ¿Es posible, Teresa, triunfante de todos los 13, que hayas inventado ya el home del Quai St Michel?

Me llegó tu carta de París, Teresa ¿a quiénes visteis, a quienes no visteis en Ampurias? La frase “cerca de los Maragall” es estupenda. Anita no me escribe hace mucho tiempo. Y tampoco Isabel, la very distinguished Miss Gilman. ¡Cuánto me alegraría saber de Antó! Le escribiré a Cambridge.

Vengamos a Santiago. Ahí tenéis algunas fotos. “Hoy me he visto, me he visto y no me gusto”, diríamos a lo Bécquer. Estoy demasiado grueso. Voy a tratar de adelgazar. Claro que en Florencia no podrán seguir las abundancias de Santiago. Ya sabéis cómo vivimos. En efecto Irene os explica mucho mejor que yo nuestro train de vie en sus cartas, muy superiores a las mías. (¿Y qué será su diario, ese chef d’ouvre secret?)*.

Vendimos, por fin, unas acciones mías. Nos ha llegado algún dinero —mi señor padre continúa ayudándome—, y vamos a realizar algunos gastos prácticos. En la mejor sastrería de Santiago están haciéndome un traje y un gabán**. Habrá otros gastos suntuarios. Hemos pedido ya nuestros “billetes combinados” Santiago-Valladolid-Florencia-Roma. Yo me sentía un poco fatigado y con ganas estabilidad: una estabilidad que se cuenta por semanas. Nos encontramos aquí muy bien. No iremos a Portugal. Por otra parte, era imposible no detenerse en Valladolid. A José, diligente, cariñoso, le estoy infligiendo mil molestias y trabajos con motivo del transporte de las 28 cajas y de las operaciones “financieras”. Nuestra correspondencia es ahora frecuente. Saldremos, pues, de aquí el 24 —¡de septiembre!—. En Valladolid tomaremos de nuevo el tren, vía Hendaya, a Florencia —dos o tres días— y Roma —mes de octubre. Ese es nuestro plan.

¿Qué más? Homenaje no deja de avanzar. He escrito la primera versión de la elegía —por fin— sobre Federico. Envié poemas a la Revista de Occidente. Hoy firmaré el contrato con Gredos para darles una Antología. Me lo pidió Dámaso —por segunda vez— en casa de Emilio.

Ayer vinieron a vernos los parientes de La Coruña. Distinguidos, acomodados, simpáticos. Ella, Justa, es guapetona, a lo Elfie. Somos nietos de dos hermanos: Laureano y Carmen Álvarez. He tenido carta de don Américo, interesante, cariñoso. Se me acaba el papel. ¡Buen viaje! ¡Que me escriban mis nietas!

Abrazos, besos,

Jorge

¿Y el correo de la rue Servandoni?

* (Ton père se moque de moi. Ma và!! Come si dice in italiano. Besos, abrazos, Irene)

** (Y zapatos, pijamas y golfino…: un trousseau, en fin).

19641017

 

Roma, 17 de octubre de 1964

(43º aniversario)

Queridos todos:

Hace tres horas llegó la carta de Teresa. Buenas noticias, en suma, de vosotros y de los Claudie; incluso tu cansancio —físico y moral—me parece saludable “encaminado al bien”. Me gusta mucho que asistas devotamente a las clases cervantinas y que vayas leyendo esos textos más o menos sagrados. ¿Tomas notas? Saluda a don Raimundo de mi parte.

¿Roma? Por la mañana trabajo. (Reviso poemas. Tengo, más o menos concluso, el poema sobre Federico). Doy una vuelta por el “barrio” antes de cenar. (Esta mañana tuve una hora de conversación interesantísima con el poeta Alfonso Gatto). Tras la comida y la siesta, escribo algunas cartas. Luego es la visita o la cita con alguien. Apenas hay tiempo para ir al cine. Y de “turismo”, nada. Irene ve a sus amistades, entre numerosos golpes de teléfono. Yo todavía no me he cansado.

¿Gentes? Españoles. Semprún, padre, como siempre enfermo y cariñoso. Los Alberti, casa abierta, gran cordialidad; muy “atentos” conmigo. Ayer comimos con Antonio Gómez Orbaneja, muy “Orbaneja”, o sea, de calidad. (La mujer, en Frascati). El martes iremos a casa de Nieves de Madariaga —donde veremos a Luis de Zulueta. (Anoche hablamos por teléfono). El embajador de El Salvador. Mañana, Lauro Escorel de Moraes, el brasileño amigo de Claudie. Los hispanistas: Badini, Tentori, Samoná, que me preguntó por Steve y Claudie; un pobre profesor del Liceo; Darío Puccini. Martín Descalzo, que trajo el aura del Concilio. Margherita Guidaci, Biaga Marniti, poetisas amigas. Clotilde Marghieri. De Angela Bianchini no hemos tenido más que ráfagas telefónicas; siempre apresuradísima. Esta tarde, recepción to meet Mr. And Mrs. Guillén en casa de los Cardona. Iremos con los Alberti, que serán la novedad de la soirée. Total: he visto a poca gente… Iré la semana próxima a Milán, para una entrevista con la televisión, gastos pagados, propaganda de Vanni Scheiwiller. Etcétera, etcétera.

Os recuerdo muchísimo. Abrazos,

Jorge

19650101

 

Florencia, 1 de enero de 1965

Queridos todos:

Esta es, naturalmente, mi primera carta del año nuevo. ¡Auguri! Os seguimos con el pensamiento, calculando siempre la diferencia de seis horas.

He aquí la pequeña crónica de estas navidades. En casa de los Santoli saludamos a los recién casados señores de Terni. Él, Clemente, un poquito lánguido. Ella, Elisa, encantadora; se ve que es ella quien dirige aquella barca. La comida de Navidad se nos ofreció en casa de los Bigongiari, amabilísimos con nosotros. Estaba la familia, los padres, los Macrì y nosotros. (Elena, la de Bigongiari, quiere festejar —ha dicho a Irene— mi cumpleaños. ¡Setenta y dos!). El día 28 festejamos in mente a mi señora hija. (¿Llegó a tiempo el telegrama?). Anoche, recibimos al Año Nuevo, copa en mano, con Roberto Papi, sus hijas, los jóvenes amigos de las hijas, algunas otras personas y Montale. El buffet, soberbio; la alegría moderada. (Contraste: por la tarde habíamos visitado a la señora Natoli. Su marido, el profesor de francés, simpatiquísimo —lo conocía Claudie— ha muerto hace unas semanas, tras una horrible enfermedad de cuatro años).

Hemos escrito bastantes —no muchas— christmas cards. Recibimos un telegrama de Claudie y Elfie el 25. Ayer llegó una postal de Ivar Ivask y Claudie, escrita en un bar de Nueva York. Por supuesto, de Ivar Ivask ya había recibido, como todos los años, el regalo de Navidad: esta vez, un libro sobre Berthe Morisot. Terminé el año viejo y comencé el nuevo corrigiendo las pruebas de la Antología de Gredos. Saldrá antes que la de Boston. Esta tarde vamos a casa —in campagna— de un señor alemán, David, profesor de Historia del Arte, personalidad modesta. (Escribí a Steiner). (De Emilio no logro respuesta. ¡Sigo, pues, sin heredar! Todo es aún hipótesis. Será Emilio quien dé realidad al asunto). Nos sorprendió un telegrama de Nápoles, firmado: Plaza. Están los tres Plazas de Venezuela en este país; nos visitarán pronto. Macrì sigue traduciendo Cántico. Esta historia sería larga y dramática. Todo su trabajo marcha bien y lentamente. Se me olvidó deciros que vuestra amiga belga, Elsa Dehennin-Galle, está dando un curso en la Universidad de Bruselas sobre Cántico. Se me acaba el papel. ¿Cómo sigue la señora Weintraub?

Abrazos y auguri especialísimos a Margot.

Se os quiere,

Jorge

Felicidades. Os mandaré pronto unas fotos. ¿Las vuestras?

Abrazos y besos,

Irene

19650209

 

Florencia, 9 de febrero de 1965

Queridos todos:

Hoy, cumpleaños de Irene, han llegado de entre los caimanes las cartas de la madre y de la hija pequeña. ¡Qué brisa de sol, calma y reposo nos ha creado! Irene está como siempre: bien, hacendosa por la mañana, contenta con sus 55 años. A mí me “consuelan” los amigos diciéndome que me encuentran en buen estado. ¡Sí, sí! Que dure, que dure así… ¡No pido más!

A Cayman Island, os dirigí dos cartas. Volví en las dos sobre el “affaire Claudie”, y en el segundo sobre había también una hoja para Anita. Quien nos ha encantado con sus últimas pinturas. A Irene le han gustado mucho esos gatos.

Bueno, ¿qué nos ha ocurrido en estos últimos días? Ocurren… los Plaza. Nos vemos una vez por semana. Hemos comido juntos, da Omero, da Sabatini. También invito yo, claro. No han encontrado villa y ya están instalados en un piso de via Solferino. Es una pareja muy unida y armónica. ¿Os dije que habíamos comido, mejor cenado, en casa de los Bigongiari con los Plaza? El domingo pasado fuimos a Pistoia con los amigos Betocchi, Luzi, Baldi, Lisi, Bigongiari, etc. Asistimos a la ceremonia para adjudicar un premio literario y cenamos en banquete lento y mediocre. (Son infinitos los premios literarios en Italia). Entreví un instante al editor Losada. Hemos tenido muy grave al zio Piero (Mochi), ochentón. Pero ya está “salvado”. ¿Qué más? Oímos una conferencia de Contini, sobre Dante —es el centenario este año— y otra conferencia del francés Barthes, crítico estructuralista.

Y a propósito de Dante. ¡Dámaso me ha escrito! Vendrán él y Eulalia a principios de abril. Viene a estudiar a Dante, porque considera un deber hablar sobre Dante en este centenario. Y nos pide informes sobre alojamiento. ¡Ya es tarde! Le contestará Irene. Le propondrá hoteles. También en abril vendrán los Poulet. ¡Nadie viene a Florencia en invierno!

Dos preguntas prácticas, Teresa: ¿y mi Blue Cross? No he recibido el papelito. Pregunta si estoy en falta. Envíame el último statement del Harvard Trust Company. ¿Qué es de Steiner? ¡Ah! Aún no he devuelto los dos papers sobre Cántico. ¿Cuál es la dirección actual de los dos autores? Perdón, Steve.

Os abraza, os recuerda, os quiere.

Vuestro,

Jorge

Gracias, Anita, por tus preciosos gatos. Claro que me habría gustado estar con vosotros en esa playa. Lo que me habría gustado más que todo son los delfines.

Abrazos, besos,

Irene

19650329

 

Florencia, 29 de marzo de 1965

Queridos todos:

Os escribo pensando con alegría que nuestra próxima comunicación será oral. Me siento impaciente por ver a Antó, a Isabel, a la niña de casi ocho años, al papi, a la mami… y a Elfie y a Claudie. Me siento impaciente por llegar a casa: ¡15 Gray Gardens West!

La serata del Premio tuvo una brillantez y una suntuosidad que no esperaba. Ha sido este San Luca el premio más “distinguido” entre los que me han tocado en suerte. Llevamos a casa la estatua de San Luca que me regalaron. Las enhorabuenas por el premio, combinadas con los dulces adioses, han venido a componer un cuadro conmovedor. Lo mejor de la fiesta fue la carta —preciosa— que Contini me envío, a punto ya de salir para América. Te lo digo, Teresa, pensando en la comida del 3 de abril. Y por eso os escribo hoy.

Llego —¡por ahora!— a las últimas cartas, las últimas ordenaciones, las últimas visitas. Esta tarde iremos a casa de Roberto Papi, iré al Paszkowski. Ayer estuvimos en casa de Elisa.

Quedamos, pues, en que de Nueva York nos iremos a Princeton, y desde allí os telefonearemos. ¡Nos hablaremos de viva voz! ¡Adiós, hasta muy pronto, Anita, Isabel, Antó, Steve, Teresa, adiós, adiós —con pañuelo! (Para Anita).

Abrazos. Besos,

Jorge e Irene

19660113

 

Pittsburgh, 13 de enero de 1966

Queridos todos:

Me repetiré. Estamos contentos. El “conjunto Mellon” es agradable. Pero todo marcha bien gracias a Cardona, que es un hombre muy bueno y muy fino. Natural, serio, tranquilo, con sordina: hijo de inglesa. A Claudie le parece que tengo demasiado trabajo. ¡Disiento! Son cuatro horas por semana, son catorce semanas. O sea: cincuenta y seis horas. O sea: 11.580 dólares. Y les escribo a don Claudio y señora: “Si vosotros conocéis una institución en que, proporcionalmente al trabajo, se pague mejor, decídmelo”.

Ayer asistieron a mi clase (Garcilaso) los Szulman. Ya habían estado en nuestro Ruskin. El sábado cenaremos en su casa.

Pasó Avalle Arce. Interesante la conferencia. Prepara —me dijo— una obra en tres tomos: La conciencia histórica de la España imperial. “¡Arrea!” habría dicho Alfonso XIII.

Le hablé a Cardona de la conferencia de Steve. Ya le habrá escrito. Propone como fecha uno de los primeros días de febrero, hacia el 5 o 7. ¡Os esperamos! Pasaréis aquí el week-end. Y ya sabe Anita que dormirá en nuestro living-room. Irene está ahora con la joven señora francesa amiga de Renée. Se os quiere. (¿Qué es de Antó?).

Vuestro,

Jorge

¿Todavía no se ha resuelto lo de Isabel?

Escribí a Elizabeth y a Catherine Centeno. Me ha impresionado mucho esa muerte —¡tan silenciosa!— del pobre Augusto.

19660701

 

Nerja, 1 de julio de 1966

Teresa, hija, querido Steve:

Estamos ansiosos de vuestras noticias. Sabemos poco de esos nietos. ¿Qué es de Anita? Aquí, va todo marchando bien. Ayer quedó “cerrado el trato” del piso. Irene había visitado antes varias casas, sola o acompañada por alguno de nuestros amigos literatos. La visita decisiva fue la de ayer. Elfie y Claudie, Irene y yo coincidimos sin la menor duda en que el piso deseable era aquel de la “tercera planta” —así dicen en Málaga— de un inmueble nuevo, novísimo, perteneciente a un señor belga de Bruselas. La situación es para nosotros la mejor posible. Paseo Marítimo: esa lengua de tierra entre el mar y el puerto, barrio nuevo y agradable. Había otro piso más pequeño y más barato en el piso doce del mismo “bloque”. No hubo vacilación. Escogimos el piso del 3º. Pequeño, luminoso, limpio. ¡Allí cabrán algunos de los libros que ya no caben en Gray Gardens! Precio: 575.000 pesetas. Adelanté 20.000 de arras. ¡Quedan algunas pesetas más en Valladolid! —según me confirmó José recientemente. Toda la operación será llevada por “mi abogado”, Alfonso Canales, excelente amigo poeta. (Acaba de publicarle un libro de poesía la Revista de Occidente). Da la casualidad que también Canales es el abogado del señor belga. Y más tarde aquí haré —¡Dios mío!— el oportuno testamento, asesorado por el abogado amigo. Todos nos decíamos: “¿Qué habría dicho Teresa?”. “A Teresa le parecerá bien”. ¡Os echamos de menos!

Tuvimos en Málaga una comida-comilona con los amigos literatos. Claudie trabaja. Hoy ha ido a Málaga a consecuencia de otro telegrama de Roy. Tiene que enviar esto, o lo otro, o lo de más allá antes del 5 de julio. Ayer pasó por aquí Ángel Guillén. Hoy o mañana llegan los Lorca.

Abrazos: Besos a las preciosas nietas. ¿Y Antó?

Vuestro,

Jorge

19661006

 

Valladolid, jueves 6 de octubre de 1966

Queridos todos:

Anoche nos telefonearon Carmen y Emilio. Emilio dijo que no tenías noticias mías. Ahora ya habrás recibido mi última carta de Málaga. Pasamos una noche en Madrid, casa de Jesús. Aquí no dejo de ver gentes. No hemos encontrado plazas en el Talgo hasta el sábado. ¡Qué lamentable retraso respecto a nuestro primitivo plan! Todos muy cariñosos. Ahora vamos a la finca de los Rubio a comer. Adjunto recorte. Valladolid me tiene asombrado. Está creciendo de un modo increíble. Y sin embargo… el régimen me irrita cada día más. ¡Y a cuánta gente encuentro políticamente amordazada! Ignacio Prat se ha vuelto loco. Sinforiano se ha vuelto cuerdo. Pero los Gabriel… Y algunos más.

Abrazos. Besos. Escribiremos enseguida desde el Quai St. Michel.

Jorge

Abrazos,

Irene

19670331

 

Málaga, 31 de marzo de 1967

Queridos todos:

El viaje se ha desarrollado felizmente. Barco —el Ana C.— no grande; el camarote muy bueno; la comida, corriente; el servicio, simpático. Llegamos ayer a la una; nos esperaban María y Leónides (mañana volverán para comer con nosotros) y, por otra parte, sin conocerlos, Bernabé. El pisito, cuidado por la señora de Bernabé, estaba en buen estado. Pequeño, cómodo, modesto y con una luz maravillosa por la mañana. Ya está todo en su sitio. Llegamos con diez bultos. Ya no quedan libros en Italia. Todo lo ha preparado y resuelto Irene. No me deja hacer nada. Esta mañana vi a Alfonso Canales. Me ha hablado del asunto de Frigiliana. “Una de las dos escrituras” —me dice— “ya está inscrita en el Registro de la Propiedad”. Espera que pronto se inscribirá la “otra escritura”. Claudie no ha escrito a Canales.

Hace fresco, sobre todo aquí, junto al mar. (Pero en la Semana Santa hizo calor). Dámaso y Eulalia acababan de regresar a Madrid cuando nosotros llegamos. ¡Ah! El barco se detuvo unas horas en Palma —anteayer. Y fuimos a casa de Cela. Casa magnífica en lo alto de un monte. No es la que vimos Teresa y yo el año… 58. Cela se portó bien, estuvo muy sage. ¡Qué “respeto” inspiro —o inspiramos!

Ahora tendré yo que ordenar los libros. (En el correo nos esperan ya una veintena de paquetes). El lunes comenzaré de nuevo a visitar al dentista. Me ocuparé también de ordenar lo que llamo Otros Poemas. Y de hacer las listas de envío de Homenaje —y del folleto de Blas Ramos. ¡Qué ganas de veros!

Para todos, abrazos,

Jorge

19670911

 

Cambridge, 11 de setiembre de 1967

Teresa, hija:

Esta mañana me encontré a Levin. Y lo que me ha dicho me ha hecho tan feliz que tengo necesidad de comunicártelo. Me dijo Harry que Claudie había sido el “héroe” en Belgrado, que sus intervenciones contra la crítica marxista habían sido muy brillantes, que su paper fue —o es— muy bueno. ¡Claro, claro! No nos sorprende nada. Pero a mí me ha puesto eufórico, como en mis tiempos mejores. Il es ten or! Exacto. Tu madre lo sabía. Y nosotros, también.

Por añadidura, mi felicidad ha llegado a su colmo cuando he leído la noticia sobre el referéndum de Gibraltar, con la abrumadora derrota de Franco. ¡Estupendo!

Irene todavía no ha llegado. Debe de estar viniendo.

¡Abrazos! Besos a esas preciosísimas nietas. ¡Qué nietos, qué hijos tengo!

Jorge

19680207

 

La Jolla, 7 de febrero de 1968

Queridos todos:

Deduzco de tu última carta, Teresa, que debéis estar en Nerja a estas horas. En esta casa se esperan con gran interés noticias de ese “viaje de inspección”. Claudie ha perorado varias veces durante este fin de semana. Delaware (Harter) y Colombus (no Cleveland). Volvió ayer contento. Ayer recibió carta muy elogiosa de Peyre; ha circulado por la universidad su proyecto de Estudios de Literatura Comparada. El proyecto ha gustado mucho. Claudie, en efecto, tiene notable capacidad administrativa y organizadora. En suma, trabaja mucho y muy bien.

Nuestra vida sigue aquí su tranquilo curso atareado. Escribí la conferencia-lectura que leeré este sábado, en Norman, Oklahoma, y después, aquí, en la Jolla y en otras universidades de este estado. (He recibido ya varias invitaciones). Un acontecimiento: visita a los Pierce en su casa. Estaban Monroe, el arabista, y su mujer, alumna en mi clase. Los Casalduero, muy cariñosos. Mañana saldrá él para Norman. Nosotros tomaremos el avión el viernes para Oklahoma City. Allí dormiremos; a la mañana siguiente vendrán a buscarnos. Habrá lunch en casa de Ivar Ivask, banquete a las seis, mi conferencia a las ocho, recepción following la conferencia. Regresaremos el lunes.

Yo veo a don Américo una vez a la semana. Quejoso, sobre todo, sobre la vida en su casa (!), amable y dolce conmigo. Le hablé de vuestra cena en casa de los Zubiri. Ya lo sabía por una carta de Steve. Me habló también del artículo de Carlos Blanco (¿dónde se publicó?) y de la réplica que está escribiendo Steve. Yo también escribí a Carlos Blanco con algunas observaciones sobre su Antología de mi poesía. Yo esperaba que me contestase para enviaros a la vez mi carta y su respuesta. Pero esta respuesta aún no ha llegado. ¡Cuánto nos ha divertido la reacción de Anita ante la profesora de música!

Hasta pronto. Abrazos múltiples,

Jorge

Besos también de mi parte. ¿Recibiste mi carta, Anita?

Vuestra,

Irene

19680503

 

Cambridge, viernes 3 de mayo de 1968

Queridos:

Sin esperar más la carta de Teresa, os haré la crónica —breve— de nuestros últimos días. Celebramos —¿os lo dije ya?— el cumpleaños de Antó en su casa. Benedicte nos hizo una comida muy buena, muy refinada. Alan, muy grato a todos. (Más elegante, pelo más corto). El lunes hubo una cena en casa de los señores Bénichou. Cena en honor del profesor (de Basilea) Pichois, baudelairien distinguido. Asistieron los Martin. Nosotros nos retiramos a las once. Ellos continuaron hasta las dos —como en Madrid… El martes, cenamos en el Faculty Club. Juan (M.) lo organizó todo muy bien. Hasta la comida fue excelente. Pichois dio después una conferencia sobre L’Espoir de Malraux, muy terminada, muy bien movida. (Guerra civil española, etc., etc. ¡Qué vivo está aún todo aquello, es decir, todo esto!). Vino a casa Joan. Vinieron, tan cordiales, los Della Terza. Vinieron todos sucesivamente. Isabel —¡ya hizo su paper sobre Cézanne!— y Antó que venía de votar a McCarthy. (Todo Cambridge está a su favor). Estuvimos en casa de Edith. Desolada —y lo confiesa— en su actual situación. (No es “americana media”). Desolada —seré muy sobrio en estas frases— por el abandono en que, desde la muerte de Ben, la ha dejado Solita. (Interesada, dice ella, Edith, por el nuevo chairman inminente, un profesor de francés). Todos los amigos —añadió Edith— me atienden, me acompañan, menos Solita. “Y ya me lo decía Ben: No te fíes…”.

Me encontré ayer en Boylston a Anderson. Muy simpático, don Enrique. ¿Y Borges? No le echamos de menos. ¿Y las conferencias? Sólo he oído las dos primeras. Yo le conté lo que me contaron en Yale. (Información directa procedente de la source). Los Borges fueron a Wesleyan University. Un momento antes de comenzar la conferencia, Weber (el que fue alumno de Princeton) entregó el cheque ($ 250) a la señora. Entonces, ella pronunció estas palabras: “No. El precio ha subido”. El desconcierto de Weber fue tal que no acertó a presentar al conferenciante. La señora Astete de Borges añadió: “Son quinientos dólares”. Anderson me contó entonces, tras haber escuchado esta anécdota, otra, divertida. Pero esta carta se alargaría demasiado…

Volvamos a los nietos, siempre tan cariñosos. Isabel se refirió, dolida, a la carta que le había escrito Anita cuando ella, Isabel, pensó no ir a Europa. “Me hizo llorar una hora”. Etc., etc. Escribiré yo, respondiendo a su última carta, a mi nieta de Madrid.

(Por cierto, me entero ahora de que murió Jesús Gabriel. Lo siento de veras. Uno de los pocos lectores —entre los parientes de Valladolid— de mi poesía).

En Ínsula de febrero —la leí ayer en Boston— había alguna nota sobre este servidor. Y si en Ínsula de marzo o abril saliera algo sobre Homenaje, enviádmelo aquí o guardádmelo para París.

¿Tenéis todavía el informe de Claudie sobre Literatura Comparada? Si lo tenéis, ¿queréis hacer el favor de enviármelo por vía aérea? Gracias, gracias.

Abrazos, besos. Vuestro,

Jorge

Tony cuida el jardín y la casa es una perfección de silencio, orden y clausura (me refiero a los pisos de los Bénichou).

Besos y abrazos,

Irene

19681120

 

Roma, miércoles 20 de noviembre de 1968

Albergo Santa Chiara

Queridos:

Mañana volveremos a Florencia. Os contaré ahora nuestros días romanos. Ante todo, hemos visto a las antiguas amistades. Los Cardona y con ellos, entre otros, a Paolo Milano. Por cierto, estos amigos de Irene, los Cardona y también Milano, son entusiastas de los Holton. Se entienden muy bien con ellos. Los Cacciatore, etc., etc., los Murillo Mendes. Angela Bianchini, a quien volveré a ver esta noche, quiere escribir un “Retrato” de este servidor. Mención especial merecen María Teresa y Rafael. Poseen en el Trastevere un piso precioso, con tres habitaciones muy amplias. (Piso muy caro, nos cuentan los amigos: 30 millones de liras ¿Premio Lenin?) Almorzamos con ellos ayer. El sábado nos ofrecieron una party en nuestro “honor”. Hubo mucha gente, sobre todo joven, sobre todo femenina, sobre todo vimos a muchachas guapas. Los Alberti se han organizado muy bien su vida y su casa y reciben con gran cordialidad. Rafael ha escrito un librito que me dio ayer: Roma, peligro para caminantes. En efecto, por las calles, aquí, se transita de milagro. Esta mañana le he enviado un poema sobre el mismo asunto: el poemilla de hoy.

Estuvimos en un concierto de un nuevo, para nosotros, director de orquesta francés: Prêtre. Hemos visto alguna película. Hemos callejeado. Roma está atestado de gente y sobre todo de automóviles. El tráfico se opone al avance. Es lo único que defiende al transeúnte. Cuando llegamos la temperatura era aún suave. Ya ha empezado un frío casi de invierno. Ha llovido. Pero este hotel Santa Chiara, muy conocido en Roma, de tipo medio muy honorable, tiene buena calefacción. ¡Veremos en Florencia!

Todo esto y otras cosas, no enumero a todos los amigos vistos, se ha desarrollado con toda felicidad. Único incidente: en el coche de Giancarlo, el hermano de Irene. Fuimos el domingo a su casa. Al volver, hacia el mediodía, un coche se nos echó encima. Giancarlo tuvo que frenar, y de tal modo, que Irene junto a su hermano se dio en la frente un gran golpe, no en el cristal, sino en el borde de la visera contra la luz. La frente empezó a sangrar, fuimos al Policlínico, le dieron tres puntos. Irene, muy serena. Los Mochi somos así —decía Giancarlo, desesperado. El incidente pudo ser mucho más grave. La vida, decididamente, es frágil.

Un nombre más: Sylvia Poggioli. La encontramos por casualidad en la calle. Acaba de pasar casi una hora con nosotros en el hotel. Está molto in gamba. Ha votado por Cliver. (¿Se escribe así?) Irene la presentará a Inma Cardona. Necesita conocer a gente.

¡Adiós! Irene no está. Espero a A. Bianchini. Mañana encontraré carta tuya, Teresa.

Abrazos,

Jorge

19690120

 

Málaga, 20 de enero de 1969

¡Inauguración de la temporada!

Queridos:

Llegó vuestro telegrama que agradezco abrazando a cada uno de los firmantes. Llegó un gran telegrama de Antó, que le habrá arruinado, y por eso mismo, aún más conmovedor. De los Guillenes, sacó el pecho afuera José en un telegrama muy expresivamente cariñoso. (¡Mi hermano me mima!). Y el telegrama de los Plaza me abrumó, afectuoso y admirativamente monumental. ¡Gracias! En suma se-ten-ta y seis años. La salud es buena. Trabajo todos los días. Tengo ganas de seguir y no me canso más que físicamente. (Eso sí, un poquito más…). En suma, soy abuelo —o si preferís, abué. Y a mí me encanta ser padre de mis hijos y de esos nietos que de veras me hacen feliz.

Está en Málaga Julio Lozano. (Trabaja provisionalmente —como representante de la Seat–– o sea, de la Fiat. ¿Habéis visto Time? Grandioso ese Agnelli). Ayer almorzamos en el restaurante más próximo, el de Antonio Martín. Y nos acompañó Julio, muy simpático e inteligente. En esta semana, llegarán María y Leónides.

Sigo con la familia —casi. Acabo de escribir a Jaime Salinas, aceptando su idea —que me es muy grata— de reeditar como libro de bolsillo Lenguaje y poesía. También en Barcelona, se reeditará El argumento de la obra —con otros dos ensayos. Y Blecua prepara ya la edición crítica del segundo Cántico.

A todo esto hace un tiempo deliciosísimo. Vinimos a Málaga para ver si funciona como ciudad de invierno. Y funciona, ya lo creo, muy bien. ¡Qué luz en este cuarto ahora! Tus noticias, Teresa, del Caribe, no podían ser mejores. Mis próximas cartas serán respuestas a las de Isabel y Anita.

Para todos —incluidos también a Antó y Benedicte—, abrazos de vuestro muy viejo antepasado, feliz cuando piensa en vosotros.

Jorge

Ventanas abiertas, traje de verano… Como clima, casi mejor que el de California.

Abrazos,

Irene

19690226

 

Málaga, 26 de febrero de 1969

Queridos:

Respondo a tu carta, Teresa; nos llegó al mediodía. Lleváis una vida muy interesante, llena de amistades y de espectáculos. Sí, digno de verse el hindú-español Panikkar. Saludad a don Vicente Llorens; me alegró mucho saber que coincidiremos en Cambridge. De Claudie no sabéis nada. Nosotros hemos tenido la profunda alegría —sí alegría— de recibir carta suya. Responde a la mía de Génova. Quizá se haya perdido alguna suya. La carta anterior era del 28 de octubre. Está lleno de quehaceres y escrituras. ¡Habrá libro! Todo ello me alegra profundamente.

Aquí ha habido unas “Jornadas de Valladolid”. Vinieron siete pintores jóvenes; están aquí en exposición sus cuadros. Y con ellos estaba Francisco Pino. Vinieron en comisión a visitarme. Soy ya el venerado Diplodocus de “Valladolid la rica”, como dijo el romance. Discretos en pintura; extremistas en ideales políticos. No faltó el barbudo. Simpáticos, prometedores. ¡Valladolid cambia!

Ayer escribí una recomendación solicitada por amigos españoles de Austin, Texas; quieren llevar a Cardona como chairman. ¡Extraña historia!

Tiempo desapacible, lluvioso, pero apenas frío; los peores días del año. Hemos tenido obreros en casa; nos han puesto un toldo en el balcón; han arreglado unas grietas en una pared.

Yo trabajo como de costumbre. Irene también. Adjunto una fotografía. ¿Y la recomendación de Claude Esteban?

Abrazos besos. Vuestro,

Jorge

(Cuando hay sol y se baja, la luz es preciosa, muy matissiana… rayas blancas y verdes).

19700420

 

La Jolla, lunes 20 de abril de 1970

Queridos:

El jardín está en este momento —luz de las tres y media— precioso. Resaltan sobre todo las rosas amarillas. Y… estoy escribiendo tranquilo —entre mis tareas de antes y después. Soy un alumno aplicado. La terapista vino esta mañana. Se flexibiliza mi mano con progreso evidente; pero apenas tengo fuerza a causa del pulso —de la muñeca—, el punto más sensible. El análisis de orina dio un resultado satisfactorio. Aún no sabemos lo que dice el Dr. Kimbal. Lo sabremos cuando le telefonee Claudie. Por la mañana trabajo un poco. Por la tarde escribo algunas cartas. Los ejercicios después de la parafina los repetimos dos veces al día —antes tres, ahora dos—. Visitas hay casi todas las tardes. (Ayer estuvieron —domingo–– los Céspedes y los Casalduero.)

Claudie trabaja como nadie por la Universidad. Ha celebrado entrevistas con cada uno de sus estudiantes. Reunió en casa a los jóvenes profesores de su Departamento de Literatura Comparada y les presentó un cuestionario admirable sobre los problemas planteados por las antologías. El proyecto es que cada colaborador escribirá un estudio y se firmarán y publicarán así dos volúmenes. Por otra parte, Claudie es el que reconcilia a los adversarios, el que pone paz. (Me lo decía Bob Elliott). ¡Quijotesco! Y práctico. En suma, ¡estupenda persona!

He recibido —reexpedido por vosotros— un increíble libro de la Houghton Library: el catálogo de los “manuscritos depositados por JG”. Bibliografía —con pocas erratas— poema a poema, incluidas fechas y lugares de composición. ¿Cuánto dinero me habría costado ese catálogo si Miss o Mrs. Susanne Howard hubiese venido a Gray Garden a trabajar? A todos nos ha gustado mucho esa increíble labor.

Escribiré a Antó: (¡Es escandaloso que la manifestación en pro de la paz haya costado ahí 200 heridos!) Os recordamos muchísimo. Os queremos.

Jorge

Escribiré después de los rayos X.

I.

19701114

 

Málaga, lunes 14 de noviembre de 1970

Queridos:

Llegó tu carta, Teresa, cuando estaban en casa, hacia el mediodía, Claudie y Elfie. Leí el texto en alta voz. Va a ser estupendo que estéis aquí vosotros, los de Cambridge. Lo pienso —y me emociono.

Alan en Egipto. ¡Esta familia! Antó, casa nueva y preocupación universitaria. Isabel, trabajando. Anita… ¡Qué ganas de charlar con esa alumna de Harvard! Le agradecimos mucho a Steve que nos mandara aquel paquete de documentos epistolares. Claudie está contento de sus clases en la Universidad. Los alumnos parecen muy interesados. Salió en la televisión leyendo mi breve paper en el Homenaje a Picasso de los poetas. (Ya os conté que vino Alberti a vernos. Como siempre, atento, cariñoso, magnífico de cana cabellera).

De México no he tenido nuevas noticias. Parece ser que dos enviados mexicanos vendrán hasta Málaga, hasta esta casa.

Bueno, ¡basta basta! La insistencia sería peligrosa…

Irene se siente muy cansada; tuvo presión más alta; pero vamos ya a una mayor serenidad. ¡Ha trabajado tanto todo este año! Necesita más ayuda en casa, y la tendrá.

Yo estoy atascadillo —como si preparase unas oposiciones… Estoy repasando el manuscrito de Homenaje —antigua copia— que Barral reclama para publicar el tercer volumen de esa serie Aire Nuestro. He escrito un poema —no breve— sobre Vicente Aleixandre para el inminente homenaje de Ínsula. Ya están copiando el discursito de Roma, que leerá Claudie. (Saldrá el 7 de diciembre. Regresará el 11). Todos estos trabajos nos demuestran que estoy mejor.

Salgo ahora cada día: un paseíllo corto con Irene. Me siento más ágil. Hay visitantes por la tarde. Hay correo. Lo que más me importa: ¡Que estén aquí los míos!

(¡Cuánto nos habría divertido ver a Anita en la obra de Shaw!).

(Escribe a Claudie a esta misma dirección nuestra).

Peso 66: ¡peso estable! Eso es lo que hace falta: la estabilidad.

Abrazos para los tres de vuestro

Jorge

Todo visiblemente mucho mejor. El peso va bien así. Dentro de unos días se terminará también la cortisona por boca. Veremos entonces lo que pasará. Habrá que tener mucho ojo en ese período.

Si fuese posible, os agradeceríamos traer el abrigo de entretiempo de tu padre, Teresa, que le hicieron en Florencia (gris, con rayas), no habíamos previsto la posibilidad de pasar estos meses en Málaga.

No sé qué quiere decir tu padre con una mayor ayuda en casa: Toñi basta y sobra. Mi tensión, que llegó a 200 antes de ayer, es puramente emocional. La cuido con muchas píldoras y bajará. El cansancio también [depende de] exceso continuo de atención y preocupaciones varias en perpetua lucha con una siempre mejor memoria. ¡Ay el tiempo que pasa! Como dice el Poeta.

Os esperamos, os sentimos cerca. Mañana me sacarán un diente y pueden ser dos. Sonrisa estropeada para vuestra llegada…

19710331

 

Cambridge, miércoles 31 de marzo de 1971

Querido Steve, querida Teresa:

Ayer se reunió el comité de Harvard. Por la noche nos telefoneó Della Terza. Todos los de Romance Languages elogiaron mucho a Claudie, sobre todo Juan, que se volcó. Y votaron por él. Pero triunfó la mayoría inglesa, y se eligió al candidato inglés. Walter Kaiser también habló con entusiasmo de Claudie: la primera cátedra debería ser para él. Todo ello me ha satisfecho mucho, en cuanto a la admiración que mi señor hijo inspira. De Claudie recibimos anteayer una carta en que explica las razones que tiene para no querer venir ahora a Harvard. Le telefoneamos este mediodía. Quedó muy contento con esta solución. (¡Qué lástima!). “Habría sido tremendo —palabras literales— tener que decir no a Levin”.

La casa sigue tranquila. Antó, activísimo. Anita, un encanto. Llamó Isabel preguntando por nuestro viaje. Os imaginamos con gran “excitación” viajera. ¡Y qué rodeo por Madrid! Recuerdos a Rafael y todos los Lozanos. ¡Buen viaje! Abrazos de vuestro

Jorge y de Irene

(Comemos en casa de Sandi).

Todo marcha bien, Teresa (es decir, mucho menos bien que contigo). Hemos visto a Anita en su play. Hace bueno. Os esperamos. Abrazos para los dos.

19710928

 

Florencia, martes 28 de setiembre de 1971

Queridos todos:

Los días se van deslizando apaciblemente pero sin disminuir su velocidad hacia el 14, día en que nos iremos a Roma, y hacia el 23, ¡Roma-Boston-Gray Gardens! Vimos a los Plaza. (María Fuensanta pasará meses en Basilea). Vimos a los Aragone; oímos un concierto de Clemente y compañeros; música del XIV al XVII. Vimos a la familia de Irene; mejor por el momento, Luigi. Ya están en París. Intentamos realizar la “operación Sansoni”. Operación laboriosa. (Y nada más 300.000 liras). Todavía no las he cobrado. Vino el muchacho español Ullán, (salmantino), que trabaja para la Radio Difusion Française. Ayer, en los estudios de la Radio Italiana, —sede magnífica, funcionamiento accidentado— respondí a las preguntas de la entrevista y leí poemas. Habrá emisiones por radio y un disco. Todo ello me divirtió. (Claro que lo preparé con mi habitual cuidado).

Llegó carta de Jaime. Resultado: iremos con él, de Boston a San Juan, Puerto Rico, a fines de noviembre. Se celebrará un acto en honor de don Pedro Salinas, que está organizando Nilita. Lo presidiré yo, por voluntad de Jaime. Es él quien quiere que figure al lado de su padre, como ocurría durante nuestra larga convivencia.

Hasta pronto. Abrazos.

Jorge

Hubo una equivocación en la fecha de nuestro viaje, Teresa. Llegaremos el día 23 (sábado) con el Jumbo jet que sale de Roma a las 10.30, [AZ].674 y será en [sic] Boston a las 14.15.

Besos abrazos y hasta pronto

I.

19720130

 

La Jolla, domingo 30 de enero de 1972

Queridos:

Vemos por la carta de Teresa que todo marcha bien en los Jardines Grises y que el clima tiene veleidades primaverales. Aquí, no. Este tiempo suave —pero a veces frío— se encamina ordenadamente hacia los días mejores. Claudie y Elfie se irán a Stanford el miércoles, y volverán el sábado. Esta vez no rechaza ocuparse del ofrecimiento y quieren los dos darse cuenta de lo que es Stanford. Ayer visitamos la nueva Biblioteca, muy moderna, bonita. (Una señora mexicana la calificó de “fascista”…). Por cierto, de Jameson sale ahora un libro de la Princeton Press: Marxism and Form. Debe de ser bueno.

Hemos estado en la casa —original — de los Catalán. La señora, increíblemente fina y guapa después de los siete hijos. Él, barbudo, llano. Simpáticos, los dos. Tienen una hija, Irene, aficionada a la poesía. Vino a casa Durling, que estudió en Harvard. Petrarquista. Agudo. Él quiere que salgamos juntos de paseo. ¡Muy bien! Esta tarde marchará la familia china. Vino don Antonio Blanco. Vino de Los Ángeles Mc Curdy, que sigue “trabajando” sobre Cántico. Llamaremos a Roy.

Por las noches combinamos televisión, música y lectura. Duermo bien. Paseo por este hermoso patio y por los alrededores. Los gatos espantan, alejan a los pájaros. Apenas he visto gorrioncillos. El zumo de naranja matutino proviene de los naranjos del jardín. ¡No hay flores! Pronto las habrá.

Escribí a Panikkar a Santa Bárbara. Ayer me llamó por teléfono. (Se oyó primero la voz de la secretaria).

Otro dato: dice Claudie que Irene y yo tenemos mejor color. Es verdad.

¿Qué dice mi preciosa nieta de Cambridge? Llamamos a Isabel: el suceso puede ocurrir de un momento a otro. ¡Que ocurra!

Abrazos. Besos. Anita: ya lo sabes…

Vuestro,

Jorge

¿Por qué tener a E. hasta nuestra vuelta si no te va bien? ¿En qué consiste la diferencia si estamos o no estamos? ¿Los cuatro platos de la noche, la pequeña ayuda que puedo darte de vez en cuando los días de una cena o de un almuerzo que casi nunca dependen de nosotros?

Piénsalo bien. Yo creía que una persona en casa te podría ser útil para no dejar a Anita sola la noche, para no ocuparte nunca de arreglar la cocina, para las muchas cosas que hay siempre que planchar, etc.

Te dejo. Hoy es día de sol: me voy al patio. Esperamos siempre una carta de Anita. Abrazos para todos

Irene

19720207

 

La Jolla, lunes 7 de febrero de 1972

Teresa, hija:

Querido Steve también:

Ante todo, un saludo muy respetuoso al más joven de esta tribu, a Patrick, que será siempre Patrick, y no Patricio —como mi abuelo de Montealegre. ¿Cómo está Isabel? Tan rica, nos telefoneó una hora después del Acontecimiento. ¿Recibió Alan mi carta? (Extraordinario que presenciase la llegada del niño). Aquí, el Suceso —con mayúscula— ha sido la visita a Stanford. La jornada del jueves 3 de febrero fue la más fatigosa de toda su vida —dice Claudie. Conversaciones con alumnos, preguntas de los profesores —en acto público… sobre el libro de Guillén Junior —problemas y problemas— conferencia sobre Garcilaso en español, cena, recepción… y conversación con alguna autoridad. Todo, con gran consideración, como cuando se recibe a una “persona importante”. ¡Pues claro! Y la base era, es, el libro que evidentemente coloca a su autor a gran altura. (¡Que se callen las larvas! Larvas en esta ocasión). Claudie estaba, está, satisfecho. Dice él: “El ofrecimiento es importante. Hay que pensarlo bien”. Ante todo, nada de cargos administrativos. ¡Que estudie, que trabaje, que publique! Cada tres años, uno en Europa: dos trimestres en Salamanca, el tercer trimestre en Florencia, o Viena, o Stuttgart, o Tours. (Todo pagado, incluso los viajes de los esposos). Sueldo: no está fijado. Podría ir de 25.000 a 27.000. Pero afirma mi señor hijo: “Yo no puedo hablar de dinero…”. ¡! La impresión general de Elfie y de Claudie es excelente. Ahora se espera la carta —o las cartas—de Stanford, que serán presentadas a las autoridades de esta Jolla (San Diego).

Pues bien, a quien le toca opinar y resolver es a don Claudio. ¡Allá él!

Nuestra vida apacible continúa. Trabajo, lectura, visitas, etc., etc. Se nota que tomamos el sol. Irene inmóvil, yo paseando.

Haz el favor de enviar esta carta a Steve. Claudie te escribirá —supongo— cuando hayan llegado las cartas. Abrazos a la redonda. Un beso al jovencísimo Patrick. Vuestro,

Jorge

Espero ansiosamente fotos del nuevo bebé. Admiro al padre y a la madre, os quiero a todos

Irene

19730216

 

Niza, 16 de febrero de 1973

Queridos todos:

¿Qué pasa en Niza? Pasó anteayer Walter Kaiser, amabilísimo, a buscarnos. Almuerzo en Mougins: el [bar] nos gustó mucho. Invitados: el príncipe y la princesa Poniatowski. Él, medio americano, muy sencillo. Madame Margerie, ex-embajadora de Francia, especialista en la poesía desde Rilke en adelante. Se lanzó sobre mí, y no me soltó. ¡No quedé mal! Las horas fueron gratas y nada pesadas.

Otra soirée, no del todo molesta: en casa de Jacobo Muchnik. Pasó por Niza la señora (viuda) de Seix. Conocimos allí a un biólogo argentino, García Romeu, no profesor, sino investigador en la “Recherche scientifique”. Hombre de calidad.

Entre los profesores de la Universidad, hay una señora muy fina, Madame Couland, agraciada, profundamente adicta a… Aire Nuestro. (Autora de un estudio de Homenaje). Esta tarde vuelve Bélamich. Se hace querer. Es buenísima persona. Tema central de su vida: Federico. ¡Muy bien!

Y a todo esto, he recibido una carta colectiva de Montealegre. La idea de que yo había nacido allí removió al pueblo. Enviaré una fotocopia a Anita, que piensa especializarse en ese autor. (¡La adoro! Dicho en voz baja).

Vimos el Museo Matisse. Y el Museo Picasso. Hay muchas cosas que ver en esta villa. Abrazos. Os queremos.

Jorge

Tus fotos, Anita, espléndidas de movimiento; de naturalidad: recuerdo precioso que hemos mirado mucho el Abué y yo. Esta mañana ha caído un poquito de nieve: una broma ligera. Tenemos puestas de sol casi tan bonitas como en el Cape. Steve las gozaría mucho (con su puro). Abrazos para los tres y caricias para las dos.

Irene

19730524

 

Florencia, 24 de mayo de 1973

Queridos:

Vuelvo a ese plural porque me figuro que Steve ha regresado ya a Madrid. Escribo hoy para que esta carta le llegue a mi señora hija antes de su traslado a Nerja. Esperamos a los Richards. ¡Mis dos preciosas nietas en Italia! (Recibimos la carta de Anita, tan satisfactoria). En cuanto a nuestros planes, helos aquí: saldremos el viernes 15 de junio —en tren— para Génova —donde nos embarcaremos el 17 en un barco tunecino de “croisière” —que se detendrá en Palma y nos dejará en Málaga el 19 o 20. Os enviaremos las fechas y hora con precisión. Irene ha renunciado a Roma por falta de tiempo suficiente. Hablará por teléfono con varias personas, etc.

Florencia. El jueves pasado se celebró una especie de “homenaje” en la Universidad, en la clase de Macrì, con asistencia de alumnos y algunos profesores. Bigongiari; Baldi; Paoli; etc., etc. Habló Macrì. Dio una breve conferencia Ramat, joven crítico de poesía italiana (“para que todo no fuese sobre hispanistas”), hablé yo y sobre todo contesté con la debida vivacidad a preguntas de alumnos y alumnas. Resultó el acto “cordial, animado”. “¡Qué joven, qué joven está!” —decían. Sí, sí, —cada día con más sueño por la noche. Pero, en fin, aquí estamos.

Comimos en casa de los Plaza con Justino Azcárate y su mujer, personas encantadoras. ¡Aquella gran familia liberal española! Otro día comimos con el nieto de Valera, Serrat Valera, ahora en Estambul. Contini me dijo que había visto a Steve en Madrid. Asisto a la tertulia del café, donde veo sobre todo a profesores. Supongo que Steve habrá recibido la carta que le dirigí a Gray Gardens. ¿Qué pasa en Cambridge? Abrazos a todos. Besos a la nieta y a su madre

Jorge

Tu padre está muy bien aquí y goza mucho de Florencia. Puede ir solo por aquí y por allá, a ver a los amigos de la tertulia, las librerías etc. Pero… con los tiempos que corren no me atrevo a dejarlo solo y Roma sería verdaderamente un tour de force. Hasta pronto. Esperamos a los jóvenes. Un abrazo para todos

Irene

19740802

 

Cambridge, 2 de septiembre de 1974

Labor Day

50 años ha nació Claudio Guillén

Queridos tres, tres Personas distintas y un solo Amor verdadero:

Están Elfie y Claudie con nosotros desde el viernes. Claudie dominó un gran catarro. (Y de vez en cuando sufre de asma). La felicidad, pues, nos inunda. Hablamos y hablamos hasta el agotamiento. Es difícil no ser excesivos en esta ocasión. Los felices esposos están muy bien. Hoy hemos festejado al nuevo cincuentón. Y tras la comida —excesiva— surgió un ejemplar de Más Allá. ¡Inagotable asombro! (Este ejemplar —número 16— es para Claudie). A propósito, ¿tendrás tiempo, Teresa, de telefonear a la Galería Maeght, o de llegarte al 13 rue de Téhéran? Convendría que las cosas quedasen claras: que no envíen ejemplares —ni a mí ni a nadie de “los míos”. Y que no me envíen dinero. ¡Todo en París!

Me figuro que estaréis gozando de París. Aquí hace frío. Esta tarde vendrán los Gusils. Mañana, los Lida y los Calderón, recién llegados. Abrazos, abrazos.

Jorge

e Irene

19750303

 

La Jolla, 3 de marzo de 1975

Queridos:

O sea, Mr. and Mrs. Gilman, con Anita ausente y no muy lejana en ese París, al alcance de un avión. Ante todo, celebro que el gran libro de Steve sea leído, releído, comentado como él se merece. Siempre, por otra parte, es grato darse una vuelta por Princeton.

¿Qué fue de los señores Gómez Orbaneja? Bienaventurados sean —como se dijo en el Sermón de la Montaña— los que escuchan voz de banquero. ¿Dejó Emilio o envió un libro de Pérez Delgado para mí?

(Entre paréntesis: desearía saber si ha llegado un paquete de North Carolina University Press. No dejes, Teresa, de contestarme a este punto —mínimo, y por eso fácil de olvidar).

Claudie leyó un “paper” sobre Antonio Machado en el Simposio que se reunió en Florida, Tallahassee, el jueves y viernes pasados. Dice Claudie que estuvo todo aquello bien, de buena calidad. Todos, o casi todos, amigos.

Vino de Los Ángeles a verme Rubia Barcia —con su mujer. No los veía desde el año 51. Los encontré muy bien, muy simpáticos. Ayer, conversación con Irene, la hija mayor de los Catalán. Muy inteligente, muy fina. (Otro paréntesis: agitación porque Iris habla de divorciarse de Carlos —con disgusto de todos). Vinieron los Pierce, los tres. Roy, magnífico: un hombre superior. (Ya sé que no descubro nada).

Y Anita, lejos… Pensamos mucho en ella. Os abrazamos.

Jorge e Irene

(Mañana vienen Antó y Benedicte dejando los preciosos niños a los abuelos. Iremos a pasar un par de días a Northridge, antes de volver a Cambridge, el 1º o 2 de abril).

19750722

 

París, martes 22 de julio de 1975

Teresa, hija:

Respondo a tu carta, que acaba de llegar. Te quejas. Yo te he escrito cada semana. También te ha escrito Irene. Yo, rica, en este punto no me parezco a otros Guillenes.

Estamos bien. Vinieron el domingo los Bénichou, padres e hija. Todo marchó muy bien. El tiempo, por fin, es de verano. Cenó con nosotros Anita, contenta. Llamó María Elisa dos veces. Todo ha debido de ocurrir como se deseaba.

Las cajas. ¡Problema! Nos preocupa. Se ha considerado sesudamente la cuestión. Bueno, pues trae las dos cajas. Trae también, como te dije y rogué en mi carta anterior, el sobre o paquete de Alvar con su paper —que será un libro. Estoy leyendo ahora su discurso —en manuscrito— de recepción en la Academia Española. Trata… —¡increíble!— del soneto “Hacia el poema”, de Cántico. Lo leerá en noviembre. También me ha enviado el prólogo que ha compuesto para el libro de la profesora Bobes.

Te esperamos el 31. Con muchas ganas de verte. Un abrazo a Steve. Helen Grant me ha enviado la reseña de Russell y otro artículo: “‘Don Quixote’ as a funny book”. Eso nada más: ¡funny!

Buen viaje. Besos de tu señor autor.

Jorge

Las dos cajas: mucho peso para tus maletas.

¿Estás segura que la verdadera parezca [sic] vieja, usada? Con un poquito de pan se podría limpiar en los puntos más sucitos [sic]. ¡Ay qué fastidio este libro tan espantosamente caro y perfecto hasta en sus afueras!

Un abrazo, también para Steve.

Te esperamos

I

19751013

 

Florencia, lunes 13 de octubre de 1975

Queridos:

Nos llegó la carta de Teresa y las otras cartas acompañantes. Entre ellas, una carta de la hija de Corpus Barga, muy cordial. Y también, otra de la poetisa uruguaya-mexicana Ulalume González de León, de evidente mérito, hija de Sara y Roberto Ibáñez, conocida pareja uruguaya. Me dice que llamará a casa “el viernes 31 por la noche o el sábado 1º por la mañana”. Irá con su marido. Le he contestado que os vea a vosotros. Si los demás no tuviesen tiempo, tú, Teresa, recíbela. Le he advertido que “Teresa es para mí una obra muy importante”. ¡Naturalmente!

Aquí ha cambiado el tiempo. El otoño llega con cierto frío. Me está haciendo un buen abrigo de invierno un sastre recomendado por Elisa. Hemos visto más de una vez a Macrì, muy cariñoso. No voy al café. Viene él a esta casa. De Madrid, pasando por París, vino la Señora Monique Allain de Alonso Castrillo. El, rico y noble, letrado en el Consejo de Estado. Ella, guapa, culta, con vivacidad inteligente en un fondo de riqueza y distinción. Y su hija, Silvia, de 17 años, preciosa. Está la madre haciendo con Casalduero, que me la ha recomendado calurosamente, una tesis “para New York University” sobre las traducciones de Le Cimetière Marin en español. ¡Tiene ya 15 versiones! Hablamos; leí lo ya escrito, etc., etc. Se marchó ayer con su hija a París —donde tiene casa (Bois de Boulogne). Y allí quedará para ver lo que va ocurriendo en España. ¡Tengo mucho miedo!

Otra cosa. El 25 de octubre se celebrará un homenaje a un poeta nacido en Valladolid. Acudirán, entre otras personas, Dámaso y Lázaro Carreter al Instituto de Bachillerato Mixto Jorge Guillén de Villalón de Campos. Ya he enviado el debido mensaje. Teresa: ¿viste a Claudie en Nueva York? Cuéntanos algo. ¡Qué otoño en Cambridge! Juan me envió el poema de Solita, buen poema, muy dramático. Para Steve, Anita y Teresa, abrazos.

Jorge

Abrazos también de mi parte. Anita, ¿hasta cuándo tu carta?

Irene

19760318

 

La Jolla, 18 de marzo de 1976

Queridos:

Esta mañana nos hemos trasladado a esta Colonial Inn, en el centro de La Jolla, algo así como Harvard Square. Hotelito, a pesar del nombre, muy digno, moderno y muy pulcro. Elfie y Claudie ayudan a Irene en la mudanza. Aquí seguiremos —como ya sabéis— hasta el 28. Vendrá a buscarnos Antó ese día, y el 30 nos acompañará de su casa a Los Ángeles. Hemos pasado, pues, dos meses justos en Bellevue Avenue. (Llegamos el 19, después de celebrar mi cumpleaños el 18 en Northridge).

Esta mañana llamó a Claudie —por teléfono— el presidente de la MLA. Él se va y le ofrecía la presidencia. A Claudie le pareció más amable no rechazar inmediatamente la oferta. Lo dirá muy pronto. Le habría complicado mucho la vida y sobre todo su tiempo. —No habría tenido sentido —decía— no aceptar Harvard y aceptar este puesto.

El sábado próximo veremos en Bellevue Avenue a un viejo amigo, que nos visitará con su sobrino por segunda vez. Le contaré esta “anécdota” de la MLA para que vaya enterándose de quién es mi señor hijo. (De mi vida sabe muy poco). Crece la reputación y cada día inspira más respeto este joven comparatista.

He visto a jóvenes profesores que han tenido la gentileza de visitarnos. El último meeting del Departamento ha sido épico. Ganó don Claudio. Llegó a casa abrumado por el triunfo. Los otros eran… los “marxistas”. Es una situación tan lamentable como grotesca. Ya os contaré.

(Como veis, estamos ya metidos en el embrollo universitario hasta la coronilla).

Bueno, hace muy bueno, calor de primavera. Para llevar esta carta al Correo, a dos pasos, nos daremos un paseíto por estas animadas calles. Otra comprobación: estoy convirtiéndome en un paleto (de la provincia de Valladolid).

También iremos a la Agencia de Viajes para tener la información precisa sobre nuestro vuelo.

Siento ganas intensas de ver le côté Gray Gardens de mi tribu. ¡No hay uno que no sea muy bueno! (¡Dicho sea inter nos!).

Abrazos de vuestro

Jorge

Vuelo: American Air Line

Salida de Los Ángeles: 9,40

Llegada: 5,34

Abrazos y hasta pronto

I.

19761005

 

Cambridge, Massachusetts, 5 de octubre de 1976

Queridos:

No sé si mis últimas cartas a España habrán llegado a sus destinatarios. Sí me llegó, enviada desde Suiza, la carta de Emilio. Me conmovió. Era del “Joven Emilio”. Mi carta le había hecho reflexionar. En suma, como siempre, tan inteligente y tan cariñoso.

Cambridge. O sea, ante todo, Anita. ¡Cuánto nos gustaría verla con más frecuencia y sin tanta prisa! Está muy atareada organizando sus cursos con gran ambición. Y eso es difícil de realizar. Toma parte en la comedia de Wilde The Importance of being Ernest. ¡Qué criatura!

Hablamos con Antó. Antó ha dado una conferencia, invitado por Joaquín Gimeno, sobre métodos para estudiar la prehistoria de España. Parecía contento. Y yo, también.

Hablamos con Isabel. Todo va encajando en su sitio. (Patrick muy contento de su escuelita).

Vinieron los Lida. Ya están en Buenos Aires. Vinieron los Anderson. Don Enrique habló poco de la situación argentina. Silencio patriótico. Vinieron los Marichal —encantadores— con Bleiberg y su amiga. Casada, con cuatro hijos, ahora con el padre. Y todo como si… como si fuera normal y correcto. Vino a almorzar Alberto de Lacerda, nuestro gran ingenio lusitano. Divertida conversación.

Lo mejor de todo —en este instante— es esta placita de Gray Gardens, con el suelo casi cubierto de hojas amarillas, bajo una luz preciosa.

Estamos bien. Irene, atareada (no tanto). Se llevó vuestra televisión a su casa el Dr. Onesti para las necesidades múltiples de estos días.

Llegó Octavio —con Marie-Jo, enferma (algo de un disco). Fue a ver al médico —acompañada por Solita.

Telegrafiaremos a Renée a Provins. Abrazos a mi señor hijo, Elfie, Teresa y Steve. Vuestro,

Jorge

Os abrazo a todos juntos

Irene

19770108b

 

Málaga, sábado tarde, 8 de enero de 1977

Queridos todos:

Todo el viaje se ha desenvuelto perfectamente (en un jumbo ruidosísimo, maloliente de gasolina y lleno de drafts como una cueva). Todo ha marchado bien aquí, en Málaga, ayer y hoy. Resultado: yo, muy cansado. Irene, cansadísima, porque ella ha trabajado mucho más, sobre todo en este pisito.

En Nueva York nos esperaba un joven casi paisano mío, señor Sahagún, —de Sahagún, en Tierra de Campos. Inscrito con beca para varios años en Nueva York, aspirante a poeta. Fina y honrada persona. En el avión no dormimos. Al llegar a Madrid, surgió un primer enviado, luego, otro, de Informaciones. Breve y fácil, la entrevista (televisión, decenas de fotografías). Ayer mismo ha debido de publicarse. Y nos han visto en TV “Siamo celebri!come diceva Quasimodo. En Málaga nos esperaban Bernabé, Alfonso Canales, Rafael León y su niña, la poetisa, Eugenia. El empleado, al ver mi pasaporte, Pedro J. G. Álvarez, me preguntó si yo era hermano del poeta. Vinimos en el coche de Rafael León, guiado por él. Conversamos. De ahí ha salido el artículo —anónimo— de Sur, esta mañana.

La casa, limpia. Pero —dice Irene— faltan muchas cosas. (Todo. Y todo se resiste y pega… Pero se arreglará). Irene no ha parado un momento. El teléfono suena constantemente. Periodistas. De pronto, mi joven amigo Mario Hernández, con su novia, de Valladolid. El cambio de horario, una vez más, trastorna bastante. Mucho correo: telegramas, cartas, algún libro. Hoy, ya descansados, y sin madrugar, porque la jornada empieza tarde. Fuimos al Bano. Comimos en “La Alegría”. Esta tarde vendrán un periodista, Bernabé y Quinín, y un momento, María Salvador, de paso aquí. Clima: no hace frío, un sol estupendo (pero en casa sí: he comprado una estufa cara). ¡Cuánto me gusta estar en Málaga! Nos acordamos mucho de vosotros. Esta es la primera carta que escribo aquí.

Besos, abrazos (Para Anita, también)

Jorge

Escribiré otro día. Estoy al límite del agotamiento. Pasará. Os abraza vuestra

Irene

(Estamos un poco acatarrados los dos).

19770903

 

Málaga, 3 de setiembre de 1977

Queridos:

Desde nuestra comunicación telefónica, Teresa, Irene y yo te hemos seguido continuamente con el pensamiento. Me alegré de que tuvieras buenas noticias de mi salud. Vino el Dr. Martínez González. Me encontró bien. Nos anunció que dentro de unos días iré al Hospital para que me hagan un recorrido de conjunto. Me siento mejor. El Doctor nuestro viene casi todos los días. Tal vez sean estos médicos más “estrictos” que Rafael. ¡Ninguna sal! Medicinas… Pero continúo recluido en casa —frente a esta vista de la costa malagueña, maravillosa.

A todo esto, ayer cumplió mi señor hijo sus cincuenta y tres años. Claudie y Elfie hicieron una excursión a Granada. Ayer comieron aquí. Charlamos mucho y bien. Procuró Irene que el “ágape” complaciese a los gourmets, como lo son nuestros invitados.

Yo sigo trabajando —poquito a poco. Creo que ya he dejado de ser noticia. En la sección satírica de un periódico salió una lista de los diez temas de la semana. Terminaba así:

9. Hospitalización de Jorge Guillén.

10. La barba del Rey.

(Ha tenido que afeitarse el Rey, porque la barba era una complicación respecto a los sellos y figuras públicas…).

¿Y vosotros? ¿Cómo estáis? Nos horrorizó la muerte de la hija de Roy. Yo escribí en seguida una carta a Roy. Me parece admirable su sentimiento de la amistad: que haya llamado a Steve y solicite su compañía. Nos imaginamos a Steve en La Jolla todavía. Claudie envió a Roy un telegrama.

¿Cómo se encuentra Miguel Gusils? Nuestros más afectuosos recuerdos.

¿Y nuestro don Raimundo? Decidle que pensamos en él, en ellos. Recuerdos a Joan.

Escribiré prontísimo a Anita. Nos encantó su carta, por supuesto. Celebro infinito que su estancia en Perugia se haya desenvuelto gratamente.

(Ved en el número de Mayo de la Revista de Occidente los poemas de Claude Esteban traducidos por mí. Yo no he visto ese número). Os queremos, os abrazamos.

Jorge

19771102

 

Málaga, 2 de noviembre de 1977

Teresa, hija:

Aquí me tienes esperándote, esperándoos. Me siento y estoy mucho mejor. El peso continúa estable: 66. El problema es siempre la albúmina. Me sienta bien, no hay duda, la cortisona, ahora inyectada en dosis decrecientes un día sí y otro no. Trabajo más, circulo por casa. Si el día es bueno, nos damos un paseíto de un cuarto de hora por el Paseo Marítimo. Durante estas últimas jornadas ha hecho un tiempo magnífico. ¡Qué cielo, qué mar azul y sobre todo qué luz! Duermo mejor, como con apetito. Hay que seguir atentamente la disciplina médica.

En Málaga se ha celebrado el Homenaje a Picasso, organizado por el PC. El domingo hubo el homenaje de los poetas. Vino antes a vernos Alberti, de cabellera cana. Sereno, amable. Vino la otra mañana Gabriel Celaya con su mujer, muy vitales. El acto de los Poetas resultó muy bien. Claudie leyó las cuartillas que yo escribí. Se emocionó mucho. Y me lo comunicó por carta. Él, acatarrado, Elfie, agripada, en el otro piso, que les resulta muy cómodo. (Incompatibles con la cortisona). Irene les envió por mediación del Portero, ahora Palomo, un gran servicio alimenticio. Irene se ocupa y se preocupa por todo. Estoy deseando que lleguemos a una etapa de sosiego y serenidad.

Todavía no. Anoche me comunicaron desde México por teléfono que me habían concedido el Premio Alfonso Reyes. Y serán 200.000 pesos mexicanos. Como yo no puedo ir a México, ese mismo mes vendrá una persona oficial a entregarme el premio. ¡Es demasiado! Van a envidiarme estos queridos compatriotas.

Pronto escribiré a Isabel y Alan, y también a Benedicte y Antó. Dejo espacio para Irene. Pensamos en Steve y Anita. Os abraza a todos —y aparta, un momento, un gran abrazo a Patrick —y a Michel, otro,

Vuestro,

Jorge

Tu padre, Teresa, te lo ha dicho todo. Imposible la cuenta en orden del Carlos Haya. Tendremos este particular presente cuando… habrá [sic] que dar un consejo a un Residente en los U.S.A.

La otra cuenta (gota a gota, enfermera, cortisona, etc.,) la enviaremos cuando se acabe este período. Así como el cheque por el traslado al Saving Bank. ¿Irás do los Antó después de Santa Cruz? ¿Recibiste, por fin, la carta con todos los encargos? Abrazos. Te esperamos —os esperamos— con impaciencia.

I

19780119

 

Málaga, 19 de enero de 1978

Teresa, hija, querido Steve:

Dos palabras sobre la jornada de mi cumpleaños. Todo se desarrolló muy cordialmente. Estábamos contentos de haber vuelto a casa Irene y yo. Comimos Emilio, que llegó de Madrid con esta finalidad —acompañarnos— y, Elfie, Claudie, Irene y yo. La jornada, por supuesto, resultó fatigosa para mí*. Hoy, descansamos.

Claro que la “nefrosis” es crónica. Estaremos en relación constante con los médicos y enfermeras del Hospital. Lo mejor de todo es que los varios análisis de sangre no revelaron nada extraño a la “nefrosis”: noticia muy buena. Ahora se trata de organizar la medicación en casa —y por otra parte, ya trataré de sacar tiempo libre diariamente para seguir trabajando en mis diversos quehaceres: los que se refieren a “la obra en marcha”.

Hacía frío. Ahora ya menos frío. Nos gusta mucho esta casita a Irene y a mí. Ya he aceptado “la realidad tal cual”: el carácter crónico de esta enfermedad. Bueno, adelante. (Hoy llegó tu carta: lo de Miguel es espantoso. Pensamos mucho en esos nietos. Ayer llegaron las cartas de Antó, Benedicte, Anita. Les contestaré pronto).

Os quiere, os abrazo;

J: el Enfermo

* Innumerables las llamadas telefónicas y los telegramas. Hasta la Televisión habló del acontecimiento sacando una vieja entrevista presentada como nueva.

19780620

 

Málaga, martes, 20 de junio de 1978

Queridos:

Os comunicaremos las “últimas noticias”. El último análisis de mi sangre fue muy satisfactorio: sin albúmina. Es como si estuviese curado. Pero tengo “que seguir curándome”, como dijo Sánchez Guerrero. En suma: me siento mucho mejor. Pero… ¡Mucho “ojo”!

Llamó Antó. El amigo de Claudie, Ramón Vela, relacionado con la concesión de las becas americanas, dijo que Antó no había cumplido con “el reglamento” en Washington. (No sé especificar el pormenor). Y que este año no se le puede ayudar. Lo que a mí, abué de Antó, me apena verdaderamente. Antó cenó ya con los Rafael y con Emilio, que llamó esta mañana. (Emilio, tal vez, vendrá la semana próxima)*.

Ya ha llegado don Vicente Llorens con esposa y suegra. Vendrá esta tarde. Mañana comerán en esta casa. Irene hace todo lo que puede y más.

Irene, mejor, menos cansada. Sueña con esos pocos días en Cambridge, para ella vacaciones. Si mi actual equilibrio (que yo siento, por supuesto, precario) se mantuviese, saldríamos de aquí el 29 de setiembre con mi hija. Me ocurre lo siguiente: que el sentimiento de familia (ahora demodé para estos tontos de ahora—) es cada día más fuerte.

Para los tres, Steve, Teresa, Anita, abrazos y besos bien distribuidos. Vuestro

Jorge

*Antó llegará a Málaga el sábado para estar dos o tres días en casa.

Estoy feliz por el último análisis. La visita de Luigi me encantó, pero me cansó horriblemente (demasiado hablar, demasiados recuerdos y emociones. Tuve que estar un día en la cama agotada con dolores raros, ansiedad de respiración, etc.). Me alegra mucho pensar en las próximas llegadas de Antó, de Isabel… Hace todavía fresco. Os quiere, os abraza vuestra

I.

Recuerdos a Casti.

19790123

 

Málaga, martes 23 de enero de 1979

Queridos —los de Cambridge:

Irene ha intentado varias veces llamar a casa —y sin éxito. Mañana volverá a llamaros.

Noticias: estamos bien. Yo, mucho mejor que hace un año. He tenido un comienzo de catarro —ya vencido. Tiempo: bastante malo para ser Málaga. Calles inundadas por copiosas lluvias. Ya ha vuelto el sol. Irene organiza trabajos de obreros en casa —para que tú, Teresa, te encuentres a gusto cuando vengas. ¡El 10 de Febrero!

Tuvimos cartas de los nietos, y de estos nietos que no me han podido salir mejor. Nota común: son muy laboriosos y muy serios. Acaba de llegarnos la carta de Anita. Buena idea la de la islita en el Caribe. Claudie me telefoneó el 18, mi cumpleaños. Cumpleaños agradable, con Emilio, que es el amigo de siempre. (Me faltaron mis hijos, naturalmente).

La tensión política sigue: los terroristas vascos, la preparación de las elecciones. Valladolid, muy reaccionaria. Esta costa es más plural, más abierta. Extranjeros, turismo. Yo, a pesar de todo, sigo trabajando en Final. Llegó carta de Elfie, animosa. ¡Qué triste situación!

¿Recibió Steve la carta con los recortes? Nos alegra mucho ese merecidísimo éxito. ¿Y Claudie? Pensamos constantemente en vosotros. Os queremos, os abrazamos. Vuestro,

Jorge

19790321

 

Málaga, 21 de marzo de 1979

Queridos, los de Cambridge:

Primavera, todavía no del todo digna de Málaga. Yo he tenido visitas. Vino un excelente periodista de Barcelona, Lluis Permanyer, de La Vanguardia. Simpatizamos mucho con él. Vino una “clase” del Instituto Ángel Ganivet de Granada. Era una especie de “auditorio”, sobre todo femenino. Resultó alegre e interesante. Vino otra “clase” de un Instituto de aquí. Pretende llamarse “Emilio Prados”. Querían estudiar la poesía de J. G. La profesora, salmantina, me cayó muy bien. Por cierto, en Salamanca se publicará una reedición de mi edición del Cantar de Cantares comentado por Fray Luis. Todo por gestión del amigo “adicto” —Abad Nebot. Me gusta que sea en Salamanca. Eso me hace pensar en Barcelona. He sabido que probablemente Seix-Barral se hará cargo de “Barral Editores”, lo que hace probable la no lejana publicación de Y Otros Poemas. (Ya hemos terminado de preparar el manuscrito de la 2ª edición).

Vino Leónides —de una vitalidad sorprendente. (Pero solo, con frío, en su casa). Nos dio noticias de José. Me dieron mucha pena. Solo. No ve a nadie. El matrimonio se lleva mal. El 19, San José, hablé con mi hermano. Ay, Dios mío. Jesús y Maruja, bien.

 (Y yo sigo adelante con Final).

Irene me ayuda más que nunca. ¡Tantas cosas que hacer en este pisito!

Tuvimos tres días en casa a Teresa Barcelonesa. ¡Cómo se hace querer esta criatura! Esta es la quinta vez que viene a vernos. Tan sencilla, natural, auténtica, seria. Profesora de Literatura Catalana y poetisa en catalán. Y muy adicta al poeta de Valladolid.

La situación general, bastante tranquila, excepto en el País Vasco. Serán muy pronto las elecciones municipales. Importantísimas. Es lo más franquista que todavía queda. Veremos.

Nos acordamos mucho de vosotros. Escribí otra vez a Pedro Sainz Rodríguez. Debería escribir a Antó. He escrito a Amorós, de la Fundación March. Vamos a ver si es posible esta otra beca. Se me acaba el papel. Esperamos a Claudie. (Él no ha escrito).

Abrazos, besos, bien distribuidos. Vuestro,

Jorge

Querida Teresa:

Imposible tomar la TWA Madrid-Lisboa-Azores-Boston, larga pero cómoda: suprimida la línea definitivamente. Nos queda la otra, Málaga-Madrid-New York (directa). Tú sabes, Teresa, las horas y las esperas: llegada a New York poco después de las 15, salida para Boston a las 20, si todo va bien. Tu padre sugiere: ¿no podría Teresa venir con el coche (el día antes digo yo, y pagando nosotros todos los gastos) y trasladarnos con el mismo directamente a Boston? Largo el camino, pero menos aburrido —tu padre estando detrás en silencio— de las tantas horas en el Kennedy, más el otro breve viaje hasta Boston y la nueva llegada y la aduana —al final, de pie, ya exhaustos… No sé qué decir. Piénsalo un poco por favor. Denah, recuerdo, hace o hacía con bastante desenvoltura este traslado con su vieja madre… Haremos lo que te parezca mejor. ¿Y si durmiéramos en un hotel de carretera como hicimos una vez con los Claudies? No sé, no sé. ¡Qué pesadez todo esto y no tener otra alternativa!

Tu padre, no del todo arreglado todavía de su último trastorno digestivo. Ha adelgazado un poco. La nueva prescripción de los nefrólogos (medio Urbason y 2 Seguril a días alternos) no le ha afectado mínimamente. José Luis considera espléndido su último análisis. En un par de semanas veremos otra vez cómo su organismo reacciona a esta reducción de medicamentos.

Voy esta mañana misma a reservar el avión para el 2 de mayo.

Abrazos para todos, esperando a Claudie: telefoneará desde Madrid sus planes para el Paseo Marítimo, me imagino.

Con afecto

Irene

19791107

 

Málaga, martes, 7 de noviembre de 1979

Queridos:

Me duele, me hace sufrir que tarden tanto en llegar, si llegan, nuestras cartas. Escribo cada ocho días.

La “operación” de la muela marchó muy bien. Nuestro dentista es admirable por su técnica, su humanidad y su modo cortés.

Pasemos a las vanidades. El premio JG de Burgos, 100.000 pesetas, fue concedido por segunda vez. 143 candidatos con libros —inéditos— de poesía. 53, argentinos. Se premió a Andrés Mirón, de Sevilla. Un libro excepcional, me dijo José Luis Cano, del Jurado.

Vino de la Radio Nacional de Madrid un periodista muy amable, rara avis, para una entrevista. El martes próximo otro para otra –de la Radio Nacional de Barcelona.

Libros en pruebas: Y Otros Poemas, 2ª edición, Barral. Hacia Cántico. Escritos de los años 20. Con Kay Sibbald. Ariel. Historia Muy Natural, Antología. Y Munárriz. Madrid. El mismo editor publicará Guillén on G. sin los textos ingleses. Hay en preparación un libro de lujo, ilustrado por TAPIES, Editor. ¡En Valladolid! Para el año que viene, supongo.

Me siento mejor. Todos los días trabajo en la revisión de Final. Es lo que más me interesa.

Pasó por aquí, y volverá a pasar, Antó —siempre tan afectuoso. ¡Estos nietos! Me causa una profunda satisfacción que mi señor hijo esté de veras ejerciendo su profesión en Harvard. En comunicación telefónica con Benedicte.

¡Cuánto me gustaría ir este fin de semana al Cape! Tiempo soberbio aquí. Os quiere vuestro ancianísimo

Jorge

Vino el Director de El Norte. Contestaré su encuesta.

19800229

 

Málaga, 29 de febrero (¡bisiesto!) de 1980

Queridos todos los de Cambridge:

Estos últimos días hemos tenido visitas interesantes. Vinieron Javier Aguirre —cineasta— y su mujer, actriz. Hace cortometrajes muy sutiles en apoyo de poesías. Hará algo conmigo. (Dos días de visita). Vino la Televisión de Madrid para hacerme una entrevista. Vinieron, pues, de Madrid, nueve personas. ¡Qué despilfarro, qué merienda de negros!

Vinieron dos grupos, dos días, de estudiantes. Vinieron José Ricardo Morales y su mujer. Los habréis conocido. ¡Siguen en Chile! Sensación: llegaron, por fin, dos ejemplares del libro de lujo editado en Milán por Luigi Majno. (Los dos primeros ejemplares enviados no han llegado nunca. ¡Misterioso Correo!). Libro precioso. Haremos que os envíen un ejemplar. Otro vendrá aquí para mi señor hijo. Pues se nos ocurrió regalar el primer ejemplar —dedicado a mí por el editor. Yo se lo he dedicado a don Paco, que nos hace regalos constantemente. Quedó contento.

A todo esto, ha ido preparándose la “adopción”. Hoy seré declarado en el Ayuntamiento “hijo adoptivo de Málaga”. La alcaldía de Valladolid publica una declaración, adhiriéndose “con entusiasmo…”. Quelle histoire! Manuel Alcántara hizo una nota con mucha gracia —y amistad— en Ya. (La adjunto).

Irene ha sido examinada en el Sanatorio Gálvez —y por otro médico. No tiene nada grave. Estábamos muy preocupados. ¡Bien, muy bien!

Hace mal tiempo. El mar, muy movido. Mucho viento, y no mucho sol. ¡Adelante!

Muchas gracias, Teresa, por la operación bancaria, todo ello, misterioso para mí, para vosotros también. Los amigos, Cau, Lacerda… Que Steve tenga 200 estudiantes me parece espléndido y aterrador.

Supongo que se le habrá pasado la gripe a Claudie. En la Fundación March ha dado conferencias Joaquín Casalduero. ¿Se ha ido ya Anderson?

Dadme su nueva dirección. Los Sert, ¿la señora Pickman? ¡87 añitos! Pobrecita. Escribiremos enseguida a Anita. De Elfie, noticias excelentes. He hecho un índice sobre las poesías sobre los niños de Aire Nuestro para una Antología que prepara un amigo de aquí. ¡Cuánto he escrito sobre mis nietos! Y bisnietos. ¡Me falta Michel!

Pensamos muchísimo en vosotros. Abrazos de vuestro —¡casi malagueño!—

Jorge

Todo bien. Por la verdad yo me temía solo la repetición necesaria de la pequeña —horrible— operación de hace años. Continuo el chequeo —¡qué largo!— a causa de la sombra en los ojos. Estoy mejor. He bajado dos kilos en menos de tres semanas.

Tiempo feísimo. Mar blanco hasta el horizonte. En casa, como fuera.

Vinieron en visita (tu padre, Teresa, se las olvidó) la madre Superiora y la hermana Inocencia de la Clínica Galvez. Nos trajeron una gran caja de chocolats fourrés y para mí en particular, une Eau de Toilette, Patou: “Amour, amour”.

Besos, abrazos.

Está aquí Leónides. Vendrá mañana.

[Anexo: recorte de la nota de Manuel Alcántara “Don Jorge, malagueño”, Ya, 26 de febrero de 1980]

19800422

 

Málaga, 22 de abril de 1980

Víspera del Premio Cervantes

Queridos de Cambridge:

Os contaré brevemente nuestras últimas “aventuras”. Vino a esta casa el Presidente de la Diputación, con un grupo de subalternos, para regalarnos “Ciudad del Paraíso”; una edición magnífica del precioso poema de Aleixandre sobre Málaga. El poema está comentado por Manolo Alvar, allí presente. ¡Cómo trabaja este filólogo andariego! Y me pidieron que aceptase otra edición semejante de un poema mío. Alvar propuso a Blecua, crítico. ¡Perfecto! Él elegirá y comentará el poemita.

Ayer, Caffarena —mal de salud —nos preocupa su estado— me trajo (una visita de sus “lunes”), la preciosa edición de un poema muy logrado de Alfonso Canales: Visita. Visita a este servidor. Canales allí presente, el hombre más culto de esta zona mediterránea —a propósito de Borges, nos descubrió con entusiasmo otro narrador argentino. ¡Era Anderson Imbert, don Enrique! Borges-Anderson. Decídselo a él, y si no está ahí, a Margot.

Mañana no asistiré, claro, a la ceremonia de Alcalá. Invitado por el Ministro, se le contestó por teléfono. Hubo insistencia. Se respondió otra vez.

Quien no estará tampoco es Dámaso, que se ha ido al Perú, invitado, y sin Eulalia. (¡Dios mío, qué tentaciones, qué copitas!). Extraordinaria, la vitalidad de Dámaso. (¡Cinco años menos que yo tiene, a esta edad, la importancia de un abismo!).

A todo esto, nuestra salud… Irene sigue sometida a ciertos análisis de la medicina moderna, en el cerebro. Nada: ¡esplendor de la medicina! Porque la visión doble no es puramente un fenómeno ocular. Irene en este momento está en la peluquería. ¡Sagrado! Yo —¡el poeta más viejo de toda la historia de España!–— voy marchando bastante bien. Pero me canso cada vez más. Puedo seguir versificando. Pero actos sociales me cansarían excesivamente.

Está a punto de pasar por aquí Antó, y por muy poco tiempo. Todo en relación con las posibles excavaciones.

La visita más “interesante” fue la de Víctor Navarro, tan fiel amigo, su mujer, su hija, su yerno. Yo no sabía aquella historia (Claudie, sí, porque había hablado con Navarro). Y pensar que pudieron fusilarnos a tu madre, Teresa, y a mí como espías… ¡Aquella guerra civil! Lo malo es que “la España eterna” sigue coleando.

Para todos, abrazos. Y para mi hija…

Vuestro,

Jorge

Tu padre se olvidó, Teresa, de mencionar la visita más curiosa: la de Juan Goytisolo, que se presentó con su último libro entre las manos —como obsequio— (acababa de presentarlo en Málaga). Se podrá decir de él que es un autor de pesada lectura, corrosivo, confuso, indisponente [sic] a veces, pero como persona encantador: tan amable, sencillo, atento… Una conversación de casi una hora, agradabilísima. Y cuánto hablar de Sartre —de su última estupenda entrevista— sin saber que se estaba muriendo este mismo día!

Siento que las revistas —por mi culpa ordenadas como ladrillos, hace casi 20 años— te sean tanto trabajo. No te preocupes demasiado por la disposición de papeles y objetos en las cajas. Sólo el diario abandonado me gustaría recobrar en su momento (en junio, claro).

Los Texidor, que vendrán a esta casa pasado mañana, preparan su vuelo por los EE. Unidos con mucha ilusión. Te han escrito, creo.

El tiempo no se arregla. Siempre indeciso, como el resultado de mis pesadísimas investigaciones. La última, de ayer, me hizo sentir como pollo asado. La Scanner —la más reciente máquina de exploración del cerebro— tiene un aspecto macabro entre horno y tumba egipcia (abierta). Veremos si me encuentran algo. Espero y creo que no, como hasta ahora. ¿Pero qué me dirán después, quedándome como creo, con el mismo fenómeno de hace 3 meses (un día más, un día menos)? Misterio. Será cuestión de gafas, en definitiva… Con todo que el último neurólogo (uno nuevo) que me vio, me dijo que no, que absolutamente no se trata de ojos.

Me quedan todavía un par de exámenes más y luego se acabó. Por fin. Me encuentro bien y estoy harta de toda esta historia.

Hace dos minutos ha telefoneado Antó desde Nerja. Llegó con su asistente ayer por la noche, demasiado tarde. Nos veremos dentro de ocho o diez días.

Esperamos noticias de Anita. Qué maravilla el pisito de Claudio y cuánto nos alegra que se haya decidido.

He escrito a Elfie que nos envió un bonito póster.

Abrazos para los dos

Irene

19801100

 

Málaga, fin de noviembre [de 1980]

Anocheciendo

Queridos todos:

Tu carta, Teresa, nos ha instruido muy bien sobre tus viajes y tus propias impresiones. Ciudades, museos, gentes… Lamento que Celia Bertin haya sufrido todos esos trances.

Entretanto, Anita llamó, anteanoche, cuando yo estaba ya acostado. Su plan —que imagino, rica, ideado por ti— es estupendo. Me hace felicísimo que Anita llegue el 12 de enero y se quede hasta el 18, “octogésimo octavo” cumpleaños del abué.

Lo pienso, y lloro de alegría. ¡Qué suerte tengo! La compañía de mis hijos y de mis nietos es una felicidad —que me sostiene en la vida, en esta vejez que arrastro bastante bien, pero… ¡La cuarta edad!

Irene ha pasado días molestos con una especie de gran catarro, que no ha concluido en gripe. Yo también lo sufrí. Ella os lo explicará con precisión. El tiempo aquí es mucho más soportable que en Massachusetts. Sin embargo, ha bajado la temperatura, y esto nos complica la situación.

Pues bien, hemos tenido varias visitas últimamente. Vino a vernos nuestro Joaquín Casalduero. Se encuentra bien, a pesar de que vive solo. Da clases todavía en Madrid, trabaja. Estuvo en casa de Alfonso Canales. Su biblioteca le deslumbró. ¡Por supuesto! Vino al mismo tiempo de Murcia Dionisia García, poetisa muy estimable, casada, con cuatro hijos y un esposo bien plantado. Familia rica.

Un pequeño “acontecimiento”: Un artículo en El País de Umbral titulado “Guillén”. Muy cariñoso. Trata muy bien a mi generación: “entre el Nobel de Aleixandre y la sangre de Federico”. ¡Exacto! No se puede decir mejor: “la sangre”. Dámaso tuvo que dar una conferencia sobre Federico en un teatro, y concluyó: “¡Pobre Federico!¡Pobre Federico!”. Esta simple expresión me conmueve de veras. Nuestro duelo no termina jamás.

Otra cosa. Gómez Yebra te ha escrito. A él no tienes que enviarle nada. Yo le proporciono papeles. Ahora bien, lo mejor será para mí que tú, mi señora hija, me traigas cuando vengas: a) papeles relacionados con El argumento de la obra; b) con Fernando de Herrera, el poeta sevillano. Cartas no necesito aquí. Papeles, mis manuscritos, que deben estar en el sótano… No sé.

Yo estoy terminando mi revisión de Final.

Lamento que Steve no se encuentre a gusto por allá. Aquí se tranquilizará. Me hace feliz saber que nos acompañarán el día de Nochebuena. ¡Claudie!

Abrazos y besos bien repartidos. Vuestro,

Jorge

Ayer y esta noche he tenido fiebre muy alta. Ahora me encuentro mejor. Creo que estoy al final de esta fastidiosa temporada. Escribiré pronto. Besos y abrazos para todos.

Irene

19810731

 

Málaga, último día de julio de 1981

Queridos todos los de ahí:

Empiezo la jornada escribiendo estas líneas. Respondo, Teresa, a tu carta. El viaje alrededor del mundo será de verdad, pero a mí me suena a fantástico.

De modo que esos preciosos niños, Nils, Lars, viajaron solos con Tony Feist. Telefoneamos a Anita a Paris, oímos su voz. Yo creo que lloré. —El llorón— me dice Teresa. ¿Isabel? Estará terminando su carrera de abogado. ¿Y Antó y Benedicte? De Claudie no hemos sabido nada. Le escribí sobre su estupendo estudio sobre Quevedo. ¡Estos hijos, estos nietos y biznietos —con Irene— es lo que más me importa de todo! Y después, Aire Nuestro.

Final está componiéndose en Barcelona. Dánae, la hija de Carlos Barral, es muy discreta. Ella lo hace todo. Creo que el libro saldrá en Setiembre u Octubre. Emilio no sabía nada. Por cierto, Emilio quería escribirte, Teresa, y ya lo habrá hecho.

Seguiré con otras “manifestaciones”. Se ha publicado —casi en silencio—  Antología del mar, prólogo de Romero Márquez; libro para el bachillerato. Me han pedido permiso para publicar El Argumento de la obra. (Yo no lo tengo aquí). En Barcelona, “edición crítica”. ¡Veremos!

He salido en la televisión. Rosa María Mateo, guapa, vino a casa, y todo se hizo aquí. Ha gustado esta entrevista, sencilla, con risas, sonrisas, sense of humour. Otra película: la de Meléndez, que estuvo en Valladolid y ahora completa lo que empezó en Cerrado de Calderón. ¿Te acuerdas, Teresa? Vino a salir en la película don Paco, nuestro médico. Me hicieron otra entrevista. Os lo cuento para que veáis cuánto hemos trabajado Irene y yo.

Las visitas de estas semanas últimas han sido muchas. Cartas de gentes que no conozco. Ya sabéis aquello de: “Las mujeres no me quieren. Dígame, don Jorge, ¿qué debo hacer?”. Hombre, por Dios… Me escribió Alma de Arboleda. Hoy contestaré a sus consultas. Gibbons publicará el Final de Final, en traducción, y texto castellano. Bonito libro. (No sé cómo se llama la editorial. No es Princeton). Alvar dirige su curso de verano. Viene los sábados. Muy cariñoso. Estuvo aquí Ricardo Gullón, tan buen amigo. Ayala ha publicado Cervantes y Quevedo, interesante. Es probable que se haga una edición —corta tirada— de Vida y Muerte de Alonso Quijano. ¿Qué más? Esperamos a Francisco del Pino y a Bernard Sesé. Yo, cansadito. Pero lo que más me cansa es la Historia de España. ¡Qué pesadita, Dios! Yo creo que saldremos adelante. O si no, el caos. El rey es la contradictadura. ¡Viva Juan Carlos! (Y qué guapita es Diana, ya princesa). Abrazos a todos. Vuestro,

Jorge

198110922

 

Málaga, 22 de septiembre de 1981

Teresa, hija:

Deseamos que esta carta llegue antes que tú a Gray Gardens. ¿Qué te voy a contar? Hubo un momento felicísimo: cuando escuchamos tu voz, y muy clara, en el Japón. ¡Estupendo!

De modo que Isabel vendrá el 29 de este mes. Y dices “trataremos que Steve vea a su hija”. ¿Dónde? Isabel nos envía preciosas fotos de sus niños. ¡Preciosos!

También François nos regaló fotos —muy bonitas—. Y, a propósito, Renée, muy contenta de su estancia en esta Costa, repite: “Je reviendrai en noviembre”. ¿Para qué? Si aquí no pasará nada entonces. ¿Para “prévalir”, aquí, sin familia? No lo entiendo. Que aplace el viaje hasta la primavera.

Nos escribió Antó. Escribiremos a Anita, Washington; de Claudie, pocas noticias. Yelena, en Frigiliana, “survie” con su Tatiana difícil.

Y a todo esto, ¿cómo resultó la estancia en Kioto? Cuéntanos. Completaré noticias familiares. Final está componiéndose. Yo creo, yo espero, con ilusión —esta es la palabra justa— que en este otoño —ayer empezó— esté completa y publicada mi obra poética. Gredos me lo ha comunicado. Dámaso publicará dos tomos de mi prosa. Los está formando Francisco Del Pino. En Miñón, editorial de Valladolid, saldrá un libro sobre mí con fotos, etc. Lo compone un periodista muy serio de Barcelona: José Guerrero Martín. La Editorial Júcar va a publicar una antología mía, con un gran prólogo. La Pluma, la revista que fue de Azaña, anuncia su número dedicado a este servidor. Ha salido ya Antología del mar.

¡Basta!

Visitas. Bastantes. Una aventura. Salimos anteayer por la mañana a dar un paseo. Se le olvidó —único caso— a Irene la llave de la puerta de casa. Hubo una verdadera conmoción. Los bomberos sacaron la cerradura. Ahora hay que poner otra y arreglar la puerta.

El calor ya ha pasado. Se empieza a sentir el otoño. Hoy el día está lluvioso ––y más o menos llovizna. Irene sale, se afana, trabaja muchísimo!! (libros, cortinas, terrazas; imposible cambiar la moquette ahora…) y se fatiga. Yo, también.

Rica: pensamos en ti constantemente, en silencio y en conversación. ¡Qué ganas de verte! Abrazos a Steve. Besitos. ¡Esos nietos y biznietos! (¡Qué buena suerte: ya tengo familia y obra!).

Vuestro,

Jorge

Teresa, esta carta te encontrará en tu casa (pelada del olmo, hélas): me alegra pensarlo. Gracias por los tapa-ventanas. Arreglaremos todo en noviembre. Me dirás lo que hay que hacer para el viaje de Isabel. Nos encanta saberle tan cerca. Bene arrivata. Besos para los dos. Hasta pronto

I

19811208

 

Málaga, 8 de diciembre de 1981

Queridos:

Están ya escritas las cartas a los nietos, los Antó, los Isabel. Anita. Y también a Elfie. Ahora voy a participar al lector de estas líneas una especie de secreto. Pepe Gabriel me lo ha contado en su proyectado desarrollo.

Pues señor… Chillida está componiendo un monumento a JG —¡Dios mío!— para que se erija en la Plaza de Santa Cruz, ante el Palacio renacentista de Santa Cruz, hoy Museo. Se publicará un libro de homenaje por los poetas de Valladolid, patrocinado por el Ayuntamiento. Y pretenden, claro, que yo asista a la fiesta —acontecimiento— esta primavera. Imposible. Mi cansancio podría casi, casi ser mortal. No iré.

Consecuencia: que si yo no puedo hacer el viaje a Valladolid, sería incongruente que unos pocos meses después me fuera a París.

Ir a París nada más a mí no me interesa. Son los Lajeunesse quienes me visitan en Málaga. El único viaje que de veras me importa es… fatalmente a Gray Gardens West. ¿Cuándo? ¿Cómo? No lo sé. Dependería de varios factores: mi salud, la situación política de España, otras causas imprevisibles ahora.

Por otra parte, a mí me habría complacido que en esa “inauguración” primaveral me representase alguien. ¿Quién, quiénes? Lo ideal —es decir, lo técnicamente perfecto, sería que me representasen en Valladolid mis dos hijos. O Claudie, o Teresa. Dependería de sabe Dios cuántas circunstancias favorables o no favorables.

(A mí, por supuesto, la idea de Chillida me abruma, me desarma, me anonada. ¡Es demasiado! Y no puedo utilizar el argumento que me he repetido en estos casos de Premios, de Homenajes: “Bueno, así no dirán más tarde a mis hijos que su padre fue un frustrado”. En fin, qué vamos a hacer…).

Teresa: tengo aquí tu carta del 1º de Diciembre. Miguel de Casas. Me gustaría conocerle. Conferencia de Claudie en México. Sería un éxito. Me alegra que haya conversado con Octavio Paz. A mí me ha causado gran alegría que le otorguen el Premio Cervantes, muy merecido. Tomamos nota de vuestro magnífico proyecto de viaje a California.

Final. Inminente. Lo recibiréis enseguida. Abrazos, besitos bien repartidos. Aquí nos tenéis contentos y cansados. ¡Qué ajetreo social!

Vuestro

Jorge

19820228

 

Málaga, domingo 28 de febrero de 1982

Teresa, hija:

Respondo a tu carta del 19 de este aún febrero. Pues señor, he padecido gripe durante varios días con fiebre decreciente. Me cansó. Ya paró.

Adjunto algún recorte más. Hasta ahora no ha salido crítica del nuevo libro. Solo juicios privados de amigos, favorables.

Esta mañana dimos Irene y yo el habitual paseo por esta orilla. Un sol de verano, una luz increíble… En esta dirección Málaga no tiene precio.

Pasó varios días, y no todos gratos, Rica Brown, en tu casa de Nerja. La mala suerte quiso que sufriéramos entonces mal tiempo. Claro que Irene sobre todo atendió mucho a Rica, proporcionándole calefacción, y facilitando su visita a esta casa en taxi. Ella, Rica, trabaja sobre Christopher Hall. Dice que Trinita no se encuentra bien. (Yo no renuncio a escribir alguna página sobre este gran amigo).

Tengo que escribir —me lo han pedido— sobre Ortega. Y sobre Ignacio Prat, cuyo final repentino ha conmovido a mucha gente. La Prensa le ha dedicado mucha más atención de lo que él habría podido imaginar.

Nos encantó lo que me cuentas de Patrick y Michael. Todos los biznietos, los cuatro, son preciosos. Nos dolió mucho, naturalmente, el fallecimiento de Alicia Catalán. Comprendo —otra historia— que piense vivir en Barcelona Gabriel Jacksons.

Espero que Isabel vaya moderando esa tensión febril que iba poniendo en el ejercicio de su abogacía. Y la pobre Anita —todos mis nietos son encantadores— tiene que trabajar demasiado en su “empleo”. Ya estamos soñando que los recientes esposos vendrán de Italia a esta Costa del Sol.

De Claudie hemos tenido noticias —por Yelena— de sus conferencias en Duque University. Creo que está concluyendo el prólogo de los estudios críticos de Paco (García Lorca). Pero yo no le digo nada, porque conozco sus reacciones instintivas.

Hemos tenido malas noticias de José, mi hermano, por María Elisa. Muy avanzada la arteriosclerosis con un tumor. José ya no recuerda ni su nombre. Esta noche llegará Leónides a Torremolinos. Él nos informará mañana sobre la situación. ¡Qué pena!

Hoy ha salido en El País una entrevista con Jaime Salinas, editor. Cariñoso conmigo e Irene. Adjunto el recorte. También el de Juvenal, cariñoso.

Os escribiré muy pronto con nuevas noticias.

Aparte me dirijo a Steve en otra hoja, otra carta.

Teresa, hija: ¿Cómo decir algo suficiente?… Besitos. Vuestro

Jorge

Querido Steve:

Supongo que ya os habrá llegado el número 421 de Ínsula —¡Diciembre de 1981!— con el precioso retrato de Raimundo Lida, y en la primera plana, el comienzo de vuestro artículo, “En la muerte de un maestro” tú y Márquez —y el homenaje —por decirlo así— mío.

El conjunto ha quedado bien impreso en la revista.

Me imagino que a Denah le habrá gustado esta presentación de Ínsula.

¿Cómo marcha tu nueva contribución sobre Cervantes? Lo que yo he leído me gusta muchísimo.

 (Por cierto, aquella señora Doris Cross, que tradujo aquellas páginas sobre Fernando de Herrera, no conservó mi texto original. ¡Lo deploro!)

Hasta pronto. Un gran abrazo de vuestro

Jorge

19821017

 

Málaga, domingo 17 de octubre de 1982

Queridos todos —los de ahí:

¿Qué nos ha pasado en estos días? Las cartas extensas de Claudie. El acto de México se desenvolvió muy bien. Claudie leyó mi “discursito” completado por sus palabras. ¡Ovación! Mi señor hijo ha trabajado mucho. La semblanza de Plá, rehecha, es un estudio estupendo. ¡Madurez tranquila! Por otra parte, además de otras visitas, vino Antonio Piedra, que está poseído por una actividad inagotable preparando todo el gran jaleo de Valladolid. Irene os explicará la parte práctica. Todo está ya preparadísimo. Se trata, entre otras cosas, de crear un “Centro de Estudios Jorge Guillén”: obra lenta —en la que yo no puedo disponer de todos mis papeles, que ante todo pertenecen a mis hijos. Y habrá que contar con ellos, y ser lo que ellos disponen porque mis papeles y mis “derechos” serán suyos. Teresa: tú irás a Valladolid. Claudie… Con él cuentan. Pero no sé si podrá dejar sus clases de Harvard. Y luego, el 18 de enero. ¡Dios mío, cuántas pompas y vanidades!

Yo me encuentro bastante bien de salud. Pero… me canso muchísimo: frecuente límite. Pienso en mis nietos y biznietos. Y yo, a rastras en mi edad.

¡Adelante! Os quiere

Jorge

19830210

 

Málaga, 10 de febrero de 1983

Queridos todos los de ahí:

     Ayer, cumpleaños de Irene, fue un día muy feliz. La jornada comenzó con la llamada de Antó. Yo me conmoví. Antó es siempre, siempre muy cariñoso. (¡Aquel niño que fue!). Después vino el poemita que había compuesto el 8. “Tu cumpleaños”, partiendo de otro “antiguo”: “¡Vida / Tan cotidiana! Sin disculpa”.

     Y llegó lo que esperábamos: la comunicación de Teresa, que nos inundó de felicidad, como de costumbre. Después, ya por la tarde, hubo otras llamadas. Por ejemplo, Elisa.

     Por cierto, Leónides no se encuentra bien. Está en Madrid, y tiende a la independencia solitaria, que no le conviene.

     Salieron en El País y en Sur, ahora cambiado, dirigido por Joaquín Martín, noticias sobre el curioso fenómeno de los noventa añitos. Aún colean los homenajes. Yo, agradecidísimo. Pero… Je n’en pas plus!

     A todo esto, Bernabé sin Quinín. Y no nos consolamos. Ayer vino a casa Bernabé padre con el hijo Bernabé. Dolientes y… ¡adelante! Gran soledad en la nueva casa, a la que empezaba a acostumbrarse Quinín.

     Hoy, esta misma mañana, vendrá Fernando Texidor. Van a reunirse los pintores y escultores de Málaga en no sé qué Exposición. Acaba de llamar Fernando. —¡Sí, a las once! Interpongo una espera.

     4 de la tarde.

     Se trataba de formar parte de un “núcleo”. Se armó un tinglado de, tras abrazos, Fernando y yo. Pródigo, divertido. Fernando dijo unas breves palabras: yo dije: amémonos, amen. Acuerdos sobre los artistas en conjunto de Málaga. Nada más.

     Incluyo recientes recortes. Abrazos a todos. Y algunos besitos bien distribuidos. Pensando en vosotros siempre.

     Jorge

19830218

 

Málaga, 18 de febrero de 1983

Teresa, hija, queridos todos:

Llegó tu carta hoy, temprano. ¿Es posible que desde octubre yo no te haya escrito? Me parece inconcebible. ¡Si pienso, si pensamos, en ti constantemente!

Bueno, aquí también hace bastante frío, pero sin nieve. El viento sopla. Yo no salgo a la calle. Hemos tenido visitas. Gentes de por aquí. Yo sigo contestando a cartas y telegramas que me prepara Irene. Y así voy avanzando. Increíble el número de los telegramas.

Me escribió Alvar padre una disertación preciosa en torno a Ariadna en Naxos. Esta vez, todo es humanismo griego y latino. Su variedad es extraordinaria. Respondí a Ivan Ivask; a un libro de poesía en inglés, a fotos estupendas y numerosas. Vi una foto de Valladolid. Junto al alcalde, Claudio y tú. Me conmoví. Hemos recibido una carta de Anita… ¡Qué le vamos a hacer! Yo lagrimeo. ¡Esa criatura!

Como ves, te hablo de cartas. Es mi actual labor.

Bernabé ha soportado la crisis, por fin, con serenidad. Texidor anda entre los amigos. Su hijo ha compuesto un cuadro de colores. Luce en una de las paredes de esta casa, y gusta mucho.

¿José Luis Sert? Muy decaído, en Mallorca. No durará mucho tiempo: lo que a mí, a nosotros nos causa dolor sin consuelo. A todo esto, en Italia me organizan un homenaje. Lo que me lleva a pensar en el hijo de Rafael Lozano, que se encuentra en Bolonia y allí se mantiene. ¿Leónides? Estuvo mal. Cogió frío. Ya está mejor. Amenazado de soledad. Sabemos que Jacqueline, la mujer de Francisco del Pino, seguirá con los Christoforo y Anita, a Florencia. Allí conservan muchos amigos, y habría sido una locura abandonar Italia.

¿Y quién va a preparar la colección de mis “prosas” que publicará Gredos? Yo desearía que fuese Mario Hernández, ahora trabajando en volúmenes de Federico. Veremos. Ningún candidato mejor.

Os cuento cosas por aquí y por allá. Sería el cuento de nunca acabar. Pienso en todos vosotros. Pienso en mis hijos y nietos, y biznietos. Mi tribu de familia no me podría salir mejor. ¡Qué orgulloso, qué profundamente satisfecho estoy de los míos! Me gustaría seguir charlando…

Abrazos, besitos. Vuestro,

Jorge